Entrevista al ex preso político plantado Ángel De Fana - William Navarrete

Entrevisto para Cubanet al ex preso político cubano Ángel De Fana, quien permaneció cautivo del régimen por más de 20 años. Aquí les dejo el enlace y copio también la entrevista:

Enlace: Los 20 años de cárcel que viví en Cuba me dieron más fuerza para combatir al castrismo / Entrevista de William Navarrete a Ángel de Fana

Ángel De Fana, La Habana 1961

Los 20 años de cárcel que viví en Cuba me dieron más fuerza para combatir al castrismo

(El escritor William Navarrete entrevista al ex preso político plantado Ángel De Fana)

Conocí a Ángel De Fana en uno de los viajes a París que organizó a principios de este siglo MAR por Cuba, organización integrada por exiliadas cubanas y dirigida por Sylvia Iriondo. Viajaban entonces a la capital francesa, acompañadas con ex presos políticos cubanos, con el objetivo de alertar a diputados, senadores y ministros de Francia sobre la situación de opositores que cumplían largas condenas en las prisiones de la Isla. Por supuesto, antes de conocer a Ángel De Fana y a otros plantados y plantadas, ya había oído hablar de estos valientes hombres y mujeres, quienes solo tuvieron su propio cuerpo como arma de protesta contra los atropellos. Algunos permanecieron desnudos durante años, repitiendo huelgas de hambre y recibiendo todo tipo de castigos. Sin embargo, a los plantados en general no se les conoce suficientemente, incluso cuando muchos de ellos han sido durante mucho tiempo los presos políticos que más tiempo han vivido detrás de los barrotes.

Las comparaciones son inevitables. Y aunque tampoco se trate de poner a competir a nadie, cabe recordar que, a alguien como Nelson Mandela, cuyo legítimo combate no deja lugar a dudas y que sufrió bajo el régimen racista sudafricano 27 años de prisión, se le cita a menudo como la persona de más largo presidio político la historia. En cambio, se olvidan siempre de mencionar que ese triste récord le correspondió durante mucho tiempo a un preso político cubano: Mario Chanes de Armas, apenas mencionado, quien vivió 30 años de cautiverio detrás de las rejas del castrismo entre 1960 y 1991. Y que durante su largo y penoso encierro fallecieron sus padres, su único hijo y su hermano sin que le permitieran despedirse de ellos.

Ángel De Fana es un testigo de primer orden de todos esos años de atropellos del régimen castrista contra la población civil. Compañeros de cautiverio fueron muchos y por eso De Fana es una memoria viva de esas dos primeras décadas en que, abarrotadas de reos, las mazmorras estaban repletas de hombres y mujeres que el régimen acusaba, juzgaba expeditivamente y condenaba a 20 y 30 años de prisión que se repartían como si de una rifa se tratase, sin leyes, sin respeto de un código penal legítimo, sin miramientos.

Agradezco a Miguel Sales, escritor, traductor y también preso político cubano, compañero de prisión de Ángel De Fana por más de una década, su insistencia para que no dejara fuera a los plantados en esta serie de entrevistas. “Ángel, por modestia, no te lo dirá, pero es también un excelente dibujante, toca la guitarra, canta muy bien y escribe poesía, además de ser un gran conocedor de la poesía hispanoamericana y de haber sido el alma de la comunidad católica en el presidio político”, añade Sales y se lo agradezco porque el entrevistado no evocó ninguno de estos temas.

Pensaba que la empresa me superaría porque no es justo reducir a unas cuartillas más de 20 años de oprobio sufridos en carne propia por una persona. He tratado de hacerlo a sabiendas de que la vida de hombres como este no se resume en una entrevista. El horror supera el esfuerzo de contarlo. La vivencia, cualquier testimonio.

Ángel De Fana como locutor de La Voz del CID, 1985

- ¿Dónde naciste y cuáles son tus origines familiares?

Nací en 1939 en la Calzada de Diez de Octubre, exactamente en un solar de la esquina de Toyo, barrio de Jesús del Monte, pero luego la familia se mudó para la calle Mangos, mucho más cerca de la iglesia que daba nombre al barrio.

