Entrevista al productor Oscar Gómez, por William Navarrete
Entrevisto en Madrid al gran productor hispano-cubano Oscar Gómez
Ver el enlace: Mi primer viaje de regreso a Cuba fue de una enorme intensidad emocional / William Navarrete / Cubanet
Y copiado con fotos abajo:
“Mi primer
viaje de regreso a Cuba fue de una enorme intensidad emocional”
(El escritor
William Navarrete entrevista al productor y compositor Oscar Gómez)
Me encuentro con
el mítico productor musical Oscar Gómez en el auditorio de la Sociedad de
Artistas e Intérpretes de Madrid en donde presenta a la prensa su próximo
espectáculo: “La Cruz de Celia”, un homenaje a Celia Cruz en el centenario del
natalicio, para el que ha escogido un elenco enteramente cubano con el que
desea rendir tributo a La Guarachera de Cuba. Sin necesidad de retomar o
intentar interpretar el estilo de la cantante el espectáculo se estrenará el 27
de enero en La Latina de Madrid y ya hay gran expectación por lo que en el
escenario veremos durante el tiempo que permanezca en cartelera tanto en Madrid
como durante la gira por España.
Luego de la
presentación a la prensa nos damos cita Margarita Larrinaga y yo con Oscar
Gómez en la glorieta de Quevedo para que nos contara sobre su vida y, sobre
todo, acerca de su gran pasión por la música, algo que lo ha convertido en uno
de los productores de mayor renombre en Hispanoamérica y la península, con
múltiples premios Grammy y otras tantas nominaciones por sus álbumes y títulos musicales
producidos.
Oscar Gómez también
ha producido series infantiles televisivas como “David el gnomo”, el festival
Clazz Continental (el primero de jazz latino en el mundo) y Telepasión, el
programa de la Nochebuena en televisión, en el que los presentadores se
convierten en cantantes solo por un día. A través de su programa radial
iniciado en 2020 “Parque discográfico” para Radio 5 España, reunió a cientos de
compositores y cantantes cada sábado por la noche. Para hablarnos de su
apasionante carrera y de su vida mejor que sea él quien nos lo cuente.
Háblame de tus
orígenes
Nací en La Habana
en 1949, exactamente en el barrio del Vedado, cerca del parque del Carmelo, en
la calle 13 entre 18 y 20.
Mi padre, el Dr.
Oscar Gómez Hernández, era médico del hospital Calixto García y había estudiado
las especialidades de otorrino, la cirugía plástica y también ejercía como
médico generalista. Su doctorado lo había hecho en Estados Unidos y, aunque no
venía de una familia rica, su madre, Elisa Hernández, sacó adelante a toda la
prole. Cuidando locos les dio carrera universitaria a sus tres hijos. Fue una
suerte para todos, porque mi abuelo paterno, Ricardo Gómez Moreno, conductor de
los tranvías de La Habana que iban por la calle Línea, era lo que se llama un
“bon vivant” y esa no era su prioridad.
Mi madre, Rosalía
Díaz Pérez era santanderina y su padre, Basilio Díaz había llegado a Cuba de
polizón en un barco. A su esposa, Jacoba Pérez, la habían casado a los 18 años
de edad en España, con un escultor que falleció al año de casados, y como eran
11 hermanos la enviaron a Cuba en donde tenía familia. Fue en La Habana en que
se conocieron y se casaron.
Entonces
hiciste en Cuba la escuela primaria…
En efecto, pero
solo hasta los 12 años pues salimos del país en agosto de 1961. Estudié en el
colegio de La Salle, que como sabes estaba en el Vedado y había sido fundado en
1905. Los colegios de esta orden francesa del siglo XVII proporcionaban una
educación muy esmerada y de calidad a muchachos de todas las clases sociales.
Estaba ubicado en la calle 13 entre B y C y ocupaba una manzana completa. Hoy
en día se cae a pedazos, pero era una de las mejores instituciones educativas
de la Isla. Los Hermanos La Salle eran 110, de los cuales había 84 cubanos.
