Flora Fong, entre floripondios y malabares apoya la unidad con el gobierno cubano para reprimir al pueblo

A esta pobre señora que se la ha pasado pintando floripondios desde su confortable casa de la 3ra Avenida de Miramar, entre 40 y 40-A (La Copa), nunca se la ha ocurrido contar por qué su padre salió huyendo de Cantón en épocas de la República Soviética de China. Pero, según cuenta el Granma (y para estas cosas el Granma nunca miente) a China se fue con su hijo, en 2019, a revivir sus raíces (y ver si vendía algo de paso). El caso es que esta pobre señora, no ha tenido mejor idea que prestarse para mascullar, a raíz de la revuelta del pueblo cubano contra la dictadura, el pasado 11 de julio, una especie de galimatías sobre la necesidad de vacunarse, de mantenerse unidos (para defender al régimen), de cerrar filas (al parecer contra la temporada ciclónica) y de mostrar que el país es un bastión de la medicina (sin contarnos que no hay ni jeringuillas para vacunar). Le piden que defienda a la revolución y como es incapaz de salir del atolladero manda entonces a la gente a vacunarse. Y, entre pinchazo y pinchazo, balbucea que hay que estar tranquilo para salir adelante (claro, sin tocar ese proyecto de 62 años de descalabros).

Por ahí leí que su padre se la pasaba practicando tai-chi-chuan en la cocina de su casa. El Sr. Fong seguro encontró el remedio para compensar la rabia y frustración de haber escapado de una dictadura (la china) para caer, poco después, en otra igual o peor (la cubana). Pero Flora Fong no, ella no practica tai-chi. Ella pinta floripondios que hacen redundancia con su nombre y, cuando le tienden el micrófono desde la UNEAC, entonces se convierte en una de las mayores malabaristas de Cuba para no llamar a las cosas por su nombre.