Era un barrio popular y mi extracción social fue humilde. Mi padre, Manuel De Fana Valdés, era zapatero, nacido en Cuba y de ascendencia cubana también. Tenía la responsabilidad de educar y alimentar a 9 hijos, cuanto más que mi madre, Blanca Serrano Ceballos, natural de Pedro Betancourt, en la provincia de Matanzas, era ama de casa y, ocasionalmente, despalilladora de tabaco en la fábrica La Corona. Las despalilladoras tenían la función de quitarle el nervio a las hojas de tabaco para que luego fuese enrollada durante la fabricación de los puros.

- ¿Cursaste estudios y qué recuerdos tienes de tu primera formación?

Estudié primero en la Escuela Pública N° 87, República de Guatemala, sita en la misma Calzada de Luyanó. La enseñanza era muy buena y nos llevaban a actividades fuera del centro. Recuerdo perfectamente cuando en 1951 trajeron los restos de José Joaquín Palma, escritor cubano que había sido el autor del Himno Nacional de Guatemala, fallecido décadas atrás, en 1911, en ese país centroamericano, para depositarlos en el Capitolio Nacional. A todos los alumnos de mi escuela nos llevaron para que participáramos en aquel homenaje.

Los estudios secundarios los cursé en la Superior N° 8 Enrique José Varona, que quedaba frente al Instituto de La Víbora, en las calles Carmen y Párraga. No estudié bachillerato, pues tuve que ponerme a trabajar, pero obtuve una beca de la Havana Business Academy que tenía una sucursal en la Calzada de Diez de Octubre para estudiar inglés, taquigrafía, mecanografía y contabilidad por las noches.

- Me dices que tuviste que ponerte a trabajar muy joven. ¿Cuál fue tu primer trabajo?

En 1957 yo había postulado para trabajar en el Banco Franco-Cubano. Tenía 18 años y fui aprobado. Pero acababa de ocurrir el ataque al Palacio Presidencial y todo se paralizó. No podía esperar y como mi padre trabajaba en una fábrica de calzado que se llamaba Midnight Shoes, propiedad de German Lamazares, que surtía los grandes almacenes como El Encanto, Flogar, La Moda, La Época, etc., me recomendaron para que trabajara en las oficinas pues estaban buscando a alguien. Así fue como entré en aquella fábrica que se encontraba a unos metros de la Vía Blanca, en lo que se llamaba el Barrio Obrero.

Al principio era el ayudante de José María Sales, un catalán que era el viajante de la empresa. Pero cuando él se fue me quedé como jefe, con secretaria y todo.

Ángel De Fana en Caracas, firmando su libro, 1983

- Era una época convulsa en Cuba pues se estaba gestando el movimiento antibatistiano. ¿Tuviste algo que ver con estas luchas?

En mi familia nadie participó en las gestas revolucionarias, excepto durante el “machadato” en que mi padre estuvo preso seis meses en el Castillo del Príncipe, en La Habana, por haber estado implicado en el movimiento sindicalista. Esto no impidió que mi padre se diera cuenta de que castrismo y comunismo eran la misma cosa desde enero de 1959.

- ¿Cómo viviste los primeros años posteriores al 1° de enero de 1959?

En aquel momento Lamazares había comprado un local en la calle Industria y San José, detrás del Capitolio, que funcionaba como peletería, administrado por el catalán que había sido anteriormente mi jefe en la oficina. Aunque hubiera podido quedarme en la fábrica, decidí irme para aquella peletería en la que tenía un sueldo fabuloso: 300 pesos mensuales que en Cuba representaba entonces una situación holgada. Pero en 1961 la fábrica fue confiscada.

- ¿En esa época militabas ya contra el régimen castrista?

En 1960 integré el Movimiento Demócrata Martiano (MDC) cuyo jefe era Bernardo Corrales, ex capitán del Ejército Rebelde durante las luchas clandestinas en la ciudad de La Habana. Me incorporé como miembro de la brigada de acción y sabotajes, pues en cuanto le dieron aquel famoso mitin de repudio a Luis Conte Agüero en el seno mismo de la Universidad, me di cuenta de que había que hacer algo contra el régimen.