Todos fueron expulsados del país en mayo de 1961 y el colegio expropiado.
¿Cómo
recuerdas el triunfo de la revolución de 1959 y qué sucedió en el seno de tu
familia?
Mis padres, como
la mayoría de los cubanos, estaban muy ilusionados. Como mi padre era médico
estuvo incluso en la Sierra Maestra en donde operó gratuitamente a unas cien personas
que tenían labios leporinos. En las Navidades de 1959 mi hermano Jorge, dos
primos míos que eran hijos de mi tío Ricardo y yo actuamos en una pieza que
pretendía rendir homenaje al triunfo de la revolución. Mi hermano hacia el
papel de Fidel, yo el de Camilo y mis primos el de otros personajes del nuevo
gobierno.
Tengo incluso una
anécdota graciosa y es que un día en que íbamos con mi padre por la calle 13
rumbo al colegio de La Salle para los ensayos de la pieza, vimos estacionado en
una esquina el carro en que estaba Fidel. Mi padre cuando lo vio intentó
acercarse, pero enseguida los escoltas y guardaespaldas lo cercaron. Entonces les
explicó que íbamos al ensayo de aquella pieza y fue entonces que Fidel, que al
parecer lo oyó, dio órdenes para que nos dejaran acercarnos a él. Preguntó
quién hacia el papel de él y cuando supo que era mi hermano pequeño lo cargó en
sus piernas dentro del propio auto. Por eso puedo decir que lo conocí
personalmente con 11 años de edad.
Ahora bien, mis
padres eran fidelistas porque creían realmente que se iban a organizar
elecciones democráticas y que iba a suceder todo lo que el pueblo aspiraba.
Pero muy pronto empezó a desencantarse y ya en 1960 le dijo a mi madre: “Esto
va a ser peor que todos los gobiernos anteriores”.
Mi madre, que
seguía siendo fidelista, no quería oír decir nada en contra de aquel gobierno.
Incluso preparó un cartel grande en el que escribió la frase “yo estoy con
Fidel”. Lo hizo para que cuando mi padre regresaba del hospital no empezara con
la cantaleta de todos los días, diciéndole que aquello era una dictadura más y
que iba a ser invivible.
¿Y qué pasó
después? ¿Cómo y por qué salen del país?
Pasó que poco
después mi madre también despertó y se dio cuenta de que mi padre tenía razón. El
caso fue que en dos ocasiones les negaron la salida del país y esto enfureció
tanto a mi madre que se paraba en el portal de la casa y gritaba “Fidel, me
cago en el c… de tu madre”.
En una ocasión,
el director del hospital Calixto García en que trabaja mi padre, y que había
sido convertido en comandante de la revolución pues había estado en la Sierra,
convocó a mi padre y le dijo: “Oscar, a ti esto no te gusta, ¿verdad?” Mi padre
le respondió que no, y entonces, al corriente de que ya él había preparado la
salida vía España, le dijo: “No te preocupes que esta vez sí podrás irte”. Y
así fue.
¿En qué
condiciones salen, quiénes y a dónde llegan?
Salimos en barco
un primero de agosto de 1961 y llegamos al puerto de La Coruña, en Galicia, el
11 de agosto. Íbamos mi padre, mi madre embarazada, mi hermano Jorge, una tía y
mi abuela materna Jacoba. Mi padre llevaba 35 dólares en el bolsillo. Pero como
mi abuela tenía a toda su familia en Santander para allá fuimos todos y la
primera semana vivimos allí.
Recuerdo que con
mi hermano Jorge, cuando vimos la playa del Sardinero, salimos corriendo darnos
un chapuzón y apenas nos tiramos al agua salimos corriendo. Nunca habíamos
visto un agua tan fría, acostumbrados como estábamos a las playas tropicales de
Cuba.
¿Se quedaron
en Cantabria?
