En El Nuevo Herald, un pedacito de México en Francia: el pueblo de Barcelonnette

 

Luego de unas deliciosas vacaciones de verano en el valle de la Ubaye, el pueblo de Barcelonnette y sus alrededores, escribo sobre estos parajes recónditos y sublimes de Francia. Y, sobre todo, de su particularidad: los nexos históricos, sociales y económicos de este valle de los Alpes de Alta Provenza con México. Aquí el artículo, publicado hoy por El Nuevo Herald.

Barcelonnette, una porcion de México en Francia / William Navarrete / El Nuevo Herald

Barcelonnette, una porción de México en Francia

Por William Navarrete*

En los Alpes franceses de la Alta Provenza, entre picos montañosos de hasta más de 3000 metros de altura y a orillas del río Ubaye, se encuentra el pueblo de Barcelonnette, de unos 2500 habitantes y, considerado como la pequeña capital de México en Francia. Fue fundada a principios del siglo XIII por Raimundo Beranger IV, conde de Provenza

La epopeya de sus habitantes, similar a la de los indianos del norte de España cuando regresaron a Europa después de haber logrado amasar auténticas fortunas en América, comenzó en 1805, cuando los tres hermanos Jacques, Dominique y Marc-Antoine Arnaud salieron de Jausiers (un pueblecito muy cerca de Barcelonnette) rumbo a la Luisiana primero (en donde fundan Arnaudville), y después a México en donde instalaron, a partir de 1821, lo que entonces eran unos “cajones de ropa”, que llamaron Las Siete Puertas. En el país azteca no tardaron en transformar aquellos primeros “cajones” en auténticas tiendas, hasta llegar a poseer unas 46, e implantarse en Ciudad de México, Puebla, Morelia, Guadalajara, Durango, Tampico, entre otras ciudades mexicanas, antes de 1846.

Durante el largo porfiriato, los negocios de los “barcelonnettes” (como llaman todavía a estos emigrantes franceses en México), se convirtieron en grandes almacenes de lujo (como El Palacio de Hierro, fundado por los hermanos Tron en 1891, o el Centro Mercantil, por Sebastien Robert, en 1884, inspirados de La Samaritaine y el Bon Marché parisinos), diseñados por arquitectos franceses y en los que maestros del vitral provenientes de Nancy imprimían un toque artístico de calidad en las grandes techumbres de hierro y cristal.

La prosperidad de estos comerciantes fue tal que no tardaron en fundar importantes compañías comerciales como la de Orizaba o la Veracruzana, bancos, e incluso fábricas de papeles, calzado o textiles como en el valle de Río Blanco (Veracruz), una zona que llamaban “el Mánchester de México”. Ya antes de 1910 se calcula en unas 133 fábricas y más de 35 000 obreros el imperio mercantil de los “barcelonnettes” franceses en México, a las que se añaden fábricas de lana, de papel, manufacturas de cigarrillos, fundiciones de acero (como la de Monterrey), cervecerías (como la Moctezuma de Orizaba) y fábricas de conservas.

De aquellos intrépidos y emprendedores emigrantes muchos regresaron enriquecidos a Francia, otros echaron raíces en México, en donde unas 50.000 personas descienden hoy de ellos. Y como los indianos de España construyeron grandes casones para probar el éxito de sus empresas y el poderío económico alcanzado en el continente americano.

Barcelonnette es hoy un pueblo apacible que se recorre caminando. Alrededor de tres plazas y a lo largo de dos calles se desarrolla toda la actividad comercial. Frente a la Torre del Reloj, La Baita es una tienda de especialidades mexicanas. Y a unas pocas manzanas, el restaurante Adelita, también da fe, al igual que el carnaval y la celebración de la Fiesta de los Muertos, de los lazos que sus habitantes mantienen con México.

No obstante, es en los alrededores del núcleo urbano en donde los repatriados construyeron entre 1880 y 1930 gran cantidad de mansiones y pabellones que denotan no solo ciertas influencias mexicanas, sino también el bienestar económico del que gozaban. En la Oficina de Turismo se puede obtener un mapa en el que se destaca cada una de las más de 80 villas que rodean a Barcelonnette.

A las primeras de estas grandes mansiones: La Sapiniere (en medio de un vasto parque y construida en 1878 por el fundador de Las Fábricas Universales, en México, hoy en día destinada a museo), la Rosa de los Alpes (de 1903, construida por el comerciante Jules Lions, comerciante en Puebla), la Verger y la Mireio, siguen otras espléndidas como la Villa Puebla, La Anita, Villa Campesina, Signoret, La Fontaine, Les Tourelles (construida por el sombrerero Adophe Coquet, tras su regreso de México), casi todas privadas. En una de estas se halla el consulado mexicano, algo inusual para un pueblo tan pequeño. Otra, llamada La Bleue, en la avenida Porfirio Díaz, construida en 1931 por el propietario de la tienda La Francia Marítima tras su regreso de México, exhibe los colores ocres de las haciendas mexicanas.

En Barcelonnette hay muy buena gastronomía, mezcla de cocina provenzal y alpina. Le Gaudissart, por ejemplo, es un excelente restaurante que prepara un excelente “aioli” regional, un plato de pescado y vegetales al vapor acompañado de una deliciosa salsa de mayonesa al ajo. En la calle principal, la chocolatería y pastelería Padiou elabora exquisitos dulces y bombones caseros. Sin olvidar que no es difícil encontrar donde probar los “tourtons”, especialidad de la región a base de queso y embutidos, en diferentes puestos de comida a lo largo de la calle Manuel.

En el pueblo vecino de Jausiers, de donde salieron los hermanos Arnaud, hay también admirables edificaciones construidas con dinero mexicano. La más espectacular, el castillo des Magnans, convertido hoy en hotel, fue construido en 1914 par Louis Fortoul, propietario de una manufactura de seda y de las fábricas de Francia en Guadalajara, tras su regreso de México. El castillo recuerda las “folies” arquitectónicas de Luis II de Baviera y sobresale por su elegancia en lo alto de una de las colinas que rodean al pueblo.

A la entrada de Jausiers la Villa Morelia (también hotel, construida en 1900 por los hermanos Audifredd), la Sequoia (en estilo art-nouveau), la de Laugier (construida en 1892), Les Charmettes (también en art-nouveau de 1913) o la Javelly (con hermosos vitrales del maestro vitralero Jacques Gruber, de Nancy), son excelentes ejemplos de la pujanza económica de quienes se incorporaron a la aventura mexicana.

Entre los “barcelonnettes” más célebres se encuentra Emile Chabrand, quien además de convertirse en poderoso industrial en México, emprendió una vuelta al mundo que lo llevó a visitar Birmania, China, Japón, la India, los Estados Unidos, entre otros países, sobre el que se ofrece detalles en una de las salas del museo de La Sapiniere.

El valle de la Ubaye es también un punto de partida ideal para quienes son aficionados del esquí y otros deportes de invierno, ya que en las montañas circundantes hay varias estaciones como Para Loup y La Sauze.

* Escritor cubano residente en París

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