En el MDM me introdujo Armando Ardavín que vivía en mi propio barrio. Mi función era repartir propaganda contra el régimen y poner explosivos en diferentes lugares, evitando herir o matar a las personas que pudieran encontrarse in situ. Así, por ejemplo, puse un petardo en el baño del club San Carlos en una ocasión en que estaba cantando Tito Gómez acompañado por la orquesta Riverside. También puse otra en el hotel Riviera cuando estaban sentados en el lobby del hotel unos cuantos oficiales del Ejército Rebelde.

Ya a fines de 1961 habían caído presos varios miembros del MDM y habían fusilado a Bernardo Corrales a fines de aquel mismo año. Por eso me nombran secretario de finanzas, de modo que entré en el ejecutivo del movimiento.

- ¿Fue entonces que te detuvieron y enjuiciaron?

En mayo de 1962 el grupo de acción y sabotaje de San Miguel del Padrón tenía por misión desarmar a la mayor cantidad posible de milicianos con el objetivo de requisar las armas para enviárselas a los alzados que operaban en la zona de Güines, y también en las montañas del Escambray. Yo ocupaba ya el puesto de coordinador nacional del movimiento, en el lugar de Manolito Arias que acababa de asilarse en la embajada de Uruguay.

La acción por la que me detienen tuvo lugar en la Quinta La Balear, en donde había que desarmar a dos milicianos que cuidaban el sitio. Sucedió que los milicianos que cuidaban el lugar se resistieron y hubo cruce de disparos. Felipe Hernández, que era de nuestro grupo de acción, recibió un balazo en el cuello y Gustavo Bencomo, otro de los compañeros, en el brazo. También participaron en esa acción Ramón Navas y Roberto Hernández, llamado “El Bolo”. En el bando contrario, Aneiro Subirá, uno de los milicianos revolucionarios, resultó muerto.

Los heridos nuestros se refugiaron en la casa de Miguel Cantón, otro de los integrantes del movimiento, que vivía en La Víbora. En el momento en que sucede todo eso alguien me avisa y me pide que consiga a un médico que pueda curar a los heridos. Esa misma madrugada conseguí el médico y lo llevé hasta la casa de Cantón. Recuerdo que cuando regresé a la mía por la mañana ya la noticia de la muerte de Aneiro Subirá circulaba por las ondas de Radio Reloj y había sido publicada en las páginas del periódico Hoy.

Ángel De Fana con 8 de sus hermanos y hermanas

- ¿Cómo descubren tu participación en las acciones?

Nuestro movimiento había sido infiltrado por un actor llamado Carlos Montezuma, conocido más tarde por su personaje “Ñico Rutina” en la televisión cubana. La participación de este individuo como chivato a la paga del G-2, entonces la Seguridad del Estado cubano, quedó manifiesta cuando dos décadas después recibió honores y condecoraciones oficiales por su labor de topo. Resultó que él había visto a los heridos y a todos los que, como yo, habían pasado por la casa de Cantón.

El caso fue que al día siguiente llegaron los del G-2 y capturaron a los heridos y acompañantes que se encontraban en ese momento en la vivienda. A todos les hicieron un juicio expeditivo y el gobierno, para despistar sobre la labor del chivato, hizo creer públicamente que el éxito de la operación se había debido a la actuación del CDR de la cuadra. A todos los condenaron a 30 años, es decir a Felipe Hernández, Ramón Navas, Gustavo Bencomo y a Miguel Cantón. A los padres y hermanas de este último los condenaron a 9 años de prisión. También fue condenado Esteban Ferreiro, solo por estar junto a uno de los participantes en el momento de la detención.

- ¿A ti no te detuvieron entonces?

Yo no estaba en la casa con los heridos en el momento en que fueron detenidos. De modo que no podían probar mi participación directa, además de que ninguno de los compañeros delató a los restantes del grupo. Pero resultó que poco después, en agosto de 1962, me casé en la iglesia del Carmen, de la calle Infanta, con Carmen Miranda, la sobrina del que había sido dueño de la fábrica, a quien solo le quedaba entonces la peletería en la que yo trabajaba. Al salir del altar, en la puerta de la misma iglesia, me encontré al tal Carlos Montezuma, pues él, junto a otros artistas de la antigua CMQ, habían querido entrar en el MDM para ayudar. En realidad, estaba allí para vigilar e informar, cosa que no sabíamos entonces.