No. Una semana
después estábamos todos en Madrid. Mi padre hablaba inglés perfectamente
porque, como dije, había estudiado en Estados Unidos. Entonces llamó a un amigo
llamado Ralph Alexander y éste conocía a alguien importante que trabajaba para
los laboratorios médicos Pfizer y lo recomendó. Cuando vieron el currículo de
mi padre y el dominio del inglés enseguida lo contrataron. Así fue como trabajó
para Pfizer por el resto de su vida y con el tiempo llegó incluso a ser
director médico de sus laboratorios en la capital española. Sin contar que
también cursó estudios en la Universidad Complutense de Madrid y revalidó su
título de otorrino. Por eso llegó a tener su propia consulta privada.
Eso sí, siempre
estuvo muy activo en los temas cubanos, formaba parte del Centro Cubano de
Madrid e, incluso, escribió y publicó dos libros titulados Memorias de un
largo exilio y Diagnóstico hípico, este último completamente
dedicado a los caballos pues era gran aficionado de las carreras en los hipódromos.
Falleció en 2016 sin regresar nunca a Cuba.
¿Qué estudias
cuando te estableciste en Madrid?
Terminé el
bachillerato en el colegio Decrolly, de Madrid, que era laico. Inmediatamente
entré a la Universidad Complutense a estudiar Medicina que era lo que deseaba
mi padre. Pero a los tres años dejé la carrera.
Sucedió algo muy
curioso. Cuando mi padre estudiaba Medicina en la Universidad de La Habana era
parte de una banda de jazz entre amigos en la que tocaba la batería. Una noche
en que había estado de parranda quién sabe por dónde, tocando en algún sitio de
La Habana, regresó a las 4 de la mañana y mi abuelo estaba esperándolo. Entonces
le dijo: “O te conviertes en médico o te haces músico. Pero los dos, no. Escoge”.
Mi padre escogió ser médico y me dijo: “Esa noche murió un músico y nació un
médico”.
Más de tres
décadas después, ya en Madrid, yo tocaba guitarra y participaba en conciertos
que se organizaban en el colegio San Pablo. Lo hacía discretamente, actuando a
veces en los garitos de Madrid, para que mi padre no se enterara o, al menos,
eso creía yo hasta que durante un espectáculo que habían organizado, y estando
yo en el escenario, mi padre, al corriente de mis andanzas musicales, se
apareció en el mismo teatro y se subió al escenario. Yo estaba muriéndome de
miedo porque entonces pidió el micrófono y enseguida contó la anécdota de él y de
su padre cuando le dieron a escoger entre la música y la Medicina. Entonces delante
de todo el público y de mis compañeros, me hizo la misma pregunta: “Escoge tú
ahora: o músico o médico”. Y yo, contrariamente a él, sin ninguna vocación por
la Medicina, escogí convertirme en músico. Así fue como él mismo anunció en
público: “Ya saben todos, esta noche ha muerto un médico y nacido un músico”.
De eso modo dejé definitivamente
los estudios de Medicina y empezó mi vida en el ámbito artístico hasta el día
de hoy. En esa época ingresé en el Conservatorio.
De todas formas,
durante mucho tiempo en mi pasaporte estuvo marcada la palabra “apátrida”. Algo
que me llenaba de orgullo porque yo nunca he creído ni en patrias, ni en
himnos, ni en banderas. No creo en los nacionalismos y todos han conducido a
grandes hecatombes humanas. De hecho, me considero ciudadano del mundo.
Hoy tienes una
exitosa empresa de producción musical, Cargo Music, con la has recorrido el
mundo. ¿Cuándo empiezas realmente de lleno en este universo?
Mi carrera como
compositor, actor y productor musical comenzó muy temprano, pero mi primer gran
éxito como productor lo tuve cuando produje el álbum Échame a mí la culpa,
de Albert Hammond en 1976 que fue como entrar por la puerta grande en este giro.
Resultó que se me ocurrió que se adaptara al español las letras de este
cantante originario de Gibraltar. Y una tarde le propusimos la adaptación de
una vieja ranchera al pop y resultó ser esta canción.
