Los "Divertimentos" de Juan Cueto

 


Estos Divertimentos de Juan Cueto no son cosa de juego. Son, por así decirlo, ingeniosas viñetas, en prosa o en verso, para sacarnos una carcajada, o mínimo, una sonrisa (aunque también a veces una mueca, no de desagrado, sino algo así como una sonrisa sardónica). Y es que Juan Cueto (nacido en Caibarién, radicado en frente, en Miami) nos tiene acostumbrados a este tipo de salidas literarias repletas de inteligencia, desbordantes de talento y de buen gusto, en las que no sólo cuenta la forma por la forma, sino también las ideas que estas envuelven. Y digo ideas, porque hay siempre un mar de ellas, de densa y profunda reflexión, que parece ser ligero y transparente, cuando en realidad es agitado y remueve, a veces, el mismísimo fondo. Por ejemplo, en la primera parte del libro, que titula “En el huerto”, como su nombre lo indica, se indaga sobre la postura (nunca antes mejor dicho) de ciertos vegetales, tubérculos y frutas. Una especie de “postura ante la vida”, en la que a cada uno se le atribuye lo que le caracteriza, dicho esto de manera jocosa, ingeniosa, e, incluso, cruel.

Así, sobre la sandía (que así llaman en España, pero que un cubano, al menos de mi época y geografía insular llamaría “melón de agua”, por influencia del inglés), describe: “Diminutos peces negros / en roja red atrapados / por querer saciar su sed / en un aljibe rosado”.  O la cebolla, sobre la que versa: “Aunque lloroso por tu aliento herido / no habré de reprochar tu alevosía / porque el sabor que el paladar ansía / compensará con creces lo sufrido” …

Le sigue un “Breviario” (a Juan Cueto lo escueto le fascina desde siempre). Anécdotas y reflexiones cuasi filosóficas, como aquella “Meditación III” que dice: “El universo: un escenario absurdamente enorme para la insignificante tragedia de la vida”. Qué mejor resumen de este paso, incomprensible, a través de lo infinito que de tanto serlo ni sabemos si hay o no varios infinitos, ni qué pintamos en toda esta inmensidad, ni para qué sufrimos, ni tenemos nervios, ni necesidades, ni sentidos. O tan sardónicos como aquel que se titula “La duda” y que dice: “Un hombre le pidió disculpas a su mejor amigo por haber soñado que le hacía el amor a su mujer. ¿Y ella accedió?, preguntó el amigo”. Nótese la fina percepción que Juan Cueto siempre tiene de las cosas. El hombre soñó que …

Y en la tercera parte, la del “Bestiario”, volvemos al catauro de virtudes y defectos de la fauna, pero siempre con humos, siempre con fineza. Y dice sobre la sanguijuela, en la que ya ni pensamos, a menos que nos refiramos a un ser humano con tan horribles propensiones. “Hoy la pobre sanguijuela / está muy venida a menos, / pero en tiempos de mi abuela / fue asistente de galenos.” O la increíble ocurrencia al hablarnos del rinoceronte: “Eres la prueba evidente / de que comer vegetales / es sustento suficiente, / y que regímenes tales / suelen prevenir los males / de una dieta deficiente.” O juegos de palabras tan divertidos (no olvidemos que son “divertimentos”) como el de la nutria: ¿De qué se nutre la nutria? / un desnutrido indagó. Se nutre de lo que nutra / sin saber que le nutrió.”

Para pasar un momento inolvidable, salir del ciclo infernal de estos tiempos de alevosía y oscuridades, nada como estos Divertimentos de Juan Cueto. Y lo digo sin que en esto influya el hecho de que sea uno de mis buenos y admirados amigos. Solté carcajadas y hasta me entretuve tratando de llevar al francés algunas de estas exquisitas y bien llevadas (literariamente hablando) ocurrencias. Para leerlo completo piense en pedirlo a la Editorial Silueta, que suma a su catálogo, una nueva joya que vale la pena devorar … como la nutria para nutrirnos no de todo lo que nutra sino sólo de aquello que nutra bueno y nutra bien.


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