Entrevista a Aida Levitan - por William Navarrete
Entrevisto a la líder cívica y empresarial Aida Levitan
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¿Cómo ir a un
país donde todo es arbitrario y no tienes ningún derecho?
El escritor
William Navarrete entrevista a la líder cívica y empresarial Aida Levitan
En algún verano
de principios de este siglo, hace ya más de dos décadas, estuve en casa de Aida
Levitan en Key Biscayne, en donde vivió por unos treinta años. En ese entonces
nos estaba apoyando en una de las actividades que organizaba en Miami por las celebraciones
del centenario de la República cubana y, como siempre en estos casos, contar
con ella era una garantía para, gracias a sus contactos y buenos consejos, pudiéramos
alcanzar nuestros propósitos
Aida Levitan, es
un ejemplo del éxito de muchas cubanas exiliadas que han hecho frente
valientemente con grandes desafíos económicos y culturales. Trabajadora
incansable, Aida ha tenido una carrera muy versátil. Después de graduarse con
un doctorado en literatura española en Emory University, trabajó como profesora
y administradora universitaria. Luego se convirtió en directora de importantes
departamentos gubernamentales de Miami. Como emprendedora, fundó una agencia de
publicidad, que luego vendió y transformó en la principal agencia hispana de
Estados Unidos. Además de atender a clientes
nacionales e internacionales, Aida dirigió con su asociado la producción del
concierto de Cachao y Andy García y también de la Feria de España, entre otros
grandes eventos. Durante seis años fue presidenta del Consejo de Administración
de un banco y continúa en su Junta Directiva. En 2022, la revista Forbes
reconoció estos logros al incluirla en la prestigiosa lista 50Over50. Amante
de la cultura hispana, Aida ha apoyado a artistas y grupos culturales a través
de ArtesMiami, sociedad sin ánimo de lucro que fundó y preside desde 1995. Participó
en la Comisión Nacional para crear el Museo Smithsonian del Latino
Norteamericano y fue electa vicepresidenta del Consejo Nacional del Centro
Latino del Smithsonian. Presidió el Consejo de los Amigos de la UM Colección
del Legado Cubano (CHC) y el de FACE (Facts About Cuban Exiles). Por su
liderazgo cultural en beneficio de España, el Rey de España la nombró Oficial
de la Orden Real de Isabel la Católica en el 2025.
Cuéntanos de
tus orígenes familiares
Mi madre, Aida
del Castillo Cañizares, era hija de Julio del Castillo, un congresista y
senador durante el gobierno de Alfredo Zayas y Zayas, en la década de 1920. Mi
abuelo fue un hombre brillante que había empezado como farmacéutico en Morón,
en la provincia de Camagüey, y que ganó mucho dinero durante el periodo de las
“Vacas Gordas”. En esa época se construyó una mansión en El Vedado, y realmente
era lo que se llama un “bon vivant”. Tenía un armario lleno de trajes de dril
100 y fue de las primeras personas en La Habana en tener un auto en los años
1920, un Buick que causaba sensación en aquella época. Viajaba constantemente a
Europa, y envió a mi madre a estudiar a un colegio de bilingüe episcopal, llamado
Cathedral School, y luego a Ginebra, a Les Hirondelles (Las Golondrinas). Pero
durante la depresión de 1929 perdió mucho dinero. Su esposa, Josefina
Cañizares, falleció muy joven, a los 43 años, y mi abuelo Julio volvió a
casarse, esta vez con una prima de mi abuela que hizo todo lo posible por
excluir a mi madre del seno familiar y le negó toda ayuda.
Mi padre, Teófilo
Tomás Abdo, nació en 1914 era médico cirujano y oftalmólogo en La Habana,
cuando nací en esa misma ciudad en 1948. Era hijo de católicos originarios de
la antigua Palestina, durante el Imperio Otomano, que viajaron a La Habana a
finales del siglo XIX. Mi abuela paterna tuvo diez hijos y de ellos ocho fueron
médicos. Pero mis padres se divorciaron cuando yo tenía 2 años de edad, y en
realidad lo conocí poco pues no nos visitaba a menudo.
