Una entrevista a Yolanda Farr / Cubanet
Aquí les dejo una entrevista a Yolanda Farr, actriz cubao-española que vive en Málaga, y a la que accedí gracias al amigo Juan Cueto quien mantiene estrecha amistad y vínculos de colaboración con ella. La entrevista ha sido muy bien acogida pues a Yolanda Farr muchos la recuerdan todavía con admiración y cariño.
Aquí
les dejo una entrevista a Yolanda Farr, actriz cubao-española que vive en
Málaga, y a la que accedí gracias al amigo Juan Cueto quien mantiene estrecha
amistad y vínculos de colaboración con ella. La entrevista ha sido muy bien
acogida pues a Yolanda Farr muchos la recuerdan todavía con admiración y
cariño.
Llegó
a Cuba con apenas 9 años, acompañada por su padre originario de Monforte de
Lemos (Galicia) y sus madres, unas mellizas alemanas nacidas en Berlín, en
épocas del káiser Guillermo II. Insisto en el plural porque ella misma lo
rectificó un par de veces durante nuestra conversación y ya veremos por qué. Se
inició muy joven en el mundo artístico, pues a los 12 años ya trabajaba en programas
infantiles. Y tuvo su verdadera consagración en el cine en los primeros años de
la convulsa década de 1960 en la Isla. Cuando la autorizaron a regresar a su
tierra natal, en 1967, tuvo una segunda vida con triunfos y mucho
reconocimiento en España, en donde hizo cine y protagonizó no pocas piezas de
teatro en las que actuó junto a los grandes de la escena española y compartió
con los mejores directores de las tres últimas décadas del siglo XX.
Yolanda
Farr (Madrid, 1940) conserva vívidos los recuerdos de una larga y prolífica
carrera dedicada al arte. Hoy vive retirada en la costa andaluza junto a su
compañero de los últimos 50 años, el fotógrafo y pintor Jesús Alcántara, de
origen malagueño, razón por la que se instalaron hace 9 años en la ciudad natal
de Pablo Picasso. Desde el comienzo de nuestro encuentro me pide que nos
tuteemos, en el mejor estilo llano y cálido de madrileños.
-
Vamos a empezar al revés, o sea, desde el presente. Después de haber salido
de Cuba hace ya más de medio siglo, supongo que son pocas las cosas que extrañas
de los años habaneros. ¿Te queda alguna añoranza?
Me
quedan muchas y supones mal. Figúrate que pasé los años más importantes de mi
vida en esa isla, a donde llegué a bordo del vapor Habana en 1949. Conservo
todo el amor a lo genuino de ese sitio y a su maravillosa gente, al cubano de
aquel entonces que vivía con las puertas abiertas y las manos tendidas para
dar.
Viví
19 años en el barrio de Ampliación de Almendares, o lo que antes se llamaba
así, al oeste de La Habana, en lo que es hoy la esquina de las calles 13 y 70.
Aún recuerdo el recorrido de la guagua de la ruta 30 desde el Vedado, pasando
por el puente Almendares y adentrándose en el barrio en donde vivía, muy cerca
del cine Metropolitan. Estudié en la academia Cima, cerca de mi casa, y me
llevaban al parque de atracciones Coney Island y al balneario de La Concha, en
la playa de Marianao.
-
¿Cómo llega Cuba a la vida de tus padres y tu familia?
En
1916, con 14 años, viaja mi padre como polizón en un barco que hacía la
travesía Vigo – La Habana. Como muchos españoles de entonces iba a América
buscando mejores condiciones de vida. Allí, con el tiempo y después de mucho
esfuerzo, se convirtió en uno de los socios del célebre cabaret Sans Souci, en
la carretera de Arroyo Naranjo, en donde se presentaba lo mejor del mundo
musical. Entre los artistas contratados por aquel cabaret se hallaba la pareja
de baile formada por Dorchen y Jenny, dos hermanas mellizas berlinesas, conocidas
artísticamente como las Pfarry Sisters, quienes habían llegado a la Isla en
1925 acompañadas por su familia de músicos clásicos alemanes. Estas dos hermanas,
con el tiempo se convertirán en mi madre y mi tía, que de tan inseparables las
consideraba a ambas como a una misma persona y es la razón por la que digo que
son mis “madres” en plural.