Un mes después, el 10 de septiembre de ese mismo año, cuando ya vivía ya en Lawton, me encontraba en la peletería trabajando y se presentaron dos agentes del G-2 que me pidieron que los acompañara. Me llevaron caminando hasta la calle San Rafael en donde nos esperaba un auto de civil. Entonces me piden que monte con ellos y me conducen a la sede de la Seguridad del Estado, en la Quinta Avenida y la calle 14, del reparto Miramar.

Yo escondía una pistola en la peletería, y enterado de mi detención, Israel Ibáñez, otro compañero, fue a recogerla. Estando en la peletería buscando la pistola se presentaron los esbirros del G-2. Ibáñez logra esconderse y permanece encerrado en el local hasta por la noche, pero cuando logra salir se le ocurrió regresar para buscar los libros de finanzas y es allí cuando vuelven a aparecerse los del G-2 y lo capturan también.

- ¿Qué sucede entonces en la sede del G-2?

Me someten a interrogatorios y solo admito que me ocupaba de las finanzas. A los siete días de estar detenido me ponen una capucha, me montan en un jeep y me trasladan a un sitio que, calculando por la trayectoria, debía de hallarse a una hora en auto de La Habana. A ese sitio le llamamos los que estuvimos presos allí, Las Cabañitas, pero hasta el día de hoy nadie ha podido determinar su localización exacta. Allí me pusieron en una celda que parecía haber sido una caballeriza, sin cama ni nada. Para cada interrogatorio me ponían la capucha y me conducían desnudo por una escalera de caracol hasta una oficina.

Durante los interrogatorios hicieron todo lo posible por vincularme al movimiento y causa de los detenidos del 30 de agosto de 1962, un levantamiento abortado en el que participaron militares y civiles en toda la isla, y algunos de los cuales habían sido fusilados ya.

El caso es que cuando me juzgan a mí había un contexto internacional en el que la opinión pública comenzaba a ser muy desfavorable al castrismo por los muchos fusilamientos que ya habían efectuado. De modo que, en septiembre de ese año deciden pararlos.

Ángel De Fana y sus padres, Manuel de Fana y Blanca Serrano

- ¿En qué momento te juzgan y como se desarrollaron los hechos?

De mi causa formaban parte Frank Quesada e Israel Ibáñez. Nos condujeron a La Cabaña y nos procesaron junto a detenidos de otras dos causas. En el caso de la nuestra nunca tuvimos la petición fiscal, o sea, el documento obligatorio en que se formaliza la acusación.

Esto sucedió en abril de 1963, es decir, siete meses después de mi arresto. Cuando salimos del juicio, con una cuchilla de afeitar que tenía escondida, Frank Quesada, que había quedado pendiente de fusilamiento, intenta cortarse las venas. Iba delante de nosotros cuando lo hace. Lo llevan entonces a la enfermería para curarlo y a Israel y a mí nos ponen entonces en las galeras especiales. En ese momento tenía lugar también el juicio contra Julio Hernández Rojo, del Directorio Revolucionario Estudiantil. Cuando termina colocan a todos los acusados en las galeras en donde de noche rezamos el rosario. Como Hernández Rojo tenía fuertes influencias en el extranjero hubo grandes mediaciones para que no lo fusilaran y es por eso que aquel día no hubo ningún condenado a fusilamiento. Esa misma noche a mí y a Israel nos sacaron y nos llevaron a lo que se llamaba “El botiquín”, al final del patio, en donde estaba la oficina del director del penal. Fue él quien nos entregó en ese momento la sentencia de ambos: 20 años de cárcel. En el caso de la mía me acusaban de ser el autor intelectual del asesinato del miliciano de la quinta La Balear y de poseer explosivos. Dos acusaciones falsas, por supuesto.

Recuerdo que cuando me conducían de regreso a la galera un guardia me interpeló para decirme que le diera gracias a la revolución por haber sido tan generosa y por no haberme fusilado. Entonces le respondí: “A la revolución no tengo nada que agradecer, sino a Dios”. Y en ese justo instante me dio un planazo.

Vivimos meses en las galeras de La Cabaña y éramos más numerosos que el espacio del que disponíamos para acostarnos en el suelo, razón por la cual teníamos que turnarnos para dormir.

