Mi poema "Welcome Hotel", leído para las Ediciones La Luz y su antología publicada en Holguín (Cuba)
Creo que es la primera vez que publico en Cuba. Textos
míos han aparecido en libros, revistas y periódicos de Francia, Alemania,
España, Italia, Suecia, Estados Unidos, México, Colombia, Argentina, Perú, Puerto Rico
y otros tantos países. Pero en Cuba, el país en que nací hace ya 52 años, nunca
ha aparecido una línea escrita por mí.
Curiosamente esto ha sucedido porque a un escritor
cubano-americano, Jesús Barquet, se le ha ocurrido publicar en una editorial
holguinera llamada La Luz, una antología de poesía homoerótica titulada Las
piedras clamarán. Hay en Holguín, en torno a esa casa editorial, una gran
efervescencia y muy buenos poetas.
Para anunciar la salida del volumen me han pedido que lea uno de los poemas de la antología. Escogí Welcome Hotel, que cuenta todo el desespero de Jean Cocteau, hospedado en ese hotel de Villefranche-sur-Mer (Riviera francesa) que todavía existe, por los efebos de aquellos tiempos en que todavía existían efebos.
Aquí se los dejo, montado en YouTube por Ediciones La
Luz y Luis Yuseff.
Lamento haberlo leído tan rápido, pero como me parecía
largo no quise ocupar muchos minutos en el canal que utilizan.
WELCOME
HOTEL
A
Pedro Luis Álvarez o Vlady
En Villefranche-sur-Mer la silueta del poeta
sigue tomando el té, algunas tardes,
en el balcón recoleto del Welcome.
Lo pueden ver los pocos marineros,
Jean,
Mario, Luigi y Picolino
que le
dieron compañía (y algo más)
mientras
el bardo entusiasmado, también pintor,
dibujaba
sus cuerpos en reposo,
faunos de
fláccidas caricias,
labios
jugosos, deseo a flor de piel.
Dibuja
piernas tensas, los pechos abultados,
los
perfiles de jóvenes del Ática
y se
detiene en la línea de las nalgas
tan duras
como lajas en el muelle
o en ese
par de huevos que recoge
como
frutas de estación siempre a destiempo
con el
cuenco tembloroso de sus manos.
Ellos no
piensan más que en la Martina,
En la muy
garza, la cabrona desalmada,
la única
que pudiera matarles el veneno,
y dice que
los ama a su manera
en el foso
de laureles sempiternos.
Se ha ido
la muy puta tras un macho,
uno de
esos feriantes camino de Marsella,
y el otoño
les agiganta la tristeza
en las
pupilas hundidas de la dársena
donde
parece flotar el fin del universo.
Las calles
empinadas se derraman
de ocre y
oro sobre el agua en crestas,
se
salpican de peces los callejones,
atolladeros
oscuros, pasadizos de mieles,
traicionando
el más mínimo suspiro
y solo
perdura al dolor apenas mitigado,
el
recuerdo lastimero de la hembra
agigantado
como solo se agiganta un animal en vilo.
Mañana
volverán a que les pinte,
conseguirán
una que otra monedilla
con qué
largarse a Génova, a Trieste, a Nueva York,
en donde
fumar y beber les salga gratis
y los
reciban mil vírgenes de húmedos olores,
lejos de
los pinceles, del creyón, del toqueteo,
de la
mirada hambrienta y ese cerco
que les
tiende esta loca amanerada.
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