Entonces
sucedió lo que es corriente en la vida y que uno cree que solo ocurre en las
novelas de Corín Tellado: mi padre, que estaba casado con la hija del hombre
que lo había puesto en contacto con su asociado norteamericano, se enamora de
una de las hermanas, trata de divorciarse de su esposa, pero ésta se niega a
aceptar la demanda, provocando esto la fuga de los tres, mi padre y las dos
hermanas, rumbo a Puerto Rico, en donde el dúo actuó en teatros y salas de
espectáculos, pero no solo en esta encantadora isla, sino también en Costa
Rica, Panamá, Venezuela, México y, por último, Guatemala, país del descalabro
final de aquella aventura tras el fracaso en una aldea de la selva de El Petén.
Allí habían montado, al aire libre, un escenario improvisado con pantalla de
cine incorporada en la cual se proyectaría una película de vaqueros de la
época. Siendo sin duda la primera vez que el público tenía esa experiencia, al
entrar en pantalla los cowboys empuñando sus pistolas el “selecto” público
decidió desenfundar también sus armas y destrozar la pantalla a balazos. Así
que esa noche no hubo “fin de fiesta”. Viendo este desastre en 1932, el trío decidió
buscar un mejor futuro en Europa.
Entonces vio la luz en la España de la posguerra con toda la carga
histórica que ese periodo representa …
¡Y
cómo! Figúrate que quien iba a ser mi padre y las dos hermanas llegaron a una
España sacudida por los sismos políticos, y muy polarizada. Mi padre estuvo en el
frente del lado de la República. Durante su ausencia las hermanas resistieron a
los bombardeos, las hambrunas y los desmanes de la guerra civil. Considerado
como “rojo”, como le llamaban entonces, sufrió persecución y fue internado año
y medio en uno de los campos de concentración aledaños a Madrid, hasta que se
le declaró inocente y fue liberado en 1940. Franco consolidaba entonces su
poder y yo nací en el momento en que tuvo lugar la entrevista de Hendaya, en
que el Caudillo se encuentra con Hitler y firma el acuerdo de neutralidad o de
no beligerancia de España en la Segunda Guerra Mundial. Mi familia logra
reanudar su vida artística, pero el clima era muy hostil: los censores
revisaban con lupa todo y prohibían aquello que les parecía una alusión negativa
al franquismo o un atentado a la decencia. Fue entonces que mi padre decide
regresar con nosotras tres a Cuba, en 1949.
-
Empieza muy temprano su vida artística en La Habana de la década de oro, es
decir, la de 1950, en que por un lado la ciudad vivía un apogeo cultural y
económico extraordinarios, y comenzaba también un periodo de inestabilidad
política.
En
España, antes del viaje a Cuba, acompañé a las hermanas Pfarry en una gira de
seis meses con la compañía de mariachis de Irma Vila, en la que me dieron
incluso el papel de una niña que atravesaba el escenario con una cesta de
flores para depositar a los pies de la Virgen Guadalupana. Mi debut artístico a
los 5 años.
Cuando
desembarcamos en La Habana vivimos por poco tiempo en casa de mi abuela alemana
que había permanecido en la isla y a quien sus hijas no veían desde hacía casi
dos décadas. Jenny Yeck, mi abuela materna, se había casado con un mulato
cubano, José Orozco, que practicaba la brujería y que, para colmo, era el propietario
del famoso Teatro Shanghai, conocido por sus espectáculos subidos de tono.
A
los 12 años ya actuaba yo en grupos infantiles. Tomé clases de
ballet desde muy temprano con Fernando Alonso, una carrera que se malogró por
un accidente que tuve en la playa de La Concha al lanzarme desde una especie de
trampolín que había en el agua. Como mi padre pertenecía a quienes se oponían
al franquismo nuestros primeros contactos en Cuba fueron con gente afín a sus
ideas, entre ellos, el actor Alejandro Lugo del que conservo muy lindos
recuerdos. También con la actriz Ana Lasalle quien, al ser española emigrante, conocía
a mis padres desde la época madrileña en que trabajaron en revistas en las que
ella era vedette, reanudando los contactos más tarde, en La Habana. Ella y
Alejandro fueron los que lucharon para quitarme ese ceceo tan español.