¿Cómo
transcurrió tu infancia?
Mi madre tuvo la
suerte de que su hermano, Julio del Castillo Cañizares, diplomático casado con
la cienfueguera Violeta Díaz de Villegas Dorticós, la adoptaron como si fuera
una hija. Flora
Dorticós Bouffartigue, madre de Violeta, la acogió a los 14 años. Era una
familia de intelectuales destacados y Roberto Díaz de Villegas Dorticós, el
hermano de Violeta y Amparo, era diplomático, exactamente vicecónsul de Cuba en
Nueva York, el último en 1959, antes del triunfo de la revolución. Era un
hombre muy culto, que escribía poemas e, incluso, muchos de aquellas acuarelas
cómicas que declamaba Luis Carbonell. Fue él quien desarrolló mi vocación
literaria desde niña, y digamos que era mi padre adoptivo porque el biológico
brillaba por su ausencia, tanto para mí, como para mi hermano Guillermo Tomás,
pues se había casado con una segunda mujer con la que tuvo seis hijos.
Además, mi
madrina, Amparo Díaz de Villegas Dorticós, era hermana del mencionado Roberto y
maestra de kindergarten en una escuela en el poblado de Managua. Me llevaba al
colegio y me ponía de práctica a dar clases a los cinco años. En esa época mi
madre trabajaba como asistente administrativa en
un bufete de abogados. Viajábamos en Navidades a Nueva York para reunirnos con
mi padrino Roberto.
En realidad,
aquella era mi auténtica familia. Vivíamos en la calle 26 del Nuevo Vedado, muy
cerca del cine Acapulco, y recuerdo que fue allí en donde vi la primera
película de Elvis Presley. Tuve una infancia maravillosa gracias al amor y
cuidado de mi familia. Además, mi madre me permitió disfrutar de la vida
nocturna de aquella Habana que ya no existe porque me llevó, con apenas 13 años,
con mis amiguitos, a clubes famosos de La Habana y siempre iba de paciente chaperona.
¿Y tus
estudios en Cuba antes de 1959?
Estuve desde el
primer grado hasta el séptimo en The Phillips School, una escuela bilingüe que
quedaba en el reparto Kohly, y cuyos dueños eran unos americanos de Vermont. Mi
madre le daba mucha importancia al aprendizaje del inglés y quería que yo estudiara
en un colegio laico. De modo que los cursos matinales eran en inglés, y los
vespertinos en español.
¿Qué sucede
después del triunfo de la revolución?
Mi tío Roberto se
había quedado en Nueva York. Mi primo Julio, que era neurocirujano y había
pertenecido al movimiento insurreccional contra Batista en las ciudades,
terminó exiliándose en la embajada de Brasil en La Habana en el momento de la
invasión de Bahía de Cochinos. En esa época, entre 1960 y 1965, su padre Julio
del Castillo, era cónsul de Cuba en Londres, y vivía en Inglaterra con su
esposa Violeta. Al fin pudo Amparo, la hermana de Violeta, salir de Cuba hacia
Londres. Entonces aprovechó el Cónsul Julio del Castillo para renunciar a su
puesto y romper con el régimen.
En mi caso,
estudié en 1959 hasta que al año siguiente nacionalizaron todos los colegios
privados. Mi madre siempre supo desde el principio que había que irse del país.
Aunque nunca fuimos batistianos, recuerdo perfectamente cuando vimos en la
televisión el juicio a Sosa Blanco, y quedamos impresionadas por la violación
de todos los códigos del derecho. Incluso, teníamos frente a la casa a un
miliciano que nos tenía aterrorizados porque venía constantemente a
preguntarnos sobre todo lo que entraba y salía.
De modo que fui
la primera de la familia en salir al exilio de Miami durante la Operación Pedro
Pan en 1961. Y como todos los niños que salieron por esa vía salí sola, y
dejaba atrás a mis padres y a toda la familia. Me recibió en el exilio Hilda
Pazos, una amiga de mi madre, pero por suerte a ella y a mi hermano les autorizaron
la salida de la isla al mes de estar yo fuera, y volvimos a reunirnos.
¿Cómo fueron
tus primeros años de vida en el exilio de Miami?
