Monasterio Santa María la Real de Nieva – en El Nuevo Herald
En El Nuevo Herald dominical, mi visita al monasterio Santa María la Real de Nieva y sus fabulosos capiteles historiados. Provincia de Segovia y encuentro inolvidable con Don Vicente Merinero.
Enlace: Una visita al monasterio segoviano Santa María la Real de Nieva / William Navarrete
Una visita al monasterio segoviano de
Santa María la Real de Nieva
William Navarrete* / El Nuevo Herald / 26 de junio de 2022
Recorro la provincia de Segovia, sobre
todo los alrededores de Pedraza, en donde nos hemos alojado, considerado como
uno de los pueblos más bonitos de España. Es la oportunidad esperada para
visitar Sepúlveda o Turégano, pero sobre todo para ver las fabulosas iglesias
románicas de Sotosalbos, la Virgen de las Vegas de Requijada, la recóndita San
Juan Bautista de Orejana o la ermita de San Frutos, esta última en medio de los
paisajes asombrosos de las Hoces del Río Duratón.
Antes de llegar a Segovia nos detenemos
en un pequeño pueblo al norte de esta mítica ciudad. Allí hay un célebre
conjunto conventual o monasterio de estilo gótico arcaizante, cuyos orígenes
datan de 1392 cuando se decidió acoger la imagen de Nuestra Señora de la
Soterraña, encontrada por el pastor Pedro Amador. Monasterio que se consolidó
tres años después, con la fundación de la villa de Santa María la Real de
Nieva.
Catalina de Lancáster, reina consorte de
Castilla por su matrimonio con el rey Enrique III y también regente hasta que
su hijo Juan II de Castilla alcanzó la mayoría de edad, dio inicio a las
primeras obras conventuales en 1414. Pidió al papa Clemente VII, establecido en
Aviñón, la autorización para pedir limosnas e iniciar las obras. El convento
quedaría colocado bajo la administración de los monjes dominicos.
María de Aragón le dio luego continuación
y se ocupó de su segunda ampliación. Ambas eran reinas fervientes que necesitaban
mostrar su apego al catolicismo. El monasterio queda entonces a cargo de la
Orden de Predicadores de Santo Domingo desde la primera mitad del siglo XV.
Declarado Monumento Nacional en 1920, se accede
directamente desde la calle y en ello radicaba, ya para la época, su
modernidad. Contrariamente a los claustros benedictinos o cistercienses, las
órdenes mendicantes (dominicos y franciscanos), permitían que el vulgo
accediese a todas las ceremonias y se podía circular libremente en el interior.
Tuvimos suerte de encontrar allí a Don Vicente
Merinero, un jubilado y apasionado de la historia de su pueblo quien, con 87
años, vela por que los visitantes no encuentren la puerta cerrada. Sin él no hubiéramos
podido deambular por claustro aquella tarde sabatina.
Entramos directamente desde la Calle
Mayor. El espacio es casi cuadrangular. La tradición del románico está muy
presente en la decoración de las columnas geminadas que rodean las cuatro
galerías coronadas por capiteles monolíticos. La iconográfica de estos
capiteles historiados, que describen los ciclos del Génesis, algunas escenas
del Antiguo Testamento, además de escenas caballerescas, clericales o guerreras,
otras de la vida monacal, junto a una increíble variedad de motivos geométricos,
vegetales, zoomorfos, entre otros, requiere particular atención. El conjunto, a
pesar de no datar del medioevo, refleja muy bien el arte escultórico
tardorrománico.
Las guías de viaje indican la existencia
de una serie de capiteles correspondientes a un mesario o calendario agrícola,
un tema recurrente en la Edad Media, del cual Santa María la Real de Nieve, por
abordar la iconografía de ese periodo, se hace eco. Pero no basta con saberlo.
Se requiere de cierta habilidad y conocimientos para leer las historias en la
piedra.
En eso andábamos cuando Vicente Merinero,
a quien le gusta compartir su pasión con los visitantes, se nos acercó desinteresadamente
para indicarnos el lugar exacto del mesario y explicárnoslo también.
Aparecen en orden consecutivo el capital
que representa el mes de enero exhibiendo la lumbre y a un hombre calentándose
junto a ella. Luego febrero, mes estéril utilizado para quehaceres artesanales
como el de un zapatero que vemos trabajando. Le sigue marzo ilustrado con la
poda de las vides en que el campesino, después del duro invierno, aparece con
sayón corto, y abril que es mes de flores primaverales y va junto a mayo que era
el de la cetrería. Junio nos muestra la siega del heno con guadaña y abundante forraje,
seguido de julio con las mieses y un campesino que recoge un haz de espigas. Agosto,
mes estival por excelencia, va junto a julio y vemos a un campesino con un
pañuelo en la cabeza quebrando las mieses. Le sigue septiembre y su arado. Octubre
es mes de vendimia y mosto en la cuba que vemos, antes de reconocer a noviembre
por la matanza de cerdos el día de San Martín y, terminar con diciembre y su
banquete navideño.
Merinero nos muestra también un capitel
que representa la Anunciación y nos revela que fue el tema de un sello de 1978
por un valor de 12 pesetas. Y llama nuestra atención enseñándonos las
hendiduras de algunas columnas. La huella, según él, de que el claustro estaba
protegido por cristales fijados gracias a espigas de hierro que el invasor
francés arrancó para fundirlos durante la invasión de principios del XIX.
Hacia el frente, se encuentra la iglesia
de tres naves divididas por arcos fajones y recubiertas de bóvedas de crucería.
Merinero insiste en que prestemos atención al pórtico gótico flamígero, del que
sobresale una faja historiada que cuenta la pasión y muerte de Jesucristo,
rematada con cinco arquivoltas que dan aspecto abocinado a la puerta. Algunas
esculturas del tímpano fueron mutiladas en el pasado.
“El tema del Juicio Final con los difuntos
saliendo de sus sepulcros es uno de los más impresionantes y poco corrientes que
existen, pues vemos cómo levantan con sus espaldas y piernas las tapas de sus
tumbas”, señala Merinero, a quien dejamos compartiendo con unos amigos en el
bar terraza M50, a un costado del Ayuntamiento. Es de notar que los difuntos que
aparecen en la parte derecha son los condenados ya que podemos ver a unos
diablitos ayudándoles a levantar sus lápidas.
Muchos escritos insisten en que el
sepulcro de Doña Blanca de Navarra, fallecida en 1441, se encuentra dentro del
templo. Se ha demostrado que, a pesar de que la reina se encontraba de romería
en el pueblo el día antes de su muerte, los restos allí encontrados no
corresponden con los de la reina.
Santa María la Real de Nieva significa
una ducha de historia y de buen arte. Un sitio ideal para seguir rumbo a
Segovia o, contrariamente, comenzar a visitar los pueblos de esta provincia
castellana.
*Escritor franco-cubano establecido en
París
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