Dspués continué haciendo
grandes producciones discográficas para el grupo Mocedades, José Luis Perales,
Dyango, José Luis Rodríguez “El Puma”, Paloma San Basilio, Ana Belén, Miguel
Bosé, Jeanette, Camilo Sesto, Ricardo Montaner, Chayanne, Ángela Carrasco, Roberto
Carlos, Sara Montiel, Enrique Iglesias, Lolita, y un sinfín de cantantes
reconocidos, además de la creación de seis grandes musicales. Amor de hombre,
de Mocedades, por ejemplo, fue el primer álbum que rebasó la barrera del millón
de discos vendidos.
Fundé primero de
BRAB Ediciones Musicales en 1982 y luego BAT Discos en 1989. Desde 2006 comencé
con Cargo Music Entertainment, una productora de entretenimiento, que propone
también estudio de grabación y escuela de música en el distrito de Chamberí, en
Madrid, y que dirige mi hija Sarah Gómez, de la cual soy asesor artístico y
cuyo director musical es mi yerno Javier L. Rollán.
Los discos de
Celia Cruz, por ejemplo, se vendieron a más de 200 000 ejemplares. Igual que Los
hijos del sol, de Ricardo Montaner; Quién como tú, de Ana Gabriel,
en 1989; Con el paso del tiempo, de José Luis Perales; Con ganas,
de Camilo Sesto o el RMM Tropical Tribute to the Beatles que sacamos en
colaboración con Ralph Mercado en 1996 y en que cantaban Tito Nieves, Tito
Puentes, Ray Sepúlveda, Oscar León, Johnny Rivera, Cheo Feliciano y muchos más.
También hemos
organizado varios espectáculos musicales y uno de ellas, justamente en Miami,
se tituló “Versos de Cuba, canciones de libertad”, concierto dramatizado
inspirado en la vida y obra de José Martí y se presentó en 2023 con cantantes
como Willy Chirino, Albita Rodríguez, Alexis Valdés, Lucrecia, Marisela Verena,
Jorge Hernández, entre otros.
Desde que empecé
en el ámbito artístico compongo una décima cada día y ahora con esto de las
redes sociales la comparto.
Estuviste muy
cerca de Celia Cruz y te convertiste en el productor de seis de sus discos. Háblanos
de la más grande de todas las cantantes cubanas.
Celia era como mi
madre. Yo la visitaba en su apartamento desde Nueva Jersey y desde que llegaba
me decía: “¿Quieres un cafecito, mi negro?”. Produje sus discos Azúcar negra,
Regalo del alma, La negra tiene tumbao y Siempre viviré, y
obtuvieron todos premios Grammy y Latin Grammy, como mejores álbumes de salsa o
música tropical.
Trabajar con ella
fue un privilegio y ahora que celebramos en 2025 el centenario de su natalicio
he creado un espectáculo musical muy completo que producirá Cargo Music en
colaboración con El Chandrío el próximo 27 de enero en la Latina de Madrid. La experiencia
musical se titula “La Cruz de Celia” y la dirección está a cargo de mi hija
Sarah Gómez. Participan en el elenco tres cantantes (entre ellas Lieta Molinet
y Glenda Galán) que también actúan, ocho músicos de origen cubano (entre estos
el pianista Pepe Rivero que trabajó en España con Celia durante sus últimos
seis años de presentaciones) y Yuley Díaz que abrirá el espectáculo el primer
día, además de dos bailarines de la compañía de Yanulka O’Farrill. De fondo, se
mostrará una selección audiovisual referida a la obra y la vida de la
Guarachera de Cuba.
Tengo
entendido que volviste a Cuba casi cinco décadas después de tu salida al
exilio. ¿Puedes contarnos por qué esperaste hasta entonces y por qué te
decidiste a ir finalmente?