Como los de casi
todos los cubanos, muy duros. Durante seis meses pudimos vivir gracias a la
ayuda que nos daba El Refugio, con sede en la Torre de la Libertad. Al
principio nos pusieron a vivir en un edificio construido en la década de 1920
que estaba lleno de borrachos y se caía a pedazos. Poco después, mi madre
encontró un apartamento en La Pequeña Habana y un trabajo de secretaria. A mí,
me envió a estudiar a un colegio en Shenandoah, llamado Ada Merritt, que aún
existe. En esa época había pandillas y tenía que recogerme un muchacho puertorriqueño
que ella contrataba para eso.
Para que tengas
un ejemplo, recuerdo que en esa época me enfermé, si haber besado nunca a
nadie, de mononucleosis, y me llevaron al Jackson Hospital en donde me
atendieron nueve horas después. Eso era ser exiliado: de haber tenido una vida
holgada en Cuba, pasamos a vivir a merced de la ayuda del Refugio y en la
pobreza.
¿Continuaste
tu escolaridad?
Nos mudamos para
Miami Beach, exactamente 1334 y Collins Avenue, pues mi madre había conseguido
un trabajo de secretaria en un hotel de la playa. De modo que entré a cursar mi
bachillerato en el Miami Beach Senior High School, que todavía se encuentra en
el mismo sitio, en la 22 y Prairie Avenue.
Era pobre, pero
vivía como rica porque todos los días íbamos a Ocean Drive y la 14 a bañarnos
en la playa. Y los cubanos jovencitos se daban cita en la playa de Collins y la
48, frente al Eden Rock, y en la iglesia de Saint Peter y Saint Paul, en La
Pequeña Habana, los domingos. En estos lugares nos reuníamos los niños cubanos
de Coral Gables y de Miami Beach. Y recuerdo que todo el mundo hacía lo posible
por mantener, al menos en apariencias, la manera de vestir de cuando vivíamos
en Cuba. Se hacían milagros para, copiando los modelos de la revista Vogue,
comprar las telas en las telas de judíos cubanos del Downtown y hacerse los
mismos modelos.
Yo tenía que
trabajar como camarera, sirviendo té a los alumnos, para pagar mis almuerzos en
la escuela. Pero esto no fue un obstáculo para que terminara mi bachillerato
con nota “A”, es decir, sobresaliente.
¿Decides
matricular en la universidad?
Por supuesto.
Primero fui a ver al consejero que me dijo que tenía tremendo futuro como
secretaria. Como mis aspiraciones eran otras, le respondí que yo quería una
beca para entrar en la Universidad de Miami. ¡Y la conseguí! Por un lado 500
dólares y, por otro, unos 1000. Así fue como estudié durante cuatro años
Literatura Española y Educación, con especialidad en francés. Me gradué en
1969.
¿Te quedaste
en Miami?
No. En este
periodo me casé con Paul Levitan, mi primer esposo, judío norteamericano, de
quien he mantenido siempre el apellido Levitan porque con ese apellido fue que
me di conocer en el ámbito del gobierno del Condado y en el liderazgo cívico en
los inicios de mi profesión. Paul estaba estudiando odontología en la Emory
University, de Atlanta, y yo solicité una matrícula en esa institución para
estudiar Literatura Española. Me aceptaron, pero no me dieron la beca, y solo
la obtuve a partir del segundo año, en 1970, gracias a May Brunson, que era la
decana de la Universidad de Miami.
En Emory tuve a profesores brillantes y recuerdo en particular a dos de ellos: Carlos Rojas, que tenía renombre como crítico, escritor y académico, y a una madrileña llamada Emilia Navarro, que era especialista de la literatura barroca y con quien hice mi tesis comparativa entre la tragedia al estilo español de Lope de Vega y el Romeo y Julieta de William Shakespeare. Trabajaba al mismo tiempo como profesora auxiliar en Emory.
¿Hasta cuándo
permaneces en Atlanta y en qué momento terminas tu tesis doctoral?