- Comienza entonces para ti el largo periodo de 20 años de prisión en las mazmorras del castrismo…

20 largos años en que estuve en unas seis prisiones: La Cabaña, Isla de Pinos, Guanajay, el Combinado del Este (que inauguré, por decirlo de algún modo), Boniato y Boniatico. En julio de 1963, me condujeron al antiguo Presidio Modelo de Isla de Pinos, una prisión que tenía cuatro edificios circulares con un panóptico en el medio de cada uno. Allí vivíamos unos 5000 presos.

Solo en La Cabaña tuve una vez la visita directa de mi esposa, porque después, cuando nos trasladaron a la prisión de Isla de Pinos nos pusieron una doble reja entre nosotros y nuestros visitantes. Como nos negamos a aceptar las visitas en esas condiciones, mi esposa no pudo seguir visitándome. Fue entonces que, a cambio de quitarnos las rejas, inventaron el plan de trabajo forzado. Mi esposa me escribía entonces para que aceptara la rehabilitación, o sea, ir a trabajar a cambio de un aligeramiento de las condiciones de detención. Entonces yo solo le contestaba por telegrama pidiéndole el divorcio. Cosa que terminó aceptando.

Los tres primeros plantados del presidio político bajo el castrismo que se negaron a formar parte de estos trabajos forzados fueron Alfredo Izaguirre Rivas, Emilio Adolfo Rivero Caro y Onirio Nerín Sánchez. Por oponerse los llevaban a un sitio llamado La Mojonera, repleto de aguas albañales y excrementos, en donde los metían y les caían a golpes.

Ángel De Fana con las integrantes de MAR por Cuba en España

Cuando en 1966 cierran la cárcel de Isla de Pinos, entonces me llevaron de vuelta a La Cabaña.

- Me imagino que contar 20 años de prisión, con todos los atropellos y las humillaciones, no solo es tarea difícil, sino casi imposible de delimitar en el tiempo…

En efecto. Hay hechos puntuales que uno recuerda y puede precisar, pero otros forman parte de una amalgama de sensaciones y recuerdos. En Isla de Pinos, por ejemplo, la vida carcelaria se organizó de diferentes modos. Gracias a las visitas, a veces esporádicas y, en muchas ocasiones denegadas, lográbamos conseguir el papel para hacer un periódico interno con las noticias más relevantes. A ese periodiquito le llamamos El Poney Express. Hay que decir que entre los presos había gente de diferentes profesiones y oficios, excelentes técnicos, personas instruidas, capaces de fabricar pieza a pieza un radiorreceptor gracias al cual captábamos La Voz de las Américas y, luego, los encargados de redactar (yo en una época fui uno de ellos) de hacer un resumen para que las noticias pudieran circular a través de sus páginas entre los restantes presos.

En el Combinado del Este, a partir de 1977, los presos lograron introducir clandestinamente una pequeña radio y reconstruir la red del Poney Express. Quienes conocían lenguas extranjeras como Miguel Sales y Eleno Oviedo escuchaban las noticias y luego otros, como Ernesto Díaz, que tenía muy buena caligrafía, o yo, las transcribíamos y copiábamos. El periódico circulaba diariamente y llegaba a todas las celdas del presidio político. El sistema siguió funcionando incluso después de 1980, cuando la mayoría de los plantados fuimos trasladados a la prisión de Boniato.

Cuando nos sacaron de Isla de Pinos, los del grupo nuestro dijimos que no pensábamos trabajar nunca más y que no aceptábamos la disciplina. Por ejemplo, en 1967, estando ya en La Cabaña de vuelta, decidieron cambiar los uniformes amarillos de presos políticos que llevábamos por los azules de los presos comunes o rehabilitados. Como un grupo bastante nutrido nos negamos a llevar el uniforme azul nos dejaron durante años en ropa interior solamente. Aun así, en todas partes no sucedía lo mismo. Sabíamos que, en la prisión 5 y 1/2, en Pinar del Río, ni siquiera los dejaron en calzoncillos, sino completamente desnudos, y que en el castillo del Príncipe utilizaban a judocas profesionales para forzarlos a ponerse el uniforme de los comunes y cuando lograban ponérselos, los presos se los quitaban de nuevo.