A fines de aquella misma década había sido contratada
para trabajar en Holliday in Havana, un espectáculo del cabaret Copa
Room del hotel Riviera, y meses después en el cabaret Caribe del recién
inaugurado hotel Habana Hilton, en donde bailaba con Harold Cole, experiencia
de efímera existencia y no muy grato recuerdo por lo poco honesto de las
intenciones de mi compañero.
- ¿Cómo percibió entonces aquellos primeros años después
del triunfo de la revolución de 1959?
Yo vivía ajena al mundo o más bien sumergida en el
ambiente que me interesaba. En esa época tenía como mentor al gran actor Homero
Gutiérrez, gracias al cual empecé a trabajar en la TV con pequeños papeles en Casos
y cosas de casa, Pedro el polaco, o en una novela llamada Mamá,
dirigida por Marcos Behemaras y en la que tenía papel fijo. En eso andaba
cuando triunfa la gesta del 1959 y en agosto de ese año, en la sala Arlequín, trabajo
como primera vez de actriz en la pieza Una choza para tres. Junto a
Homero participé en varias obras de teatro hasta la hecatombe final en 1960, en
que él fue acusado por la Seguridad del Estado de contrarrevolucionario, condenado
y encarcelado en el Presidio Modelo de isla de Pinos. Y con eso llegó también
mi ostracismo. Mi mundo en la actuación parecía haberse terminado cuando una
furibunda Violeta Jiménez me espetó en la entrada de CMQ, a voz en cuello, que
mi presencia en aquel lugar quedaba prohibida por “gusana”. Ese fue el
principio de un veto que duró desde finales del 60 a principios del 63.
- Pero poco después actúas en importantes películas que
han marcado el cine cubano de la década de 1960, como Cuentos del Alhambra
(1963) de Manuel Octavio Gómez y trabajaste incluso con Francisco Morín en la
pieza La endemoniada, ese mismo año …
En efecto, ocurrió un milagro. Yo me reunía con un grupo
de poetas en una especie de tertulia clandestina a la que me había invitado
Carilda Oliver Labra y a la que pertenecían también Teresita Fernández, Roberto
Cazorla, Julio Trujillo y Humberto Mitjans. Fue este último, de quien no
sospechábamos que trabajaba para el gobierno por
pertenecer al Ejército Rebelde quien, siendo a la vez tremendamente humano, al
escuchar mi historia decidió intervenir para que se me reintegrara al mundo de
la cultura. Fue entonces que llegué a la sala Prometeo, en donde hacía sus
puestas Francisco Morín, y en donde gracias a la mistad y apoyo de José Triana
y su hermana Gladys Triana pude volver, por así decirlo, a la vida. Morín,
impresionado por mi historia, me ofreció inmediatamente el protagónico de las
obras Tierra baja y La Endemoniada.
Mi gran éxito.
- Vinieron luego grandes momentos y obras, pero ya sabías
que Cuba había terminado, que tarde o temprano tendrías que abandonar el país y
rehacer tu vida en otra parte, lejos del ambiente asfixiante y de paranoia de
un régimen radicalizándose. ¿Me equivoco?
Mitjans dirigía en la TV un programa llamado Intermezzo
del que me convertí en asidua invitada, y en el teatro me convertí casi en la
mascota de Morín. Era mi resurgimiento. Con La endemoniada fui nombrada
mejor actriz de teatro en 1963, trabajé en dos puestas del viejo teatro bufo
cubano en el Auditorium de La Habana (luego Teatro Amadeo Roldán) y hasta
Calvert Casey destacó mi interpretación en La isla de las cotorras,
trabajé en un espectáculo del cabaret Tropicana junto a Celeste Mendoza, Mayra
Limonta, Nancy Rubiert y Norma Reyes. Luego llegó la sorprendente propuesta de
Pastor Vega para que actuara en su película En la noche. En 1965, Fausto
Canel me escoge para el elenco de su película Desarraigo, en donde actúo
por primera vez junto a Sergio Corrieri y Reynaldo Miravalles, y cuyo rodaje me
llevó a las minas de níquel de Nicaro, en Holguín. Una película que se atrevía
a criticar el burocratismo del gobierno por lo que fue inmediatamente censurada
y desapareció del circuito cinematográfico, tras negarse Fausto Canel a ceder a
las exigencias del siniestro Alfredo Guevara, que exigía drásticos cortes para exhibirla.