Hacia 1993 yo
había dirigido el espectáculo “La Cuba mía” y me moría de ganas de volver a ver
las calles de mi infancia. Pero mi madre me advirtió que si iba a la Isla
cuando regresara la iba a encontrar muerta. Entonces lo dejé. Ella falleció en
1999 y pasó el tiempo.
Pero un día, mi
esposa, española y cansada de haberse pasado la vida oyendo hablar de Cuba sin
haber podido poner los pies en el país, me dio un ultimátum. Me dijo: “Estoy
contigo desde los 15 años, tenemos tres hijos y ya estamos todos hartos de oír
hablar de algo que no conocemos. Si no quieres venir con nosotros no vengas,
pero nos vamos todos a Cuba y si no te conviene esperas entonces a que
volvamos”.
Imagínate. Con
semejante ultimátum arreglé mis cosas y viajé con ellos en 2007. Éramos siete
porque además de mi esposa y mis tres hijos se sumaron también las parejas de
dos de ellos. Al llegar al aeropuerto de La Habana los seis españoles entraron
por un lado y a mí, el nacido en la Isla, me tocó entrar por otro. Pero, al
menos, no me importunaron.
¿Qué
impresiones tuviste de la ciudad? Cuéntanos de tu viaje.
No quiero contar
mucho porque todo eso será parte de un libro de memorias que estoy escribiendo.
Pero puedo decirte que nos hospedamos en el hotel Habana Libre (antiguo Havana Hilton).
En el hotel me esperaba el hermano de una amiga exiliada que vivía en Cuba y
trabajaba para una agencia de turismo. Me anunció entonces que al día siguiente
vendrían a recogerme para darnos un paseo por la ciudad.
La habitación
estaba en un piso alto del hotel, yo me asomé al balcón y contemplé todo el
Vedado desde esa altura. Entonces le dije a mi esposa: “Hace 46 años me fui de
aquí, pero yo no necesito ningún guía para llegar hasta mi casa. Mañana salimos
todos y caminando los llevaré hasta el lugar donde viví los primeros 12 años de
mi vida”.
¿Y lo
encontraste?
¡Cómo no lo iba a
encontrar! Agarré con mi tropa por toda la calle 23 caminando hasta la curvita
después de la calle 12. Inmediatamente reconocí el cine 23 y 12 que había sido
el de mi infancia. Seguí por 23 hasta 18 y bajé hasta el parque del Carmelo, en
frente de una iglesia que nunca terminó de construirse y que llamábamos El
Derrumbe. Encontré el mismo parque y me senté en el mismo banco en que se
sentaba mi abuela cuando me llevaba a jugar. Te podrás imaginar que con cosas
como éstas no puedes menos que echarte a llorar.
Llegué a mi
cuadra, entrando por la calle 16, y todo estaba vacío. Vi a un señor en
camiseta en el primer piso de la casa que había sido la nuestra. Yo sabía que
en la casa se había quedado un amigo mío del colegio llamado Polo, y entonces decidí
preguntarle por él a una mujer que estaba regando sus plantas.
Le pregunté si
conocía a algún Francisco Polo en esa cuadra y le expliqué que yo me llamaba
Oscar, que había vivido en esa misma cuadra y que regresaba después de haber
pasado el resto de mi vida en España. Y entonces me miró, y me dijo: “Ay,
Oscarito, yo soy Puchita, ¡tu amiga de la infancia!”. Y vengan abrazos,
lagrimones y emociones. ¡Qué te puedo decir!
¿Volviste
después?
Volví en 2010
porque había producido “La misa de la alegría” del grupo español de música
cristiana Siempre así, un álbum que nos llevó incluso a cantar en la Ciudad del
Vaticano. Cuando se celebraron los 400 años de la aparición de la virgen de la
Caridad del Cobre, la patrona de Cuba, me invitaron a viajar a Santiago de
Cuba, pues en el santuario del Cobre iba a tener lugar una gran misa con
músicos.
Pero puedo
decirte que mi primer viaje de regreso a Cuba fue de una inmensa intensidad
emocional.
Madrid, octubre
de 2025







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