La Heráldica, una disciplina poco conocida / William Navarrete / Nuevo Herald
Sobre este tema poco conocido me informo con Maikel Arista-Salado quien lo conoce al dedillo. Lo contamos en este artículo que escribí para el Herald y que copio a continuación:
Link: La Heráldica, una disciplina poco conocida / William Navarrete / El Nuevo Herald
La Heráldica, una disciplina
poco conocida
William Navarrete*
Es raro encontrar a alguien especializado en temas de Heráldica cubana, una disciplina que atañe un sistema emblemático europeo que comienza con los escudos de armas hacia la Alta Edad Media, y del que pocos tienen conocimiento. Sin embargo, blasones y escudos no son solo pruebas de linaje, sino que son símbolos que enaltecen a países, ciudades, regiones e instituciones.
Maikel Arista-Salado, a quien
hace poco entrevisté para este diario, es un exilado cubanoamericano nacido en
La Habana en 1986 y residente en Chicago (Estados Unidos). Cuando conversé con
él sobre temas relativos a la nacionalidad española para cubanos y
puertorriqueños me comentó también su pasión por la Heráldica, en particular
cubana. “Desde muy niño ya intuía algún interés por identificar patrones, y ya
de adolescente, un tío, a quien me parezco mucho física e intelectualmente, me comentó
que había hallado los escudos de mis apellidos”, me dice cuando indago por su
afición.
Poco tiempo después descubrió que los escudos de armas no representaban apellidos, sino familias, es decir, el linaje, la sangre, con lo cual, entendió que los escudos que le mostró su tío no eran los de él. “La Heráldica, como se le llama a la disciplina que estudia los escudos de armas, también se usa para representar ciudades, municipios, y hasta Estados, y a pesar de ser una tradición milenaria no pude encontrar en Cuba ningún libro que tuviese, por ejemplo, todos los escudos de armas de las ciudades de la Isla”, afirma.
“La heráldica parte de un conjunto de símbolos y prácticas anteriores muy
difícil de determinar, pero que giran en torno a la posición del caballero en
la sociedad medieval”. Y aclara que “si entendemos que la función del escudo es
la de representar al caballero, esta se perfecciona cuando se combinan esos
símbolos pre-heráldicos en el espacio de la bloca del escudo. En menos de un
siglo, esa combinación simbológica quedó indisolublemente atada al individuo, y
como representación no sólo del individuo y el linaje, sino de la corporación,
la familia y la sangre, en un medio de bajísima alfabetización, la heráldica
era una forma de identificación muy efectiva”. Una razón para no creer en esos
sitios que nos venden los “escudos” de nuestros apellidos, “ya
que no son los apellidos los que tienen escudos, sino los linajes”.
Cuando indago sobre las influencias que lo impulsaron a especializarse en este poco corriente tema me comenta que la única persona que lo influyó entonces fue el antropólogo y amigo Avelino Couceiro, quien fue el autor del prólogo de Los escudos cívicos de Cuba, primer libro publicado por él sobre el tema, y primera obra cubana dedicada exclusivamente al estudio de las armerías de las ciudades, municipios y provincias cubanas.
“La
producción bibliográfica sobre heráldica cubana es casi inexistente. Aparecen
ocasionalmente algunas reseñas históricas sobre algún escudo de una ciudad,
pero no se inserta en sus relaciones diacrónicas con otros escudos, y tampoco hace
un análisis crítico porque no se somete a las leyes heráldicas”, añade.
Según Arista-Salado,
hubo tradición en Cuba de encargar la realización de los escudos a excelentes
pintores que eran pésimos heraldistas, desde Hurtado de Mendoza, Valderrama (escudo
de la provincia de Matanzas) o Alcorta (de la de Pinar del Rio), hasta Prieto
Maestre con su escudo de Guane, y todos violaron las leyes heráldicas.
Para el especialista
“hubo algunos antecedentes en cuanto a libros y cita el libro de Enrique
Gay-Calbó, publicado en 1945 y reimpreso varias veces, la última de ellas por
la editorial Boloña, en 1999. También la colección de escudos que en 1959 y por
encargo del Archivo Nacional, pintó Hurtado de Mendoza, así como el opúsculo de
Domingo Figarola-Caneda (1910), monografías locales, y la legislación, con
todos sus errores y despropósitos, desde una ley de 1906 que ordena cambiar el
azul celeste por el turquí en la bandera y escudo, hasta una ‘ley de los
símbolos nacionales’, de 2019 que repite ‘respeto debido’ hasta el paroxismo,
como si supiéramos lo que significa”.
¿Cuáles
son esas inamovibles leyes heráldicas? “En realidad, son más bien pautas del
diseño. Pensemos que, si estamos en el siglo XII y nos encargan un escudo, se
trata de aplicar sentido común: 1º: la llamada ley fundamental, que busca el
contraste y, por lo tanto, mayor visibilidad del escudo en la distancia. Un
color solo contrasta en dependencia de aquel que tenga de fondo, ergo: no poner
color sobre color, ni metal sobre metal. Recordemos que estamos en el siglo
XII, los colores son rojo, azul, verde, negro y violeta, que en heráldica se
llaman gules, azur, sinople, sable y púrpura, respectivamente, y los metales,
amarillo y blanco (oro y plata)”, afirma.
Y añade
que las figuras dentro del escudo deberán ocupar la mayor cantidad de espacio
posible y siempre se orientan a la derecha del escudo, o izquierda del
observador, porque si se orienta hacia la izquierda parecería que estaría
huyendo, es decir, caminando en el sentido contrario al de quien la porta. Esas
son en breve las leyes heráldicas que informan el diseño hace mil años.
* escritor
establecido en París
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