Hay que saber que nada de esto sucedía con regularidad. Hubo ocasiones en que las visitas mensuales duraban dos horas. En otras, no las autorizaban y solo podías recibir paquetes postales. Pero hubo momentos en que pasamos hasta un año sin visitas ni correspondencia.

Aunque los presos políticos no convivíamos con los comunes, nos comunicábamos con ellos a través de las ventanas porque eran los comunes quienes hacían la limpieza de nuestros pabellones y quienes nos traían la comida. Nosotros les pagábamos diferentes servicios con cigarrillos, pues en la cárcel los cigarrillos eran la única moneda de canje.

Ángel De Fana con el Sindicato Solidarnosc en Polonia

- Entraste a la cárcel con 23 años y saliste a los 44. ¿En qué condiciones se produjo tu excarcelación?

Yo cumplí la condena de 20 años, a la que se le sumaron 7 meses. En 1978, tras negociaciones con el gobierno cubano, las autoridades de Estados Unidos y activistas de Miami lograron el indulto de unos 3600 presos políticos. Los compañeros de mi grupo y yo nos negamos a aceptar aquel indulto. Cuando el 10 de septiembre de 1982 se cumplieron los 20 años de mi encarcelamiento me encontraba en la prisión de Boniatico, en la provincia de Oriente. Un oficial vino a la celda para preguntarme si finalmente aceptaba trabajar, con lo cual mi respuesta fue la negativa de siempre.

En ese momento un grupo de recondenados se declaró en huelga de hambre y se los llevaron a celdas de aislamiento sin comida ni agua. Pero en el plano internacional se tenía noticias del escándalo por lo ocurrido con los presos políticos de Irlanda del Norte que habían fallecido en prisión y a Fidel Castro no le convenía que un hecho similar ocurriera en Cuba en ese momento. De modo que, finalmente, los excarcelaron con la condición de que tenían que salir inmediatamente de la isla.

- ¿Puedes describirnos el día exacto de tu excarcelación?

Lo recuerdo perfectamente. Me llevaron a la dirección del penal de Boniatico para entrevistarme con un capitán de La Habana apellidado Morel. Conmigo estaba Raúl del Valle, y el tal Morel nos puso como condición que al salir teníamos que, una vez en La Habana y cada vez que cambiáramos de municipio, ir a reportarnos a las diferentes estaciones de policía de cada municipalidad provincial. No aceptamos aquella condición y nos negamos a firmar el documento en cuestión. De modo que no le quedó más remedio que sacarnos ese mismo día sin firmar aquel papel. Entonces unos guardias nos condujeron a la terminal de ómnibus de Santiago de Cuba para que nos las arregláramos como pudiéramos. Como es lógico, no avisaron a nuestros familiares, de modo que nadie nos estaba esperando en ninguna parte.

Allí nos dejaron. Mis oídos estaban tan poco acostumbrados a los ruidos de la calle y a las voces de la gente común y corriente que al principio no entendía nada de lo que me decían ni lo que anunciaban por los altavoces. Raúl del Valle tenía algo de dinero gracias al depósito que hacían los familiares, pero el mío tuvo que pagarlo un militar porque como no había tenido visitas en mucho tiempo mi cuenta no tenía un céntimo. Entonces fuimos a un kiosco donde vendían cervezas y croquetas, pero la condición para comprar la cerveza era había que acompañarla con algo de comer. Una de las dependientas del kiosco se dio cuenta de que acabábamos de salir de la cárcel y le dijo a la que se negaba a vendernos la cerveza sin las croquetas que nos diera dos croquetas. ¡Imagínate que cuando fuimos al estanquillo a comprar cigarrillos yo no conocía la moneda cubana en curso en el país, pues la de 20 años antes ya no existía!

- ¿Pudiste salir inmediatamente de Cuba?

Un primo de Raúl del Valle fue quien avisó a mi familia, de modo que cuando llegué a la terminal de La Habana mi hermana Margarita y su esposo vinieron a buscarme en sidecar a la salida. En ese momento mis padres estaban listos para viajar a Miami, a donde iban a visitar a mi hermana, cuyo esposo, Roger Reyes, también estaba preso y cumplía una condena de 20 años. Les dije a las autoridades que solo cuando mis padres regresaran me iría del país, de modo que esperé dos meses a que ellos volvieran y pudimos salir todos, mis padres, una hermana, sus tres hijos y yo, el 25 de julio de 1983, rumbo a Caracas.

