Entrevista al banquero y musicólogo cubanoamericano Eloy Cepero - por William Navarrete
Para Cubanet entrevisto a Eloy Cepero, banquero y musicólogo cubano-americano, Pedro Pan y con seis décadas de exilio sin regresar nunca a Cuba. Aquí la dejo:
Enlace: El escritor William Navarreteentrevista al banquero y musicólogo cubanoamericano Eloy Cepero
El triunfo económico de quienes
rehicimos nuestras vidas en Miami es nuestra mejor venganza contra el castrismo
(El escritor William Navarrete entrevista
al banquero y musicólogo cubanoamericano Eloy Cepero)
Conocí a Eloy Cepero en Miami, hace más
de dos décadas, gracias al Dr. Armando Cobelo y a su esposa, la compositora
Yolanda del Castillo, quienes eran parte de la asociación Herencia y publicaban una
hermosa revista (que aún existe) sobre el Patrimonio de la Cuba de otros
tiempos. Eloy, siempre cálido y natural, inmediatamente me llevó a visitar su
colección de música cubana y se convirtió én miembro de una asociación que yo
había fundado en Paris, en 1999, para conmemorar con actividades, publicaciones
y la organización de eventos los cien años de instauración de la República
cubana.
Desde entonces siempre nos hemos
mantenido en contacto y fue gracias a él que conocí al editor Armando Nuviola,
a quien Eloy mostró mi libro escrito en francés sobre la música del exilio,
algo que permitió la publicación, por primera vez en español, de ese libro de
ensayos (Cuba,
la musique en exil, con prólogo de Eduardo Manet) que había publicado
en París, en francés, en el 2003 y que no pensé que fuera editado nunca en mi
lengua materna. Publicado entonces con la editorial UnosOtros, bajo el titulo
de Cuba, patria y música,
fue el propio Eloy quien obró para que hiciéramos una hermosa presentación en
el Centro Cultural de La Merced, junto a otros autores, una noche miamense
decembrina, en 2021.
- Como a todos los entrevistados de
esta serie me gustaría conocer sobre tus orígenes familiares
Nací en 1945, en Bahía Honda, un pueblo de la costa norte de la provincia de Pinar del Río que fue fundado en 1779. Mi padre Eloy Cepero Socarrás era natal de allí, abogado, e hijo de Pablo Cepero Álvarez y Esperanza Socarrás Cepero. Mi abuelo, a quien llamaban Don Pablo, era prácticamente analfabeto, pero se había hecho rico trabajando duro: criaba cerdos en una finca llamada El Delicioso Retiro (frente al Pan de Guajabón), los montaba en un barco y los vendía en La Habana. Fue así como pudo y quiso enviar a sus dos hijas y a mi padre a la Universidad de La Habana. Un dato genealógico es que mi abuela paterna era prima hermana de la madre del Presidente la República Carlos Prío Socarrás, cuya finca llamada La Altura, en Pinar del Río visité de niño.
Mi madre, Guillermina Conde Morera, fue
maestra y directora de la escuela pública de Bahía Honda. Había estudiado en el
colegio de María Corominas. Sus padres eran de La Palma, otro pueblo de Pinar,
y su padre, Guillermo Conde Pérez tenía comercios en Bahía Honda, primero una
tienda que se incendió y luego una panadería llamada El Brazo Fuerte. Como dato
anecdótico te contaré que mi abuelo materno fue la primera persona que tuvo un
auto en nuestro pueblo.
- ¿Dónde cursaste tus primeros
estudios?
Empecé la primaria en Bahía Honda, pero
me porté tan mal que me echaron. Entonces me inscribieron en el Candler
College, un colegio metodista fundado en 1899, cuando la primera ocupación
norteamericana e inicialmente en las calles Obispo y Virtudes. Cuando yo
matriculé en él, a los 8 años, ya el colegio se hallaba en Marianao, donde
ocupaba 14 manzanas y colindaba con los jardines de La Tropical. Allí las
clases eran mitad en inglés y en español, y mucha gente rica de la Isla enviaba
a sus hijos a cursar estudios en él. Tuve excelentes maestras de primaria como
la Srta. Zoila Rosa de la Fe y las doctoras Eva Vallenilla y Lucia García, y
luego en bachillerato a Alberto Abreu, Héctor García, Tomás Benítez, entre
otros. Mi afición por el deporte comenzó en esa época en que me inscribí en
béisbol, atletismo, voleibol, handball, etc.