- ¿En qué momento se produjo lo que podríamos llamar el
“desencanto final”?
En 1965 descubrí la creación de las llamadas UMAP
(Unidades Militares de Ayuda a la Producción). Me enteré en vivo porque en el
momento en que organizaron las primeras redadas, una nefasta noche en que me
encontraba con mi amigo Sergio Salom que me esperaba a menudo a la salida del
cabaret del Capri, lugar donde ya llevaba casi dos años trabajando de figura en
Los Tiempos de mamá y papá, junto a María de los Ángeles Santana, Germán
Pinelli y un gran elenco. La cuestión es que el muchacho tenía la costumbre,
después del espectáculo, de acompañarme un buen trecho hasta la parada de la
ruta 30 para volver a mi casa. Esa noche, Sergio, que era un poco andrógino,
fue interpelado por dos policías que se bajaron de una perseguidora y nos separaron,
llevándoselo a él a empujones y gritándole “cacho de maricón”, solo por su
manera de vestir. Cuando al día siguiente me presenté en la estación de policía
cercana al lugar de los hechos para averiguar qué había pasado y dónde estaba
mi amigo de 19 años, me explicaron que el gobierno estaba haciendo redadas para
enviar a esas UMAP de eufemístico nombre a personas desviadas o con actitudes
sospechosas.
Con mucho trabajo y permisos obtenidos gracias a Raquel
Revuelta pude presentarme en la unidad de detención de Sergio. Mi impresión fue
inenarrable. Aquel sitio no tenía nada que envidiar a un campo de concentración
nazi y, en poco tiempo, Sergio no era ni la sombra del alegre muchacho que yo
conocía. Cuando me enseñó sus manos en carne viva mi corazón se rompió.
Resultaba que, por falta de suministro de guantes protectores, tenían que
trabajar la caña y abonarla usando un producto corrosivo y a manos
descubiertas. Por suerte pude sacarlo, pero nunca volvió a ser la persona que
fue. Esa experiencia lo aniquiló.
- Por último, casi como un cierre con “broche de oro”
que ya veremos no fue tal vino Memorias del subdesarrollo, película de
Tomás Gutiérrez Alea en la que actúas en el papel de esposa del personaje que
interpreta Sergio Corrieri. Cuéntanos un poco.
Fui inmediatamente contratada por
Titón para actuar en esta película. Aunque se dice que el filme data de 1968,
en realidad fue filmado en 1966 y la prueba es que mi billete de avión de
salida definitiva de Cuba es del 1967 y lo conservo. El caso fue que, en
aquella película trabajé muy duro, pero al irme del país en el momento en que se
terminó el rodaje retardaron su estreno mucho tiempo con el fin de que el
público me olvidara entre tanto. No era buena publicidad para el gobierno que
una persona famosa abandonara el país.
Muchos años después, en los 1980, me hallaba en San
Sebastián actuando cuando un amigo me comentó que estaban proyectando en un
cine Memorias del subdesarrollo. Yo nunca había visto la película
terminada pues en aquella época no existían los recursos audiovisuales de hoy.
Así que le comenté que me encantaba la idea de verla porque yo actuaba en ella.
¡Cuál no fue mi sorpresa y consternación al descubrir que las escenas
principales de mi actuación habían sido eliminadas! La escena en el penthouse
del edificio Naroca, el apartamento de la pareja burguesa que yo interpretaba
junto a Sergio Corrieri, la del Coney Island, de las que por suerte conservo
fotos, entre otras. Solo dejaron la despedida en el aeropuerto con un plano mío
tomado por la espalda mientras avanzo hacia el avión y la voz en off de
la escena del Naroca en un momento en que Sergio Corrieri se mira largamente en el espejo. Incluso mi nombre había desaparecido
de los créditos (aunque años más tarde fue repuesto). La cuestión es que quedé atónita.
