Montreuil-sur-Mer y la cartuja de Neuville / en El Nuevo Herald

Escribo en El Nuevo Herald sobre este reccorido que hice hace mes y medio a través del Norte de Francia, la zona entre Flandes y la Picardie. 

Enlace: Montreuil sur Mer y la cartuja de Neuville, dos tesoros del Norte de Francia / El Nuevo Herald / William Navarrete



Montreuil sur Mer y la Cartuja de Neuville, dos tesoros del Norte de Francia

William Navarrete* / El Nuevo Herald / 22 de agosto de 2021

 

Llegué a Montreuil-sur-Mer, pequeña ciudad milenaria del norte de Francia, en la frontera con el Flandes francés, sin grandes expectativas. Sabía que la ciudad tenía interés cultural, pero ignoraba prácticamente a qué podía parecerse.

Lo primero que me llamó la atención fue su nombre: Montreuil del Mar (en español). Para una ciudad que se encuentra a unos diez kilómetros del Canal de La Mancha me parecía curioso que se le llamara así. Resulta que, en la Edad Media, la Canche, el río que corre al pie de sus murallas era navegable para barcos de más cabotaje y la ciudad disponía entonces de un importante puerto comercial.

Montreuil-sur-Mer se ha vuelto clave en el imaginario literario francés porque allí estuvo en 1837 Victor Hugo y situó lo esencial de la primera parte de Los miserables. Gracias a esto unos 500 voluntarios animan cada año un espectáculo de “Sonidos y Luces” en que representan escenas de la novela más célebre del escritor francés y lo hacen en el ambiente misterioso y encantador de la Ciudadela.

Dicha Ciudadela es uno de los tesoros arquitectónicos de Montreuil, que junto con las murallas que rodean a la ciudad, pueden recorrerse completamente. La Ciudadela era ya una plaza fuerte en el siglo IX, transformada en castillo real por la dinastía de los Capetos y convertida en fortaleza bajo el reinado de Felipe Augusto. Cuando Carlos V saqueó la ciudad en 1537, el rey Carlos IX de Francia ordenó convertirla en un auténtico bastión, una labor que retomó Vauban hacia 1670, el mayor genio de la arquitectura militar que haya existido.

Como la ciudad fue construida sobre un promontorio rocoso, se le dotó de una cintura amurallada defensiva imponente que se encuentra en perfecto estado de conservación y permite recorrerla en su totalidad contemplando las hermosas vistas del campo adyacente, bosques y caseríos.

Otros monumentos importantes son la iglesia de Saint-Sauve (San Salvius), que es lo que queda de la antigua abadía de San Walloy, fundada por monjes normandos en el 926. Aunque fue reconstruida en los siglos XIII y XVI la iglesia atesora importantes reliquias y objetos de arte como una antigua cruz pastoral que perteneció a santa Austreberta de Pavilly hacia el año 650, dos sepulcros de yacientes del siglo XIII, así como una estatuaria impresionante de personajes excéntricos y animales fabulosos que decoran frisos y capiteles.

Los palacetes de familias acaudaladas son también parte del patrimonio de la ciudad. El Acary de la Rivière, el Saint-Walloy y el Parvis Saint-Firmin son excelentes ejemplos. Vale la pena perderse por las calles pintorescas de la ciudad, visitar los comercios de la Grand Place (en donde se encuentra el Teatro). La fromagerie (quesería) Caseus es sin dudas una de las mejores experiencias gastronómicas por las muchas especialidades de quesos locales que propone y la calidad de servicio y presentación. Así como Le Pot du Clape, en una callejuela cerca de las murallas, cálido y auténtico restaurante que propone especialidades locales como las célebres flamiches de origen picardo, las cremas de diferentes tipos, así como ensaladas variadas y postres. Todo casero, incluido el pan que cuecen en su propio horno.

No lejos se halla la Cartuja de Neuville, edificio monumental del otro lado de la Canche, a escasos minutos de Montreuil-sur-Mer. Fundada como monasterio cartujo en el 1324 por Roberto VII, conde de Boulogne, siguiendo los principios de la vida de esta comunidad en que la parte alta del edificio quedaba reservada a los monjes ermitaños (exclusivamente dedicados a estudiar y rezar, sin contacto con el mundo exterior, ni siquiera entre ellos) y la parte baja para hermanos cenobíticos, que trabajan en el mantenimiento y funcionamiento de la orden. Y, entre ambas partes, los espacios comunes de la vida religiosa: la iglesia, el refectorio, la sala capitular, la biblioteca, etc.

La cartuja es en estos momentos la mayor obra de rehabilitación de un monumento en Francia, pero aún en estas condiciones, existe la posibilidad de realizar visitas guiadas, siendo el pasaporte de vacunación anti-COVID o un test negativo la condición para ello.

Como muchos edificios religiosos, la cartuja fue vendida como “bien nacional” por la Revolución de 1789 y comienza a ser amputada por su nuevo propietario que la utiliza como cantera de piedras para otras construcciones. En 1870, la orden de los cartujos vuelve a comprar el terreno y lo que queda de la antigua abadía y para su reconstrucción llaman a Clovis Normand, un alumno de Viollet-le-Duc. Pero en 1905, la ley de separación de la Iglesia y el Estado le asesta un nuevo golpe y los cartujos de Neuville se exilan en Inglaterra (donde todavía existe la congregación), llevándose incluso la gran Imprenta, ya que el trabajo como copistas era una de sus principales actividades desde los orígenes de la orden.

Durante el siglo XX la cartuja fue sanatorio, hospital belga durante la Primera Guerra Mundial, asilo de ancianos a partir de 1946, hasta que en 1997 las hermanas de Belén la compran para venderla después de haber constado que la carpintería estaba carcomida por el hongo llamado Serpula lacrymans (hongo carpintero o seta de la casa) que devora toda la madera. Las monjas atacan al Estado por venta viciosa de un sitio degradado, ganan y abandonan el monumento.

Por eso, hoy en día, salvar la gran abadía de 18.000 m2 se ha convertido en una carrera contrarreloj. Trabajan sin respiro decenas de obreros y especialistas de este ámbito. La segunda fase de renovación culminó en el verano de 2000. La asociación Fundación Cartuja de Neuville al adquirir un 12% suplementario de las partes se convirtió en propietaria de un 51%, algo que técnicamente le permitió retomar la restauración de fachadas, techumbres, vitrales y carpintería exterior, así como la recuperación de las tarimas sacando provecho de la experiencia de las empresas regionales. Visitarla es contribuir también a su recuperación.

* Escritor franco-cubano, residente en París


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