Por increíble que parezca no tengo ningún recuerdo del momento de mi salida del país. Mi próximo recuerdo fue en el aeropuerto de Caracas cuando aterrizamos y en que uno de mis hermanos junto a otros ex presos políticos cubanos vinieron a darme la bienvenida y cantaron el Himno Nacional cuando nos vieron salir por la puerta.

- ¿Qué haces en Venezuela en un primer momento?

Apenas salido de la cárcel, tanto la de Boniatico como la Isla que también es una cárcel, me puse a trabajar por la libertad de Cuba, a denunciar los horrores del presidio político castrista y a trabajar para ayudar a otros presos. A Caracas vino a verme Hubert Matos quien me pidió que me uniera a su grupo, el Movimiento Cuba Independiente y Democrática. Nos habíamos conocido en La Cabaña donde él también estuvo preso, pues cumplió como yo 20 años de cárcel entre 1959 y su excarcelación en 1979. Nos habíamos hecho muy buenos amigos. Huber Matos me propuso que trabajara para La Voz del CID, la emisora de radio que él dirigía y cuya planta se encontraba en El Salvador, aunque eso nadie lo sabía entonces.

Entonces empecé a trabajar en dicha emisora y estuve dos veces por largos periodos en El Salvador atendiendo la planta. Fue durante mi estancia en Venezuela que obtuve el “parole” para entrar a Estados Unidos, y como estaba en San Salvador entonces viajé directamente desde allí a Miami.

- ¿Cuáles son tus primeras actividades en Miami?

Seguí trabajando para La Voz del CID junto al historiador Juan Benemelis. Ambos redactábamos todas las noticias que transmitíamos desde la radio. Y por las noches trabajaba con el historiador y profesor Juan M. Clark en su libro Cuba. Mito y realidad, una empresa ambiciosa y muy completa que transcribí durante tres años en la que también participaron Juan Figueras y Roberto Lozano. También, como todo exiliado de aquellos tiempos, limpié oficinas y trabajé en todo lo que se me aparecía.

- Rehacer la vida cuando te han robado los mejores años es casi una hazaña. ¿Lo lograste?

Esos criminales quisieron arruinarme toda la vida, pero no dejé que lo lograran. Los 20 años de cárcel que viví en Cuba me dieron más fuerza para combatir al castrismo. En una de las actividades en las que participé en La Casa del Preso conocí a mi esposa, Rosa Prieto, cuyo padre, Pablo Prieto Castillo, estaba justamente encarcelado en Cuba por haberse alzado en el Escambray. Ella había venido a verme desde Naples, donde vivía entonces, para que yo le hablara de su padre. A las dos semanas nos casamos y tuve dos hijos con ella que hoy en día ya son adultos. Su padre salió finalmente en 1988.

En 1996, el exitoso empresario cubano Leopoldo Fernández Pujals, nacido en La Habana en 1947, quien era sobrino de Elena Mederos y del preso político José Pujals Mederos, decide fundar Plantados, una organización para denunciar la realidad del sistema carcelario castrista. Inicialmente éramos Mario Chanes de Armas (30 años de prisión, el más longevo de los presos políticos del mundo), Eusebio Peñalver Mazorra (28 años de prisión), Ernesto Díaz Rodríguez (22 años de prisión) y yo. Inmediatamente comenzamos a trabajar, a encontrarnos con la gente en muchos países del mundo, a contar en todas partes nuestra experiencia y la realidad cubana.

Recientemente, en 2021, el director cinematográfico y escritor Lilo Vilaplana realizó la película Plantados, estrenada en el 38° Festival Internacional de Cine de Miami, en la que muchos participamos y financiada también por Fernández Pujals.

No he parado de dar testimonio para que se conozca la historia de los presos políticos cubanos, tanto de los que ya han desaparecido como de los que siguen encarcelados en las prisiones de la isla. Justo ahora acabo de hablar con Miguel Díaz Bauza, a quien condenaron en 1994 a 30 años de cárcel tras haber desembarcado en Cuba con el objetivo de enfrentarse al régimen.

Niza/Miami, febrero de 2024


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