La majestuosa arquitectura de la Gran Vía - Madrid
© fotos William Navarrete
Nada que no conozca quien haya visitado Madrid.
En mi caso, con tantas veces que he recorrido la
Gran Vía de la capital de España nunca me había detenido en ver en detalle cada
uno de sus majestuosos edificios, orgullo de la arquitectura de las primeras
décadas del siglo XX.
Durante mi estancia reciente en Madrid decidí
recorrer un día la calle desde la Plaza de España hasta la calle de Alcalá. Sin
prisa ni otro objetivo que detenerme delante de cada rascacielos para ver sus
extravagantes detalles. Tal vez sea esa la palabra que define a la arquitectura
española: extravagancia. No hay sopesada racionalidad, como sucede en edificios
de la misma época en Francia o en otras partes. A cada arquitecto le dio por lo
que le dio, y de pronto, sin justificación, aparecen enormes esculturas de
bronce y un sinfín de detalles en lo alto de las cornisas que van más allá del simple
eclecticismo. Una especie de desmesura y de mezcla de gran extravagancia.
Aquí van algunos de esos edificios que ya son
iconos de la gran arteria capitalina. Fotografiados por mí durante mi recorrido
no exhaustivo.
Le sigue el Ocharán (1916-1917, inconfundible por el anuncio de Rolex, con mansardas de zinc a la francesa, aunque decoración inspirada del plateresco, y mirador dúplex abierto, estilo loggia italiana).
El edificio del marqués de Urquijo
(1917-1919, con su torreón circular coronado con balaustrada de pináculos de
bolas herrerianas).
La perspectiva del Metrópolis y el Ocharán vistos desde el entronque con la calle de Alcalá
es de las más hermosas.
El Matesanz
(1919-1923, encargado por el multimillonario vallisoletano de este apellido para
tienda de almacenes y oficinas, al estilo de los grandes almacenes de neoyorkinos
en que se mezclan elementos clasicistas con otros modernos como el acero y el
cristal en ventanales y miradores).
El de Ramón
Saíz de Carlos (1923-1926, actual hotel Regente, con fachada de gran
sencillez, y los tres primeros niveles dedicados al espacio comercial y rematados
por un balcón corrido sin grandes aditamentos decorativos).
La Compañía
Telefónica (1926-1929, inconfundible por su estilo propio, su recatada
decoración en la que no se destacan ni siquiera alféizares para las ventanas de
los primeros siete pisos y que por mucho tiempo fue el edificio más alto de
España)
El cine
Callao (1926, realizado por el arquitecto Luis Gutiérrez Soto, en art-decó
de influencia francesa pues el arquitecto había visitado la Exposición
Universal de París de 1925, destacándose el fanal esquinero para llamar la
atención del viandante, siendo la decoración de los paneles en forma de
brocados también de inspiración francesa al estilo de Jacques-Emile Ruhlmann).
El edificio
Carrión y cine Capitol (1931-1933, con perfil audaz y muy moderno con forma
de proa de barco inspirada de la arquitectura berlinesa de la década de 1920, en
particular, de Mendelsohn y su edificio para la editorial Rudolf Mosse).
Edificio
de Vicente Patuel (1925-1927, con sus tres primeros niveles de zócalo comercial y en
donde se encontraba el café Zahara, que como muchos cafeses de la Gran Vía han
cedido espacio a tiendas insulsas y sin ningún interés que se han cargado la
decoración interesantísima de los antiguos locales que ocupaban las dos
primeras plantas).
Las
antiguas oficinas de Jesús de Murga y viviendas (1914-1916, entre las
calles Fuencarral y Hortaleza, de estilo barroco atenuado, y cuyo mirador
original sufrió mutilación, siendo sustituido por una barandilla metálica sin
gran interés).
Edificio
del marqués de Falces (1920, actual hotel Atlántico, cuya superposición de volúmenes crea una
sensación de altura acentuado por las columnas corintias que recorren el cuerpo
esquinero hasta el mirador que le sirve de remate).
Antiguo hotel Alfonso XIII (1921-1923, ahora Tryp Cibeles, también con torreón esquinero).
El hotel Emperador (1944, en el lote de una misma manzana en que se construye el teatro Lope de Vega).El antiguo Banco Hispano de la Edificación (1930-1933, rematado con la estatua de un coloso de casi 8 metros de altura, obra del escultor palentino Victorio Macho).
Edificio
de La Unión y el Fénix (1944, rematado en el torreón esquinero por una escultura que es el
emblema de esta antigua empresa).
El Rialto
(1929, con cúpulas pequeñas en forma de piñas y sobria fachada de volúmenes
desnudos, siendo uno de los cines más modernos del continente, inspirado en su
decoración interior del Roxy y el Paramount de Nueva York).
En la
prolongación de la Gran Vía, llamada
calle Princesa:
El edificio
Torre de Madrid (1954-1960, en donde vivió durante mucho tiempo, y una
tarja lo recuerda, el cineasta Luis Buñuel, siendo el sexto edificio más alto
de la capital y aunque no forma parte ya de la Gran Vía – pues después de la
Plaza de España cambia de nombre por Princesa – decidí incluirlo por cierra la
visual de la gran avenida, actualmente vivienda y hotel).
El edificio
España (1948, que tampoco forma parte de la Gran Vía, sino del final de
ésta y comienzo de la calle Princesa. Lo incluyo por su monumentalidad. Fue
originalmente el hotel Plaza y se vendió recientemente al multimillonario chino
Wang Jianlin, quien posee la mayor fortuna de ese país, propietario de un
desmesurado grupo hotelero y con el 20% de acciones en el club de fútbol
Atlético de Madrid. Dicho chino pretendía desmantelarlo completamente y
construir uno de esos horrores que se ven en Shangai, Pekín y otras ciudades de
su país, pero inicialmente el Ayuntamiento de Madrid le obligó a conservar las
fachadas frontales y laterales, cosa que al chino no le gustó. Empezó un tira y
encoje, hasta que el Ayuntamiento, es decir los políticos corruptos, estaba
dispuesto a bajarse los pantalones y a rebajar el grado de protección del
edificio del nivel 2 al 3, es decir, de “estructural” a “parcial”. Afortunadamente
chocaron con la campaña llevada a cabo a partir de la plataforma Change.org del
ciudadano José María Villalobos Matilla, apoyada por la ONG Ecologistas en
Acción y varias asociaciones que en 2015 pusieron demanda jurídica al equipillo
de Ana Botella y lograron detener la operación fraudulenta. Por suerte, otro
grupo le compró al susodicho chino el edificio, con significativas pérdidas
para este último, y luego se vendió al grupo hotelero Riú que ha hecho un
trabajo de restauración formidable, convirtiéndole en el hotel Riú Plaza,
exquisito y que tuvo el placer de visitar en este viaje).
Comentarios
Publicar un comentario