Este tipo de experiencia es traumática porque si uno no
está cuerdo termina por creer que lo ha soñado todo, que nada de aquello
existió. Grande fue mi decepción y sigue siéndola. Titón murió en 1996. Nunca
tuve una explicación suya de lo sucedido. Sospecho que Alfredo Guevara presionó
para censurar partes de la cinta. El mismo Guevara al que unos años antes,
cuando la película Desarraigo en la que yo actuaba fue presentada en Festival
de San Sebastián (en donde por cierto recibió honores), le había sugerido que
me permitiera ir en representación de Cuba, y sobre todo tratándose de España,
mi país natal. Entonces me respondió que él no me autorizaba a viajar porque “era
probable que no regresara [a Cuba]”.
Luego comenzó mi odisea para salir de la isla, pues a
pesar de continuar siendo ciudadana española se me retuvo en el país por más de
un año, so pretexto de que existía una causa judicial contra mí por parte del
Estado cubano. Causa fantasma, pues nunca salió
a la luz. Finalmente pude irme del país un 23 de
diciembre de 1967. Te ahorro los detalles.
- ¿Cómo fueron los primeros pasos de vuelta a España?
¿Acaso el franquismo era un impedimento para el tipo de arte en que te
desarrollabas?
Después de algunas decepciones y no poca incertidumbre
encontré a la persona que, especializada en las variedades, me consiguió mi
primer trabajo cantando en un hotel de Vigo, tierra gallega de donde venía la
mitad de mi sangre. Actué luego en Pamplona, en Valencia, Murcia, Alicante, etc.
y, finalmente, logré entrar como actriz en la
Segunda Campaña Nacional de Teatro, dentro de un importante elenco dirigido por
Adolfo Marsillach. Eso me aportó un año de agotadores viajes pero lleno de
bellas experiencias. Vinieron más puestas, nuevos escenarios como el teatro de
La Comedia, el Fígaro, el Maravillas, el María Guerrero, en fin, todos los de
Madrid, experiencias con granes actores como José María Rodero, Fernando Fernán
Gómez, Alberto Closas, Arturo Fernández, aprendizaje bajo la dirección de los
más prestigiosos directores…
En los años 1970 ya el régimen de Franco no ejercía el
mismo control que en sus inicios. La prueba es que estábamos empezando a idear
un espectáculo de music-hall que se inspiraba en los famosos L´Alcazar o Crazy
Horse parisinos. Poco después de la muerte del Caudillo, te aseguro que por los
pelos habíamos pasado la inevitable censura, estrené en el Music-Hall
Topless un espectáculo llamado El ángel azul en honor a Marlene
Dietrich, interpretación que me hizo famosa y un invento musical que nunca se
había visto en Madrid, original y atrevido, pero elegante. También hice cine,
actué junto a Fernando Fernán Gómez, Arturo Fernández, Fernando Delgado, Jesús
Puente y muchos más
- Tuviste una carrera artística en España muy exitosa,
trabajaste con los más grandes y regresaste a Cuba en 1985 por unos días para
recorrer los sitios que marcaron tu vida. He leído que quedaste muy
decepcionada con todo lo que viste. ¿Queda algo de aquellos tiempos en la vida
que llevas hoy en Málaga retirada y satisfecha con tu carrera profesional?
Como te dije Cuba es inolvidable. Pude comprobar el
afecto de su gente cuando presenté mi libro Periplo de amor y lucha
(publicado por la AIGE en España) en la feria del libro de Miami en 2010. Allí
fue recibida con cariño extraordinario por mucha gente que me recordaba y
amigos que no veía desde hace mucho tiempo.
En casa sigo cocinando mis frijoles negros con arroz
blanco y aguacate, y saboreando los cascos de guayaba con queso. Imagínate que
en Málaga tenemos La Axarquía, que es la cuna del mango en Europa y una comarca
en donde se cultivan también aguacates y boniatos, sabores inolvidables que
ahora tengo al alcance de la mano, cosa que no era posible años atrás. Y creo
que esto es un indicador de mi cubanía porque amigos, y sin ir más lejos, mi compañero,
que son españoles y no vivieron las mismas experiencias caribeñas que yo, son
indiferentes a estos sabores que a mí me vuelven loca. A pesar de mis esfuerzos
por introducirla en los divinos sabores cubanos. Y claro, Cuba seguirá siendo
para mí una especie de segunda patria y diría que hasta más pues me siento más
cubana que española.
París – Málaga, 6 de octubre de 2021
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