Lorena Gutiérrez Camejo, una artista cubana en la Iberoamericana de Toro - en El Nuevo Herald
Aquí les dejo mi artículo sobre la muestra de esta artista cubana radicada en Madrid, Lorena Gutiérrez Camejo, en el Alcázar de la ciudad castellana de Toro y en el marco de la Iberoamericana de Arte de este lugar, en su segunda edición. Incluyo algunas fotos que no salieron en El Nuevo Herald:
Lorena Gutiérrez Camejo, una artista cubana en la Iberoamericana de Toro
William
Navarrete*
En
Toro, provincia de Zamora (Castilla-León) tiene lugar durante cuatro meses
(hasta finales de octubre) la Bienal Iberoamericana, una muestra cuya
peculiaridad es que expone solo a mujeres artistas, visuales y plásticas, desde
su primera edición en 2021. En la presente, en que el país invitado es Perú, se
muestra el trabajo de 35 de ellas.
La
sede, el Alcázar de Toro, fue en sus orígenes un edificio militar del siglo X, cuyas
sucesivas reconstrucciones aportaron su aspecto de cuadrilátero amurallado con
torreones defensivos, escenario de célebres batallas y episodios hasta la
Guerra civil española. Otros edificios históricos de la ciudad castellana –el
Hospital de la Cruz, la Casa de Cultura, las iglesias de San Agustín y de la
Concepción, el convento de las Mercedarias y el Teatro Latorre– participan
también en la muestra, cuya curadoría realizó Víctor del Campo e incluye, en la
edición 2022, un certamen de cineastas peruanas.
En
total, unas 125 piezas entre pinturas, instalaciones, fotografías, performances
o esculturas, son exhibidas de artistas provenientes de España, Portugal, Perú,
Cuba, Ecuador y México, todas vivas, excepto la cubano-americana Ana Mendieta
homenajeada in memoriam en la Iberoamericana, con obras provenientes de
la colección del Museo Reina Sofía.
Centro
mi atención en el trabajo de Lorena Gutiérrez Camejo, una de las tres artistas
cubanas expuestas (la tercera es Glenda León), cuyo trabajo de los últimos
tiempos he seguido porque conceptual y visualmente aborda una temática mundial de
plena actualidad: los totalitarismos, ya sea desde las estructuras del Poder mediante
dictaduras arraigadas o desde el ámbito virtual como en el caso del control que
se ejerce a favor del pensamiento único, tanto en redes sociales como en
instituciones públicas o a título individual.
Nacida
en La Habana en 1987, radicada en Madrid, graduada de las escuelas de San
Alejandro y el Instituto Superior de Arte de la capital cubana, la artista ha
participado en numerosas exposiciones internacionales y posee una obra que es
ya parte de las colecciones del Thyssen-Bornemisza madrileño y de la Fundación
Imago Mundi.
A
Gutiérrez Camejo le interesa la imagen del Poder y para ello ha trabajado su
simbología desde la abstracción o el objeto-escultura. Esta visión geométrica
de la simbología del autoritarismo, de su andamiaje de méritos, medallas,
condecoraciones y toda la chatarra que es capaz de producir colocándola en el
cénit de la aspiración ciudadana, es lo que queda del mal sueño cuando la propaganda
no logra disimular ya la decadencia.
Para
la Iberoamericana la artista ha concebido una instalación que saca provecho del
espacio concreto del Alcázar –prisión, fortaleza, estructura castrense– para llamar
la atención sobre la manera en que el saber y el conocimiento pueden ser
minimizados, escamoteados e, incluso, censurados en nuestros tiempos.
Para
ello nada mejor que las 26 colecciones de enciclopedias utilizadas (un total de
649 volúmenes) que la artista fue adquiriendo en Madrid, volúmenes que con la
irrupción del mundo digital y virtual se han ido convirtiendo en un estorbo del
que muchos suelen deshacerse en la primera mudada o al recibir como herencia la
biblioteca de padres o parientes. Enciclopedias que, no sólo representaron en
su momento la fuente imprescindible del saber desde que los franceses Diderot y
D’Alembert tuvieron, entre 1751 y 1772 la brillante idea de antologar el
conocimiento de la humanidad en 28 volúmenes, con miras a la salvaguarda de ese
patrimonio inestimable, y el consiguiente revuelo en aquel Ancien Régime
de los Luises de Francia y la censura previsible por parte de la Iglesia
católica, que colocó la obra en su índice de libros prohibidos.
Para
Lorena Camejo todo el saber que es condenado al olvido o, en el mejor de los
casos, convertido en pasta de papel al reciclarlo, traduce lo pasajero y
perecedero de cualquier tópico de nuestro tiempo, recrudecido por Internet y la
inmediatez de las redes sociales. Como cápsulas del tiempo, estos 649 volúmenes
son hoy tablas de salvamento custodiadas por las espesas murallas del Alcázar
de Toro, a la vez que, históricamente, el monumento representa el fatídico
anatema al pensamiento libre o a la libertad de expresión.
Algo
de todo esto hay también en If (Ah, qué tú escapes), en que el nombre del
célebre castillo y prisión frente a las costas de la mediterránea Marsella que
inspiró a Alejandro Dumas su Conde de Montecristo, le permite crear vínculos
espaciales con el lugar en que ahora expone, diseñando adrede dos puertas
ficticias que son en realidad una invitación a la fuga. Una salida, por si
acaso, ante cualquier intento de encerrona.
Las
enciclopedias cuando parecen condenadas al olvido representan, en el mundo
democrático en donde solo vivimos algunos privilegiados, un peldaño más hacia
el totalitarismo. La ignorancia conduce invariablemente a la aceptación pasiva
y a la complicidad con nuestros propios sepultureros. El privilegio puede
perderse, aunque también, en el caso de quienes no lo tiene, conquistarse. En
este rejuego en que todos podemos salir perdiendo, la artista contempla “la
muerte del pensamiento” e intenta captarla en Aurea Ignorantia, una de
sus obras expuestas, en donde hay 39 colecciones de enciclopedias, “una por
cada año de funcionamiento de Internet hasta el día de hoy”, afirma.
También
cuestiona, mediante la colección de 58 ejemplares de la serie de 15 volúmenes
“Genios de la pintura española”, cubriéndolos parcialmente, la manera en que el
comercio del arte ningunea la auténtica genialidad, especula con productos de
pseudo arte con fines puramente mercantiles, ejerciendo una especie de
totalitarismo entre oferta y demanda, oportunista casi siempre de la supina
ignorancia de las masas, sin que importe el poder adquisitivo. Pigmento y
mallete se titula la obra que aborda este tema crucial que ha ido
intoxicando todas las esferas del arte del siglo XX hasta nuestros días, dando
razón a los impostores y burlándose descarnadamente de los incautos consumidores.
De
todo ello esta artista singular es consciente, y sus inquietudes pueden ser las
de cualquier espectador sensible, capaz de comprender que nada bueno augura la
regresión evidente en materia de reflexión, libertad y entendimiento que
estamos viviendo.
*
Escritor franco-cubano establecido en París
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