La Merced, el secreto mejor guardado de Miami - El Nuevo Herald
Les dejo mi artículo sobre La Merced (centro cultural e iglesia) que titulé “el secreto mejor guardado de Miami” (me imagino que no es el único) porque realmente lo es. Entre las cosas asombrosas que encontré en la colección que tienen en la parte conventual se encuentran los Boletines 100 Años de la asociación del Centenario de la República Cubana, una publicación que publicaba yo mismo (junto a otro asociado) en París entre 2000 y 2022. En total fueron unos 30 boletines y, de pronto, entrando en la biblioteca del Centro Cultural me los encuentro en una mesa, listos para clasificar (aquí la foto con ellos y acompañado de Ray Zamora, el director del Centro).
Enlace directo: "La Merced, el secreto mejor guardado de Miami" / El Nuevo Herald / William Navarrete
El artículo para los que no puedan abrirlo, con algunas fotos (incluso otras que no aparecen en El Nuevo Herald):
La Merced, el secreto mejor guardado de
Miami
William Navarrete* / El Nuevo Herald (Trasfondo) / 9 de enero de 2022
Tal vez no hubiera descubierto nunca la capilla
y centro cultural de La Merced, en la frontera entre los barrios de Wynwood y
Allapattah, en Miami, si en ese hermoso e inesperado sitio no hubiera tenido
lugar hace unos días la presentación de mi libro Cuba, patria y música,
junto a dos libros más sobre los cantantes Rolando Laserie y Elena Burke, a
cargo del editor Armando Nuviola y del musicólogo Eloy Cepero.
En una manzana de la 7 avenida y la 32
calle del NW, perteneciente a la congregación e iglesia del Corpus Christi, se
esconde esta joya construida hace apenas 17 años. La congregación se asentó en
ese sitio en 1941, cuando todo lo que lo rodeaba eran manglares. La escuela y
el convento se completaron en 1947 y el conjunto se terminó en 1959.
En los predios de esta congregación fue que
se construyó la capilla de La Merced, que ha sido pensada también como Centro
de Patrimonio Cultural de La Florida por el padre José Luis Menéndez (La
Habana, 1947), quien ha puesto todo su empeño en su ejecución. Su fachada se
inspira de las iglesias del barroco andino, pero no es una copia de ninguna en
particular. Da para el interior de la manzana, de modo que desde la calle no
puede verse, y es esa la razón por la que quienes pasan por allí no pueden
verla, a menos que den la vuelta a la manzana.
En los orígenes de La Merced se halla la
comunidad peruana que frecuentaba la iglesia del Corpus Christi y, en
particular, Norma Aranibal y Sonia Valdivia, dos feligresas que deseaban
construir una iglesia de estilo colonial peruano en los predios de la
congregación. “Fueron ellas quienes tuvieron la idea de la Iglesia-Museo, pues
cuando les pregunté por qué querían llamarla así me respondieron que tenían 4
pinturas coloniales peruanas antiguas y deseaban exhibirlas en el futuro
templo”, me comenta Ray Zamora (Marianao, 1945), antiguo galerista y actual director
artístico del Centro.
Todo ha sido pensado para que el
visitante se sienta en uno de esos templos coloniales tan corrientes en
Sudamérica, pero inexistentes en La Florida. La fachada fue pintada de ocre naranja,
las escaleras exteriores construidas con piedra de Brasil y las paredes
exteriores con roca coralina proveniente de República Dominicana. En el momento
en que visitaba el Centro, guiado por Ray Zamora un arquitecto llegó para tomar
las medidas de las cúpulas que se construirán para cada campanario.
El interior de la iglesia es aún más
sorprendente. Las ventanas fueron concebidas con ónix proveniente de Pakistán,
el peldaño interior viene de la ciudad española de Alicante y el altar fue
hecho por artesanos bolivianos de Cochabamba, quienes también fabricaron a mano
el techo de artesonado. El artista y arquitecto mexicano Manuel Lira,
especialista del barroco, se ocupó de diseñar los altares. Muchos de estos fueron
tallados luego por artesanos hondureños, guatemaltecos, colombianos,
costarricenses y mexicanos de Miami, algo que, según el propio padre Menéndez,
da fe de la riqueza de mano de obra disponible en la ciudad, de la cual poco se
sabe.
En el origen de la colección de pinturas
barroca se encuentra una docena de obras de la colección de Bill Morgenstern.
El propio Zamora negoció con su viuda la adquisición de los restantes cuadros tras
un acuerdo de compra por cuotas, ya saldado, pues la iglesia no disponía de
fondos y el Centro es una organización sin fines de lucro. “Las puertas de la
Sacristía, por ejemplo, se compraron en una exposición-venta de antigüedades en
Miami Beach”, comenta Zamora. “Y el pan de oro de 23,5 quilates que recubre las
piezas fue aplicado por maestros artesanos cubanos en el lugar”, añade.
En la colección hay obras extraordinarias
de la Escuela del Cusco. También otras provenientes de Lima, México, Ecuador,
Bolivia, Colombia y Nicaragua. E incluso una escultura en plata laminada del
Arcángel Asiel, con arcabuz y estandarte, realizada por un sacerdote jesuita en
Bolivia en el siglo XVII. Parte de la curadoría ha estado a cargo de la
especialista y profesora Carol Damian, quien también trae a sus estudiantes de
la Florida International University a recibir clases in situ sobre el
barroco hispanoamericana, pues la transmisión de conocimiento y la didáctica
son también premisas del Centro Cultural.
En total son ya más de 150 lienzos y
esculturas barrocas, así como unos 12.000 documentos originales, pues la
mayoría de las piezas se encuentran atesoradas en lo que llaman La Casa (en la
siguiente manzana en dirección oeste), que es donde radica la sede del centro y
era el antiguo convento de monjas. Estas se ocupaban de la instrucción de
los alumnos de la escuela parroquial colindante, pero cuando la escuela cesó
sus actividades se marcharon y el convento pasó a ser edificio administrativo
de la congregación. La colección allí atesorada no está a la vista del público pues
se espera construir el Museo de Arte Colonial para exhibirla. En los últimos
tiempos ha sido engrosada por los aportes de la asociación Herencia de la
Cultura Cubana.
Hay en ella cientos de libros en sus
ediciones príncipes, cartas y documentos sobre el pasado colonial de Cuba y la
Florida (algunos del siglo XVI), una enorme cantidad de objetos relacionados
con la guerra cubano-hispano-americana, vasijas, porcelanas, cuadros, mapas
originales, miles de estampas y otras misceláneas sobre el arte del tabaco, machetes
y mochas con las inscripciones de los centrales azucareros cubanos, la mayor
colección de polimitas del mundo, uniformes y armas de las guerras cubanas y
norteamericanas, y hasta un humificador que perteneció a Fulgencio Batista y un
auto de la policía cubana en la década de 1950. Personalmente, nunca había
visto tanto material y misceláneas de la Cuba colonial y republicana reunidos
en un mismo sitio. Es tanto lo allí conservado que merecería un artículo aparte
y una visita independiente a la de la capilla y centro de La Merced.
La noche de la presentación el público
estaba sorprendido. Nadie conocía este lugar y todos estaban de acuerdo en que
era, probablemente, uno de los sitios más hermosos del sur de la Florida. El
olor a cera y pulidor de maderas es embriagador. La vista de las obras de arte
fascinante. Es por eso que muchos no dudan en afirmar que el centro de La
Merced es el secreto mejor guardado de Miami.
* Escritor franco-cubano establecido en
París
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