Viaje a Cabo Verde: la isla de Maio / El Nuevo Herald
Les dejo mi reportaje sobre la isla de Maio que visité durante mi estancia en este hermoso archipiélago africano. Incluyo fotos que no salieron en El Nuevo Herald. Un sitio al que dan ganas de volver e, incluso, de quedarse un buen tiempo. Tal vez por lo complicado de acceder ha conservado todo su encanto original.
Enlace directo: Viaje a Cabo Verde: la isla de Maio / El Nuevo Herald / William Navarrete
Cabo Verde: viaje
a la isla de Maio
William
Navarrete*
Cerca de 8 000
personas viven en Maio, una de las nueve islas del archipiélago de Cabo Verde y
parte del grupo meridional de Sotavento. Se encuentra a unos 46 kilómetros de
la isla de Santiago y de la ciudad de Praia, capital de esta joven república
africana. En ferry o en avión, llegar a Maio es toda una aventura: hay que
pasar antes por la isla vecina y nunca se sabe de antemano si podremos realizar
la travesía o no.
Para visitar Maio
lo mejor es planificar el momento de hacerlo desde Praia. El ferry solo viaja dos
veces por semana desde esta ciudad y en el aeródromo escasean los vuelos que
solo salen, a veces, desde la capital o la isla de Sal. Muchos vuelos suelen ser
anulados debido a las condiciones meteorológicas. Para comprar los boletos de
ferry, lo mejor es ir personalmente a las oficinas de la compañía Interilhas en
el Plateau de Praia, ya que la web no funciona. Los empleados hablan varias
lenguas e informan de las disponibilidades en tiempo real.
Maio debe a su
aislamiento su innegable encanto. La llegada o la salida del ferry en el puerto
es prácticamente el único momento en que su pequeña capital se anima gracias a
los nuevos visitantes. Durante toda mi estancia, el ferry en que viajé fue el
único barco que vi atracar en su muelle.
La ciudad
principal o capital, también llamada Puerto Inglés, se extiende a orillas de
una hermosa playa de arenas doradas y aguas turquesas, a lo largo de la avenida
principal que es también su paseo marítimo. De vez en cuando, algún turista se
baña y dos o tres veces al día los pescadores izan o echas sus barcas a la mar.
Las mujeres vienen a buscar el pescado recién capturado, el mismo que venderán
a los restaurantes para deleite de los comensales que podrán darse el lujo de
degustar un producto fresco y de calidad.
La iglesia
Nuestra Señora de la Luz, construida en 1812, emerge de lo alto de una
escalinata a la que se llega después de atravesar la única plaza arbolada de la
ciudad. En esta plaza, un kiosco que sirve de café y restaurante es el punto de
reunión los turistas que deambulan un poco desorientados porque probablemente
es la primera vez que se sienten dueños de su tiempo y que pueden solazarse sin
una lista de museos y monumentos por visitar.
En la avenida marítima
está el restaurante-café Centrum Sete Sois Sete Luas en honor al festival de
música lusitana de este nombre y con frecuentes conciertos de música
caboverdiana o portuguesa. Y no lejos de la plaza y de la iglesia se encuentra el
viejo Mercado de Maio donde subsisten unos pocos tendales de vendedores de
frutas y hortalizas. En su interior, el Café Enzo, propiedad de un italiano de
ese mismo nombre y residente en la isla, prepara a la antigua un excelente
cappuccino, así como pizzas y dulces caseros. Existen unos diez restaurantes,
comercios y hoteles administrados por italianos, la comunidad extranjera más
numerosa de la isla.
Para probar las especialidades
caboverdianas sugiero el restaurante-pastelería Maio Delicia, que se encuentra a
cuatro manzanas detrás de la iglesia. Allí es posible comer atún a la parrilla
con mojo, pinchos de cerdo al carbón, flan casero (que llaman pudín) y otras
especialidades del mar o la típica cachupa caboverdiana. Los platos suelen acompañarse
con papas fritas, vegetales o el mejor arroz blanco inimaginable, cocinado de forma
especial y muy distinto al que solemos comer en otros países. Desde la ciudad, se puede caminar hasta la
playa de Ponta Prieta, al sur, hermosísima y completamente desierta.
A pesar de que
pequeños autobuses conectan a la ciudad de Maio-Puerto Inglés con algunas de
las aldeas de la isla, lo mejor es alquilar un auto para recorrerla libremente
y visitar sus playas solitarias. La compañía de Evaristo Martins ofrece este
servicio. El auto me lo trajo un empleado al hotel y sin que llenar ningún
documento, mostrar papel alguno, sin pago previo (ni siquiera de garantía), ni
revisión, me entregó las llaves. De todas formas, nadie podrá salir de Maio sin
que se sepa.
Así pude visitar
Ribeira do Joao, una aldea del sur conocida por su excelente queso de cabra
casero y también por su hermosa playa sin ninguna construcción a la vista.
También estuve en Pedro Vaz, pueblo del norte, a partir del cual por una pista en
mal estado se llega a la playa Boca Praiona, virgen y completamente solitaria, famosa
por la cantidad de tortugas marinas que desovan en sus arenas. Los aficionados
del senderismo pueden subir el Monte Peloso, la mayor elevación de la isla, de
solo 436 m de altura. En general, el paisaje es árido, la vegetación rala y solo
se ven, de vez en cuando, cabras y gallinas de Guinea que atraviesan la única
carretera de adoquines que le da la vuelta a la isla.
Al norte de Maio está
el pueblo pesquero de Calheta con varios restaurantes que proponen pescado
fresco traídos a diario por los pescadores, así como langosta, cobos y otros
derivados del mar. Las playas desiertas y casi inaccesibles abundan en esta
costa, pero pueden ser muy peligrosas: vientos y corrientes generan grandes
marejadas y fuertes resacas. Es el caso de Porto Cais y de Morrinho.
Tres o cuatro días
son suficientes para recorrer la capital, las playas y los pueblos del interior
de la isla. Las salinas proponen visitas guiadas y en épocas de carnaval y
otras festividades del calendario litúrgico católico los desfiles recorren la
capital al ritmo de las bandas musicales. Unas vacaciones en Maio es el mejor
antídoto contra el estrés. De cualquier manera, de nada sirve preocuparse
porque de allí no se podrá salir hasta que llegue el próximo barco.
* Escritor
establecido en París
Comentarios
Publicar un comentario