- ¿Viene del hecho de haber estado
viviendo como interno en ese colegio colindante a La Tropical tu afición por la
música?
En parte, porque lo primero que sucedió al respecto fue en casa, en Bahía Honda, porque se encontraba frente a la Sociedad de color Renacimiento, a donde venían a tocar el Conjunto Modelo, Arsenio Rodríguez, Chappottín, y otras celebridades de la música cubana. Por supuesto, no me dejaban entrar, pero podía oírlos tocar desde el portal de la Sociedad y hasta que no terminaban no me movía de allí.
Por otra parte, al lado de casa había una
zapatería, la de Lucilo García, y algunos empleados eran músicos. Habían
fundado un sexteto y ensayaban a menudo allí. El esposo de Teresa, nuestra
lavandera, tocaba la tumbadora en el sexteto. Como mi madre daba clases yo fui
amamantado por Teresa, que era negra, y por eso siempre digo que me inocularon
desde niño el espíritu de la tumbadora.
De modo que, cuando empecé en el Candler,
ya venía con esa afición por la música. Por eso un profesor me puso en la coral
y cuando regresaba de vacaciones a Bahía Honda me pasaba el verano oyendo
radio.
- ¿Tuvo tu familia relación con el
ámbito político de la década de 1950?
Mi padre fue fundador del Partido
Ortodoxo en la provincia de Pinar del Río junto a Juan Amador Rodríguez y
Dominador Pérez. Estos habían pasado del Partido Auténtico al Ortodoxo de Chibás,
y como todos los ortodoxos eran, por supuesto, antibatistianos. En casa se oía “La
Voz de Sierra Maestra” y cuando Batista abandonó el país el 31 de diciembre de
1958 todos, incluidos nosotros, salimos a festejar. Cabe añadir que mi padre
siempre repetía que a Chibás nunca le gustó Fidel Castro, a quien asociaba a
actividades gansteriles en la Universidad.
- ¿Qué sucede con la familia Cepero
Conde cuando triunfa la revolución de 1959?
A los seis meses del triunfo comienzan
las confiscaciones. Mi padre no quería que nos fuéramos porque pensaba que si
se iba le iban a intervenir las fincas. Total, se las intervinieron a todos
después. El golpe de gracia lo dieron después de la invasión de bahía de
Cochinos, en abril de 1961, cuando intervinieron todos los colegios privados, y
entre éstos, el Candler. Cuando ocurrió la invasión encerraron a los sospechosos
que se oponían al gobierno castrista en el cine. A mi padre, por supuesto, lo
mantuvieron detenido allí.
Al quedar confiscado el colegio solo pude
llegar hasta el segundo año de bachillerato. Aunque mi padre se oponía a que
los tres hermanos saliéramos de la Isla, mi madre le dijo que si impedía
nuestra salida se divorciaba.
Al final mi padre accedió y fue entonces
que decidió darnos una vuelta por toda Cuba. Nos dijo: “Vamos a recorrer toda la
Isla porque no saben cuándo podrán regresar”, algo en lo que fue visionario
porque han pasado desde entonces 61 años. Visitamos casi todo el país, la isla
de Pinos incluida. Durante ese viaje fui comprando tarjetas postales en todo el
país, que solo pude recuperar en 1997 porque una señora me oyó contar la
anécdota en un programa de Ninoshka Pérez Castellón y se comunicó conmigo para
que las recogiera por mediación de Iraida Alonso, una prima mía que vivía en
Guatemala. De esas postales salió un libro exitoso que publiqué en Miami, titulado
Cuba: un viaje a través de sus postales, en 2002.