En 1973 ya Paul
había terminado sus estudios de dentista y yo, aunque seguía estudiando para mi
examen oral y mi tesis, podía continuar en Miami, en donde empecé a trabajar
como profesora en el Miami Dade Community College. Durante ese tiempo seguía
preparando mi tesis y, mientras, tuve varios trabajos que fueron muy
importantes para mí, porque entre 1974 y 1975 trabajé para el Departamento de
Policías del Condado, sobre todo con un programa titulado “Buen vecino” que
había creado Eduardo Suárez Rivas. Imagínate, casi todos los policías eran
anglosajones y cuando veían a cubanos discutiendo acaloradamente, gesticulando
mucho o vociferando, como ignoraban todo de los códigos culturales de la isla, a
menudo se los llevaban presos pensando que prevenían un acto de violencia.
Entonces les enseñábamos a los policías frases útiles en español y códigos
culturales. Además, enseñábamos a los candidatos latinos y negros que querían
ser policías para que pudieran aprobar el examen de la Universidad de Chicago.
Otro trabajo que
tuve antes de terminar mi tesis en 1977 fue el de Decana Auxiliar de Asuntos
Latinos en el Biscayne College. Esto fue en 1976 y allí habían contratado a
Antonio Jorge, que en Cuba había sido viceministro de finanzas, y fue él quien
me recomendó. Trabajé en la administración con él y le enseñaba inglés a
cubanos que necesitaban aprenderlo para revalidar sus títulos.
¿Cuándo
comienzas a trabajar para el Condado directamente?
Esto sucedió en
1977 en que postulé para un puesto de directora de Asuntos Latinos de
Metro-Dade para servir de puente entre la comunidad latina (esencialmente
cubana y puertorriqueña entonces) y la anglosajona. Había unos 250 aspirantes
al puesto y estudié tanto que el comité de selección me escogió.
En este trabajo
llegué a tener unos 100 empleados y significó mi primera oportunidad para darme
a conocer entre 1977 y 1980, pues tenía una posición relevante en el gobierno
del Condado. Dirigí en esa época el Festival de la Herencia Hispana y fundé la
Coalición de Mujeres Hispanoamericanas.
Era una época muy
diferente a la actual porque entonces se trataba de integrar a los
latinoamericanos, de darles cabida en los espacios anglos y de tender puentes
culturales entre las diferentes comunidades. Siempre trabajé en base a eso y sigo
pensando en que debemos acoger, no excluir, e integrar, no cerrar puertas. Mis
ideas siguen siendo las de tender puentes entre las culturas en vez de
romperlos. Los Estados Unidos de entonces era un país de puertas abiertas.
Coincide con
el éxodo del Mariel…
¡Justamente! En
ese momento ya había unos 10 000 asilados en la embajada del Perú en La Habana
y yo sugerí al Condado, en previsión de que llegaran a Miami, la creación de un
grupo de voluntarios, llamado Operación Reenlace, para poder conectar a aquellos
cubanos con los que ya estábamos en el exilio.
Pero de pronto
surge en puente migratorio del Mariel y teníamos que enfrentarnos, no ya a la
llegada de 10 000, sino de 125 000, que no es lo mismo. Recuerdo que yo estaba
de vacaciones en Bahamas cuando, de regreso en avión, vi desde el aire a las
flotillas de barcos surcando el Estrecho de La Florida.
Inmediatamente
abrimos el Tamiami Park para las acogidas y recibir a los primeros 40 000
recién llegados. Pero teníamos todo preparado y trabajábamos hasta 20 horas al
día para que todo funcionara. Siro del Castillo nos ayudó a dirigir a tantos
voluntarios. Fue una de las experiencias profesionales más memorables de mi
vida.
¿Sigues
trabajando para la Ciudad?
César Odio, quien
era subadministrador de la Ciudad, me preguntó si me interesaba un puesto de
directora de Información y Visitantes de la Ciudad. Le dije que me interesaba
mucho y me nombraron en 1980.
Tenía la misión
de mejorar la pésima imagen de Miami que había en el mundo como sitio de drogas
y de violencia, con grandes contrastes. Era una época en que se intentaba
atraer a Miami el mundo de los negocios para que se convirtiera en centro
internacional empresarial.
