Un excelente libro sobre la Orquesta Aragón, mi reseña en "El Nuevo Herald"
Reseño para El Nuevo Herald este libro de ensayo del investigador cubano Gaspar Marrero (quien vive en Sancti Spíritus) sobre la legendaria Orquesta Aragón, fundada en Cienfuegos en 1939. Libro recién publicado por la editorial Unos y Otros en Miami (que utiliza el nombre Unosyotros). La edición digital del periódico es mucho más completa, en cuanto a fotos y demás, que la impresa.
Aquí les dejo ambas. Y el artículo
copiado abajo para los que no puedan leerlo en el periódico.
Enlace El Nuevo Herald digital:
La Aragón, reina de las orquestas de Cuba / William Navarrete / El Nuevo Herald / 8 de septiembre 2021La Aragón, reina de las orquestas cubanas
* William Navarrete / El Nuevo Herald / 8 de septiembre de 2021
Como afirma Cristóbal Díaz Ayala, prologuista
del libro La reina de las charangas. La orquesta Aragón (Ed. Unosyotros,
Miami, 2021), abundan las biografías de cantantes, pero escasean los ensayos
sobre las orquestas cubanas.
Se trata de un documentado estudio del
investigador y escritor Gaspar Marrero, quien recorre la historia de esta
célebre orquesta desde su fundación en la ciudad de Cienfuegos, el 30 de
septiembre de 1939, hasta nuestros días. Una agrupación considerada como
“orquesta insigne de Cuba” con la que han bailado varias generaciones de
cubanos.
El autor se remonta a los orígenes
franceses de la villa de Cienfuegos, en 1819, a orillas de la bahía que
llevaría también su nombre. La impronta de aquellos colonos en la música
permitirá el nacimiento de las “charangas a la francesa” que constituyen la
base de futuros ritmos cubanos, incluidos la contradanza del siglo XIX, y luego
el danzón, el son (con el nacimiento posterior de los sextetos y septetos) y el
danzonete (que salvó prácticamente a las charangas y a su predilección por
flautas y violines).
Gracias a la minuciosa investigación de
Marrero, podemos rastrear los orígenes de los primeros músicos que integraron
la orquesta. En 1939, surge la Orquesta Rítmica 39 con el violinista Gilberto
de la Rosa, el pianista Generoso Jiménez, el bajista Orestes Aragón, además de
Alberto Sáez en el güiro y Cheo Díaz en la tumbadora. Se suman luego Filiberto
Depestre Méndez (primer violín), René Candelario González (segundo violín),
Orestes Varona (timbales), y Noelio Morejón, Efraín Loyola y el cantante Pablo
Romay. Es entonces que empieza a llamársele Rítmica Aragón, por Orestes Aragón
Cantero (nacido en Cienfuegos, en 1910), quien se ocupaba de los contratos y de
la parte administrativa y también era carpintero, pues no se podía ser músico a
tiempo completo. Hasta que en 1943 se le llamó definitivamente “Aragón”.
Abundan los testimonios sobre su primer
director, no solo por parte de músicos, sino de su propio hijo Lázaro Aragón. Y
también sobre Rafael Lay, quien entró con menos de 15 años en 1943 sustituyendo
a Depestre en el primer violín. En esa década de 1940 la orquesta tocaba en
Cienfuegos y en pueblos de Las Villas, pero seguía siendo una agrupación local.
Entran nuevos músicos y, como sucede siempre, salen otros, de los que el ensayo
da cuenta cada vez (como Guido Sarría o Chachi Rivalta), pero también, en 1948,
enferma Aragón y el médico le aconseja que deje la orquesta. Fue entonces que,
por unanimidad, Lay asume su dirección con apenas veinte años.
Viene luego la irrupción en la década de
1950 del chachachá, género que consagra a la Aragón en la escena nacional. Sus
primeros fonogramas, según el propio Cristóbal Díaz Ayala, datan de junio y
julio de 1953, grabados en los estudios de la CMQ y encabezados por El agua
de Clavelito, en una época en que Lay ya había obtenido de Enrique Jorrín,
el creador del chachachá, un vasto repertorio de composiciones. A estos siguen
las grabaciones de otros éxitos por la RCA Victor como Baila Vicente, Cero
codazos, cero cabezazos, Cuatro vidas y Los tamalitos de Olga.
Desde ese momento, la orquesta despuntó
en la capital y no ha parado de cosechar éxitos. La clave la da el propio Lay
quien afirma que la disciplina férrea la aprendieron de Aragón quien no
permitía que los músicos se dieran un trago. “Era una orquesta de malta Hatuey,
Maltina y refrescos”, cita el libro. Y con La Habana, y tras sus primeras
presentaciones en 1955, en Los Mamoncillos de La Tropical y en el Club Marianao
Social, llegarán presentaciones en España, Argentina, México, Venezuela y Estados
Unidos a lo largo de la década.
A partir de ese momento, la Aragón siguió
tocando, grabando y recibiendo premios que solían otorgarse entonces en la
radio y la televisión. Sobre todo, creando un estilo propio, fruto de la
combinación de varios elementos. Ya en los 1960 la orquesta explora nuevos
ritmos de moda, como el mozambique (de Pello el Afrokán), el pilón (de Pacho
Alonso y Enrique Bonne), el dengue (de Pérez Prado) o el pacá (de Juanito
Márquez).
En la década de 1970, la Aragón se
presenta en latitudes tan distantes y entre públicos tan disímiles como los de
Japón, Chile, España, Guinea o Tanzania. El libro nos ofrece crónicas
periodísticas del paso de su música por muchos de estos lugares, ya sea en
giras o festivales, así como de los nuevos integrantes que van surgiendo.
Con la muerte de Lay, en 1982, y bajo la
dirección de Richard Egües, la orquesta toma conciencia de que su supervivencia
es necesaria porque son ya “patrimonio” musical de una nación. A modo de
epílogo el autor cuenta cómo 80 años después siguen tocando y representando a la
música cubana en todas partes con una nueva generación de músicos.
Al final de su libro, Gaspar Marrero
ofrece la discografía exhaustiva de la Aragón, las piezas compuestas por
algunos de sus integrantes, así como una videografía y una rigurosa
bibliografía que convierten a este ensayo en la mejor referencia sobre una
orquesta que es, a su vez, una auténtica institución musical.
* Escritor franco-cubano establecido en París
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