- ¿Cómo se produce tu salida de la
Isla?
Mi salida, y la de mis dos hermanos,
ocurrió mediante la Operación Pedro Pan, un 11 de junio de 1962. Cuando en el
pueblo se enteraron que los tres hermanos nos íbamos del país se congregaron
frente a nuestra casa para gritar consignas y otros lemas “revolucionarios”.
Los tres hermanos tuvimos mucha suerte
porque fuimos acogidos por un matrimonio de norteamericanos que no tenían hijos
y sí una posición económica muy holgada. Eran Elizabeth y McGregor Smith,
quienes vivían en Coral Gables, barrio al que llegamos y en cuya casa nos
instalamos. El Sr. Smith era presidente de la Florida Power and Light Co.,
tenía un chofer bahamense, un cocinero filipino y varios asistentes y empleados.
Al poco tiempo nos inscribieron en el curso de verano del Shenandoah Junior
Hight School, en donde retomamos los estudios.
- ¿Cómo fueron tus primeros tiempos
en el exilio?
El Sr. Smith me puso a practicar
atletismo y me despertaba a las 6 de la mañana para que entrenara en el Granada
Country Club, frente a su casa. Y el vicepresidente de su compañía, Bud Hunter,
me puso a practicar el lanzamiento de la bala. Así fue como participé en mis
primeras competencias, en West Palm Beach, en las que quedé en cuarto lugar y,
algo inesperado, ganador junto a mis otros tres compañeros, en la carrera de
relevo para la que no me había entrenado y en la que me propusieron participar
por impedimento de uno de los corredores.
Al año siguiente, me matricularon en el
Coral Gables High School que terminé en 1964. Ese mismo año, el Sr. Smith nos envió
a Tampa para que trabajáramos en la Tampa Armature Works, que se dedicaba a
reparar motores y generadores de la FPL, y porque algunos familiares nuestros
vivían allí. Ese mismo año, gracias a las influencias del Sr. Smith, nuestros
padres pudieron salir de Cuba vía México y reunirse con nosotros en Tampa,
donde se instalaron en Ybor City.
Al año siguiente vine a Miami para
estudiar en la Universidad. Y en 1968 fui llamado por el Servicio Militar
activo y me enviaron 8 meses a la base naval de Orlando a pasar mi
entrenamiento naval.
- He oído tu increíble historia en
Islandia. ¿Tiene que ver con esta etapa?
Efectivamente. Me alisté en la Reserva de
la Marina de Guerra Norteamericana y tuve que reportarme en la estación naval
de Charleston, en Carolina del Sur, en donde, dos meses después, me asignaron a
Keklavik, en Islandia, más cerca del Polo Norte que de Europa. Allí llegué en
1969 y me pusieron a pelar papas en la cocina, pero mi curiosidad de criollo
pinareño hizo que me diera cuenta que, entre todos mis compañeros, era el único
que había terminado el “College”, de modo que escribí a la jerarquía explicando
que podía aspirar a otra función y fue así como me pusieron al cargo de toda la
correspondencia que entraba y salía de la base.
Imagínate, la vida de un marine no
es muy entretenida, así que de vez en cuando nos íbamos al aeropuerto a
conversar con las azafatas que trabajaban en los mostradores. Sucedió que tuve
una relación muy breve con una islandesa y que, tras quedar embarazada, ésta
presentó la demanda en la base. Había una ley de la Marina norteamericana que le
exigía mantener al hijo de un marine con cualquier nativa hasta que éste
cumpliera la mayoría de edad. El caso es que era interés de la Marina que
aquella demanda no procediese. El juez ordenó que se me tomase una muestra de
sangre y como era muy corriente que mujeres locales reclamasen la paternidad de
marines no fue difícil desmentir el caso. Al día siguiente Washington me daba
una nueva asignación y una semana después dejaba Islandia y aterrizaba en
Virginia en 1970, y luego en Key West.