Entonces me dije
que nada se ganaba con ocultar la parte oscura de la ciudad, los barrios
marginales, las zonas peligrosas. Al contrario, para atraer a periodistas
influyentes, había que mostrarlas como también había que enseñar los sitios de
crecimiento y de oportunidades. Entonces creé el programa “Miami, Centro del
Nuevo Mundo” y empecé a trabajar con empresas privadas a las que les interesaba
que la imagen cambiara para atraer a los clientes y turistas.
El alcalde de
entonces, Mauricio Ferré, quien estuvo 12 años en la alcaldía, estuvo de
acuerdo con mi programa y empecé por traer a los grandes directivos de los
periódicos más importantes del mundo. Teníamos que hacer algo para que aquella
portada de la revista Time, en la que se leía el letrero: “Miami,
paraíso perdido”, cambiara definitivamente en el imaginario de todo el mundo.
Y lo conseguimos en
años de intenso trabajo, en que la imagen de la Ciudad cambió radicalmente.
Pero, luego
cambias de trabajo y tengo entendido que fundas tu propia agencia…
Exactamente. En
realidad, estaba harta de tener a una superior que me hacía la vida imposible.
Imagínate, en 1982, estaba embarazada de mi primer hijo – que tuve con mi
segundo esposo Mario Hernández Fumero – esta jefa me obligaba a caminar
kilómetros sin necesidad y a levantarme a deshora para trabajos innecesarios.
Entonces, Julio Avello, un gran amigo, viendo lo infeliz que era, me preguntó que
por qué no creaba mi propia agencia de relaciones públicas y pensé que la idea
era muy buena.
Me fui a ver al
alcalde Ferré al Condado y le pedí que el contrato para continuar con el
programa de giras para periodistas se lo otorgara a la agencia que iba a
fundar. Y el alcalde Steve Clark también me concedió el contrato del programa
de “Ciudades Hermanas”. Y con esos dos programas arranqué mi primera agencia de
relaciones públicas.
¿Cuánto tiempo funcionó esta agencia?
Hasta 1985 en que
conocí a Fausto Sánchez, un cubanoamericano experto en cine y publicidad de Los
Ángeles, que había venido con Andy García para que los ayudáramos con una
película titulada South by South West y resultó que Fausto y yo nos
hicimos socios y me ayudó a crear en 1986 la agencia publicitaria Sánchez &
Levitan, con oficinas en Miami, Nueva York, Dallas y Los Ángeles, que
mantuvimos exitosamente hasta el 2003 en que la vendimos a Publicis.
En 1992,
dirigimos el concierto “Cachao: Mambo” y “Descarga en Miami”, en el Knight
Center, y en 1993, en el Music Hall de Radio City en Nueva York, en
colaboración con el actor Andy García. La campaña, donada por la agencia, nos
propició reconocimiento nacional y el Premio de Excelencia Multicultural de la
Sociedad Nacional de Relaciones Públicas (PRSA). También hicimos la
coproducción del documental sobre Cachao con Andy García. En la década de 1990
produjimos la Feria de Sevilla en Miami y la Feria de España, atrayendo a miles
de consumidores. La agencia produjo numerosas campañas premiadas de publicidad,
entre ellas las de la Lotería de la Florida, la Alex Rodríguez Boys y Girls
Club of Florida, y la campaña institucional de Hermanos al Rescate.
En otro orden,
dirigimos campañas estratégicas de
comunicaciones para marcas tales como: Chivas Regal, TJX Companies, Coca-Cola
USA, Capital One, Absolut Vodka, 15 marcas de Nestlé, y BMW
Entre el
2001-2003 Sánchez & Levitán vendió a Publicis y creó una agencia nacional
llamada Publicis Sánchez & Levitan, conmigo como CEO. En el 2004 se unió
con la agencia Bromley, de la cual Publicis era dueña. Como vicedirectora y
presidenta de Bromley Communications, me convertí en líder, junto a Ernesto
Bromley, de la agencia de publicidad hispana número uno en Estados Unidos según
Advertising Age.
Por otra parte,
Eduardo Caballero había creado la Asociación de Agencias Hispanas de Publicidad
(AHAA), una asociación de agencias publicitarias hispanas, y en el 2004 me
eligieron presidente.
