La majestuosa arquitectura de la Gran Vía - Madrid

© fotos William Navarrete

Nada que no conozca quien haya visitado Madrid.

En mi caso, con tantas veces que he recorrido la Gran Vía de la capital de España nunca me había detenido en ver en detalle cada uno de sus majestuosos edificios, orgullo de la arquitectura de las primeras décadas del siglo XX.

Durante mi estancia reciente en Madrid decidí recorrer un día la calle desde la Plaza de España hasta la calle de Alcalá. Sin prisa ni otro objetivo que detenerme delante de cada rascacielos para ver sus extravagantes detalles. Tal vez sea esa la palabra que define a la arquitectura española: extravagancia. No hay sopesada racionalidad, como sucede en edificios de la misma época en Francia o en otras partes. A cada arquitecto le dio por lo que le dio, y de pronto, sin justificación, aparecen enormes esculturas de bronce y un sinfín de detalles en lo alto de las cornisas que van más allá del simple eclecticismo. Una especie de desmesura y de mezcla de gran extravagancia.

Aquí van algunos de esos edificios que ya son iconos de la gran arteria capitalina. Fotografiados por mí durante mi recorrido no exhaustivo.


Está el Metrópolis (1906, en cuya decoración participaron muchos escultores franceses provenientes de la Ecole des Beaux-Arts, razón por la cual el edificio tiene ese aire afrancesado, incluso en el Ave Fénix cabalgada por un muchacho, obra de Saint Marceaux, repujada en París por Alexandre Brosset). 

Le sigue el Ocharán (1916-1917, inconfundible por el anuncio de Rolex, con mansardas de zinc a la francesa, aunque decoración inspirada del plateresco, y mirador dúplex abierto, estilo loggia italiana).

El edificio del marqués de Urquijo (1917-1919, con su torreón circular coronado con balaustrada de pináculos de bolas herrerianas).

La perspectiva del Metrópolis y el Ocharán vistos desde el entronque con la calle de Alcalá 

es de las más hermosas.

El Matesanz (1919-1923, encargado por el multimillonario vallisoletano de este apellido para tienda de almacenes y oficinas, al estilo de los grandes almacenes de neoyorkinos en que se mezclan elementos clasicistas con otros modernos como el acero y el cristal en ventanales y miradores). 

El de Ramón Saíz de Carlos (1923-1926, actual hotel Regente, con fachada de gran sencillez, y los tres primeros niveles dedicados al espacio comercial y rematados por un balcón corrido sin grandes aditamentos decorativos).

La Compañía Telefónica (1926-1929, inconfundible por su estilo propio, su recatada decoración en la que no se destacan ni siquiera alféizares para las ventanas de los primeros siete pisos y que por mucho tiempo fue el edificio más alto de España)

El cine Callao (1926, realizado por el arquitecto Luis Gutiérrez Soto, en art-decó de influencia francesa pues el arquitecto había visitado la Exposición Universal de París de 1925, destacándose el fanal esquinero para llamar la atención del viandante, siendo la decoración de los paneles en forma de brocados también de inspiración francesa al estilo de Jacques-Emile Ruhlmann).

El edificio Carrión y cine Capitol (1931-1933, con perfil audaz y muy moderno con forma de proa de barco inspirada de la arquitectura berlinesa de la década de 1920, en particular, de Mendelsohn y su edificio para la editorial Rudolf Mosse).

Edificio de Vicente Patuel (1925-1927, con sus tres primeros niveles de zócalo comercial y en donde se encontraba el café Zahara, que como muchos cafeses de la Gran Vía han cedido espacio a tiendas insulsas y sin ningún interés que se han cargado la decoración interesantísima de los antiguos locales que ocupaban las dos primeras plantas).

Las antiguas oficinas de Jesús de Murga y viviendas (1914-1916, entre las calles Fuencarral y Hortaleza, de estilo barroco atenuado, y cuyo mirador original sufrió mutilación, siendo sustituido por una barandilla metálica sin gran interés).

Edificio del marqués de Falces (1920, actual hotel Atlántico, cuya superposición de volúmenes crea una sensación de altura acentuado por las columnas corintias que recorren el cuerpo esquinero hasta el mirador que le sirve de remate).

Antiguo hotel Alfonso XIII (1921-1923, ahora Tryp Cibeles, también con torreón esquinero).

El hotel Emperador (1944, en el lote de una misma manzana en que se construye el teatro Lope de Vega).

El antiguo Banco Hispano de la Edificación (1930-1933, rematado con la estatua de un coloso de casi 8 metros de altura, obra del escultor palentino Victorio Macho).

Edificio de La Unión y el Fénix (1944, rematado en el torreón esquinero por una escultura que es el emblema de esta antigua empresa).

El Rialto (1929, con cúpulas pequeñas en forma de piñas y sobria fachada de volúmenes desnudos, siendo uno de los cines más modernos del continente, inspirado en su decoración interior del Roxy y el Paramount de Nueva York).

En la prolongación de la  Gran Vía, llamada calle Princesa:

El edificio Torre de Madrid (1954-1960, en donde vivió durante mucho tiempo, y una tarja lo recuerda, el cineasta Luis Buñuel, siendo el sexto edificio más alto de la capital y aunque no forma parte ya de la Gran Vía – pues después de la Plaza de España cambia de nombre por Princesa – decidí incluirlo por cierra la visual de la gran avenida, actualmente vivienda y hotel).

El edificio España (1948, que tampoco forma parte de la Gran Vía, sino del final de ésta y comienzo de la calle Princesa. Lo incluyo por su monumentalidad. Fue originalmente el hotel Plaza y se vendió recientemente al multimillonario chino Wang Jianlin, quien posee la mayor fortuna de ese país, propietario de un desmesurado grupo hotelero y con el 20% de acciones en el club de fútbol Atlético de Madrid. Dicho chino pretendía desmantelarlo completamente y construir uno de esos horrores que se ven en Shangai, Pekín y otras ciudades de su país, pero inicialmente el Ayuntamiento de Madrid le obligó a conservar las fachadas frontales y laterales, cosa que al chino no le gustó. Empezó un tira y encoje, hasta que el Ayuntamiento, es decir los políticos corruptos, estaba dispuesto a bajarse los pantalones y a rebajar el grado de protección del edificio del nivel 2 al 3, es decir, de “estructural” a “parcial”. Afortunadamente chocaron con la campaña llevada a cabo a partir de la plataforma Change.org del ciudadano José María Villalobos Matilla, apoyada por la ONG Ecologistas en Acción y varias asociaciones que en 2015 pusieron demanda jurídica al equipillo de Ana Botella y lograron detener la operación fraudulenta. Por suerte, otro grupo le compró al susodicho chino el edificio, con significativas pérdidas para este último, y luego se vendió al grupo hotelero Riú que ha hecho un trabajo de restauración formidable, convirtiéndole en el hotel Riú Plaza, exquisito y que tuvo el placer de visitar en este viaje).










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