- Pero tengo entendido que, en
efecto, décadas después te apareció una hija islandesa…
Así fue. Sandra, la hija que tuve en
Islandia y que por leyes de la Marina no pude reconocer entonces, empezó a
buscarme a sus 18 años y me encontró a los 29, en 1999.
Y esto sucedió por un hecho completamente
accidental. Resultó que, en 1969, hubo una riña entre un americano que se
parecía a mí y un islandés fuera de un hotel. Como me confundieron con el
americano vinieron a buscarme y me llevaron a la policía islandesa, de modo que
mi nombre quedó registrado en sus archivos. Como la US-Navy no da información,
mi hija Sandra nunca hubiera podido encontrarme por esa vía, pero tuvo la idea
de hurgar en los archivos policiales y gracias a ese incidente mi nombre
apareció. Fue así como un día recibí una carta en Miami, carta que estuvo
extraviada durante un mes, informándome que yo era su padre y preguntándome por
qué la había abandonado.
Todo esto lo cuento en mi libro Islandia.
Así es como, además de las dos hijas y nietos que tuve después de mi casamiento
con Alina Luisa Salvá en 1979, apareció mi descendencia cubano-vikinga a través
de Sandra Berg Cepero y su propia descendencia. Hoy en día formamos una gran
familia y hasta ha aprendido español y nos visitan todos en Miami con
frecuencia y nosotros hemos ido a verlos a Islandia.
- Cuando te conocí eras banquero.
¿Cómo llegaste a este nuevo oficio?
Yo había estudiado finanzas en FIU.
Empecé en el giro hipotecario en 1978, trabajando para el Union Federal
Savings, bajo la dirección el cubano de origen hebreo Oscar White. Allí conocí
a otros banqueros cubanos como José Argibay y Pedro Girola, que me enseñaron el
oficio. A los 35 años era presidente del Metropolitan Federal Saving de
Hialeah. Y en 1981 fundé Peninsula Mortgage Bankers Corporation junto a mi
esposa Alina, otros colaboradores y mi asociado venezolano Jorge Rawicz.
Mantuvimos el banco hasta 2008.
- ¿Fue entonces que retomaste el
curso de tu pasión por la música?
Mis tutores americanos, los Smith, me
regalaron mi primer disco de música cubana en el exilio. Un LP de Xavier Cugat.
Luego, en la base de Islandia, marines boricuas me hicieron descubrir la
Orquesta Broadway, en donde tocaban los cubanos Roberto Torres, los hermanos
Zervigón, Felo Barrios y otros. Cuando me transfirieron a Key West, después de
mi regreso de Islandia, conocí a Armando Boza, antiguo conguero, que organizaba
las comparsas en este cayo. Allí, junto a Boza, organizamos un evento llamado
“Havana-Madrid Nights” para reavivar el turismo de Key West y me autorizaron a
venir a Miami en donde conseguí a guitarristas de la escuela de Lily Batet y al
grupo de ballet de Silvia Medina de Goudi, la madre de Sylvia Iriondo.
Mi colección empezó a crecer y hoy tiene
miles de discos, grabaciones, libros y otras misceláneas relacionadas con la
música cubana. A partir de 2010 empecé el programa Grandes Leyendas Musicales
en la radio La Poderosa. Y en 2017 empecé, gracias a Tomás Martínez, mi nuevo
programa, El Sonido de Miami, en Actualidad 1040, al que viniste recientemente
y en el que comenzamos esta entrevista.
- ¿Has vuelto a Cuba?
Nunca. Soy miembro de la Fundación
Nacional Cubano-Americano desde que la fundó Jorge Mas Canosa y, sigo siéndolo,
después de su lamentable pérdida. Con Jorge viajé a Israel, España, Puerto
Rico, Venezuela y muchos otros sitios sensibilizados al mundo con la situación
de Cuba. No creo que me autoricen regresar, ni me interesa hacerlo. El triunfo
económico de quienes rehicimos nuestras vidas en Miami es nuestra mejor
venganza contra el castrismo.
Miami, diciembre 2023
Comentarios
Publicar un comentario