¿Terminas
entonces con el ámbito de la publicidad?
Una cosa lleva a
la otra. En 2004, lo primero que hice fue tomarme un receso y viajé mucho a
España para disfrutar de la vida.
Empecé poco
después una consultoría con Javier P. Palencia, un español que tenía excelentes
conexiones con los puertos de España y yo lo ayudaba entonces con los que se
encontraban en el norte de la Península. Hacíamos giras de ejecutivos de
cruceros y estuve varios años con esto, hasta que me llamaron del puerto de
Bilbao para que les organizara las giras de los ejecutivos de cruceros y
acepté. Las estuve organizando entre 2010 y 2020.
¿No
continuaste con tu labor en el ámbito cívico?
Siempre he hecho
varias cosas a la vez. He servido en numerosas juntas directivas, como las del
Museo Pérez de Arte de Miami, el Centro Latino del Smithsonian, la Cámara de
Comercio del Miami Metropolitano y el Centro Cultural Español.
Justamente entre
2010 y 2012 estuve viajando mucho por todo Estados Unidos, en Washington, en
Los Ángeles, etc., porque fui nombrada miembro de la comisión para fundar el Museo
del Norteamericano Latino de Estados Unidos. De
Miami fuimos nombrados Eduardo Padrón, Emilio Estefan y yo, y ya teníamos casi
todo listo para escoger el sitio y crear una institución que acogiera todo lo
que los latinoamericanos habían aportado en el transcurso de siglos a la
cultura norteamericana cuando el gobierno actual detuvo el proyecto, y desde
entonces, ha quedado como letra muerta.
Pero también
has trabajado en el giro de un gran banco…
En 2013 estaba en
un evento de la Fundación de Derechos Humanos cuando alguien me propuso ser
miembro de la junta directiva del U.S. Century Bank. Vi la posibilidad de
ayudar a ese banco, que tenía problemas y que era muy importante para la
comunidad cubanoamericana, a conseguir nuevos inversores. Acepté y en 2015 ya
el banco tenía a dos grandes inversores y a Luis de la Aguilera, a quien
recomendé como CEO. Desde el primer trimestre de 2016 empezó a dar ganancias y
desde entonces se ha mantenido así. En 2017
me quisieron como chairman, y lo fui por seis años, hasta 2022 en que volví
solo a la junta directiva. Me enorgullezco de que, en el 2021 logramos
transformar el banco en una compañía pública en NASDAQ.
Omo puedes ver he
sido muy versátil en todo lo que he hecho. Pero considero que mayor éxito es mi
familia, especialmente su hijo, Alex Fumero, productor en Hollywood, su nieta,
y su esposo, Fernando Petit.
¿Has vuelto a
Cuba? ¿Te han propuesto ir alguna vez?
Nunca he vuelto,
y por supuesto, sí me lo han propuesto.
La primera vez
que me lo propusieron fue en 1978 cuando mis amigos Miguel González Pando y
Bernardo Benes organizaron aquel famoso diálogo con Fidel Castro en La Habana
con el objetivo de sacar a los prisioneros políticos. Me propusieron ir y les
dije que no. Era en la época en que ya era directora de Asuntos Latinos en el
Condado, y lo que hicimos fue que cuando los presos políticos empezaron a
llegar los acogimos y les dimos ayuda.
Luego, cuando el
viaje a de Obama en 2010, también me lo propusieron y la respuesta fue la
misma. Una de mis características es que soy muy tolerante. Respeto la decisión
de cada cual y entiendo que cada quien tiene sus razones. Pero en mi caso tengo
algo claro: no tengo por qué regresar a donde un dictador ha hecho cosas
espantosas y su camarilla sigue desde entonces en el poder.
De ninguna manera
me expondría a relacionarme con personas con las que hay que fingir lo que uno
no es. ¿Como ir a un país donde todo es arbitrario, todo puede cambiar de un
momento a otro y no tienes ningún derecho? Hay que entender que ir a Cuba con ese
gobierno puede convertirse en encerrona.
París/Miami,
septiembre de 2025

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