Siempre nos quedará Aranjuez / El Nuevo Herald

Aquí les dejo mi crónica de viaje a Aranjuez, sitio al que volví recientemente durante mi estancia en Madrid y después de más de 20 años de mi primera visita. Como el periódico exige suscripción para leer los artículos entonces se los copio e incluyo el pdf.

Enlace para subscriptores: Siempre nos quedará Aranjuez / William Navarrete / El Nuevo Herald




William Navarrete* / El Nuevo herald / 25 de abril de 2021

Las limitaciones de desplazamiento impuestas por los diferentes gobiernos y Estados del mundo nos han obligado, en estos últimos tiempos, a reinventarnos. También a estudiar las posibilidades de ocupar nuestros momentos de ocio visitando sitios que creíamos conocer, y que en realidad habíamos olvidado o de los que conservábamos un recuerdo que nada tiene que ver con la realidad.

Sucedió recientemente, durante una estancia en Madrid, en que al llegar a la ciudad me enteré de que en España estaba prohibido desplazarse de una comunidad a otra. Una medida que, para los españoles, resultaba completamente absurda (y que sigue en pie en el momento en que escribo este artículo) porque se les autoriza a viajar por avión a París u otras capitales europeas, pero se les impide atravesar la frontera invisible que separa, por ejemplo, a la Comunidad de Madrid de la de Castilla-La Mancha.

De modo que, una vez al tanto de esta lamentable limitación, miré el mapa de la Comunidad en que se encuentra la capital española – desafortunadamente una de las más pequeñas de la península – y me di cuenta de que Aranjuez, su palacio, jardines y otros atractivos, era uno de los pocos sitios a donde podría ir fuera de la gran urbe.

Desde la estación de Atocha, y en menos de una hora, llegué a la estación neomudéjar, ricamente decorada, de Aranjuez. El sitio es mundialmente conocido, no solo por haber sido elegido por Felipe II como residencia palaciega primaveral a finales del siglo XVII (reconstruido luego por Felipe VI, después de un incendio, y ampliado por encargo de Carlos III al arquitecto siciliano Francisco Sabatini, autor, entre otros monumentos, de la célebre puerta de Alcalá y del edificio que es sede hoy del Museo de Arte Contemporáneo Reina Sofía, en Madrid), sino porque en él se inspiró en 1939 Joaquín Rodrigo para componer desde el pequeño estudio de la calle de Saint-Jacques donde vivía en París, su célebre Concierto de Aranjuez para guitarra y orquesta.

La ventaja de esta época de restricciones – si ventaja hubiere – es que podemos recorrer a nuestras anchas monumentos y lugares de costumbre se encuentran muy concurridos sin las molestias que ocasiona el turismo de masas y al atiborramiento que generan largas colas y esperas. Aranjuez estaba literalmente desierto. El palacio y sus jardines prácticamente vacíos.

La residencia real, a orillas del río Tajo, se compone de una sucesión de salas a la Versalles, que atesoran un rico mobiliario ecléctico y unos cuantos lienzos y frescos interesantes de artistas como Luca Giordano, Francisco Bayeu, Mariano Salvador Maella, Jan Brueghel el Viejo, Martínez del Mazo y otros; además de esculturas de Antoine Coysevox, péndulos franceses estilo Imperio, tapices de manufacturas belgas, entre otras piezas valiosas.

De todas las estancias, es el llamado Gabinete de Porcelana la más interesante. Las paredes, paneles, lámparas y otros elementos fueron concebidos en porcelana proveniente de la Real Fábrica del Buen Retiro, en un estilo que mezcla el rococó con los chinesco, a cargo del escultor florentino Giuseppe Gricci. Al detallar la abigarrada decoración, en la que abundan animales, flores, frutas, árboles y escenas mundanas, podemos observar que los rasgos de los personajes se asemejan a los de los chinos, pero las expresiones de sus rostros son perfectamente italianas.

Separado del palacio por las aguas del río Tajo y el curso artificial de una ría que lo rodea, el Jardín de la Isla, así llamado por esta razón, está dividido en parterres de diferentes dimensiones ornamentados con fuentes, conjuntos escultóricos, kioscos, una pajarera y columnatas deleite de viandantes durante los veranos sofocantes. Se pasean por allí parejas de pavos reales, que duermen en los grandes magnolios.

Del otro lado del puente y después del mítico restaurante El Rana Verde, se encuentran los Jardines del Príncipe, que ocupan unas 150 hectáreas, concebido según el arte del paisajismo inglés y francés, con pabellones, huertas, parterres y alamedas románticas en otoño, floridas en primavera. En la sección conocida como “islas asiáticas” encontraremos especies botánicas exóticas traídas por Carlos IV, un cenador chinesco en medio de un lago, obeliscos, fuentes y estatuas.

Es allí donde encontramos el Museo de las Falúas Reales, es decir, de las embarcaciones espectaculares que utilizaban los reyes de España para navegar por las aguas de ríos y estantes. También la llamada Casa del Labrador, una especie de pabellón construido por Carlos IV después de 1800, un poco como los Trianones de Versalles y otros pabellones similares de palacios reales europeos.

Pero Aranjuez es también un centro urbano perfectamente reticulado que se extiende desde la plaza Mayor, en donde hay un bien surtido mercado techado, hasta las explanadas del palacio y en el que podemos apreciar no pocas casas de arquitectura tradicional de techumbres de tejas y otros edificios monumentales como la Casa de los Oficios y la de los Caballeros, completamente porticados y ocupados por instituciones municipales y viviendas.

Puede visitarse también alguna que otra corrala o edificio vecinal con baños y otros servicios comunales, algunos palacetes de nobles, la iglesia de San Antonio de planta circular o la muy antigua iglesia de la Virgen de las Angustias, que originalmente era la parroquial de un poblado medieval llamado Alpajés, que fue absorbido en el momento en que se urbanizó el sitio de Aranjuez.

La cocina arancetana, como es de suponer, tiene que ver con las tradiciones de la monarquía. El faisán y la trucha son los platos fuertes típicos. Los espárragos, introducidos en el siglo XVIII por un jardinero desde Holanda, acompañan muy a menudo, servidos con diferentes salsas, los platos. Y entre las frutas la predilecta es la fresa, y existe incluso un llamado Tren de la fresa, inaugurado en 1851 por la reina Isabel II. A bordo de vagones de madera de principios del siglo XX los pasajeros viajan desde Madrid a Aranjuez los fines de semana de primavera y otoño y durante la estación en que se cosecha esta fruta reciben canastas de fresones del Tajo cuando viajan mientras asisten a representaciones teatrales de cómo se viajaba en otros tiempos.

* Escritor franco-cubano residente en París


Comentarios

Entradas más populares de este blog

Entrevista en Madrid a Margarita Larrinaga / por William Navarrete / Madrid

Entrevista in extenso à SAR Gran Duquesa María Teresa de Luxemburgo - Para Cubanet

Genealogías de la región de Holguín / William Navarrete / ed. UnosOtros - Miami