El Palacio de la Marina, renacimiento de una joya en París - El Nuevo Herald

Escribo para El Nuevo Herald sobre el Hôtel de la Marine (Palacio de la Marina), uno de los edificios más suntuosos de París que acaba de ser restaurado y abierto al público por la primera vez en 250 años. Aquí les dejo el enlace y les copio el artículo para los que no puedan leerlo:

Enlace: El palacio de La Marina, renacimiento de una joya de París




El palacio de La Marina, renacimiento de una joya de París

William Navarrete* / El Nuevo Herald / 5 de septiembre de 2021

El edificio ocupa del centro de París, en la plaza de la Concordia, y forma parte de un complejo arquitectónico que incluye el conocido hotel Crillon y la plaza en sí, atravesada por dos ejes cruciales del urbanismo parisino: el de la Asamblea Nacional y la iglesia de La Madeleine, así como el de los Campos Elíseos y el Arco de Triunfo con el jardín de las Tullerías y el palacio del Louvre.

Llevaba varios años cerrado por restauración. Anteriormente, tampoco podía visitarse porque alojaba las dependencias oficiales del Ministerio de la Marina francesa. Y en sus orígenes tampoco era posible penetrar en él, pues era el guardamuebles de la Corona hasta 1798. El caso es que nunca pudo visitarse y llevaba más de dos siglos cerrado al público.

El llamado Palacio de La Marina fue concebido en el más puro estilo clásico francés del XVIII por el arquitecto Ange-Jacques Gabriel entre 1765 y 1775. La plaza se abrió en 1748 con el objetivo de colocar en su centro una estatua ecuestre de Luis XV, que fue derribada durante la Revolución. La plaza Real cambió entonces su nombre por el de “plaza de la Revolución” (donde decapitaron a Luis XVI y María Antonieta), y luego, cuando la paz se instauró por el “de la Concordia”.

Pero antes de todo esto, una vez terminado el palacio, se instaló en él, a partir de 1764, el Guardamuebles de la Corona, una auténtica institución que funcionaba como un Ministerio de Estado y que tuvo como primeros intendentes a Pierre-Elisabeth de Fontanieu y a Marc-Antoine Thierry de Ville d’Avray. En sus dependencias se acumulaban todos los muebles, ánforas, tapices, alfombras, bronces y piedras preciosas con que se decoraban los numerosos palacios y castillos reales, desde Versalles y Fontainebleau hasta Compiegne, Marly, Saint-Germain-en-Laye, Rambouillet, Montreuil, entre otros.

Por supuesto, el intendente disponía de todo el palacio y se servía a sus anchas para amueblar las estancias en las que vivía, daba festines y bailes, recibía y, sobre todo, se pavoneaba. Pero aquella fiesta no duraría mucho, pues con el estallido antimonárquico de 1789 tuvo lugar la dispersión de los ministerios que antes estaban radicados en Versalles, entre los que figuraba el Ministerio de la Marina, al que hubo que darle nueva ubicación en el centro de la ciudad. Entre tanto, en plena agitación revolucionaria, una banda de malhechores penetró en el palacio en 1792 y salió con un valioso botín de joyas estimado en 30 millones de francos de la época y que se exhibía en uno de sus salones. Y como en casi todas las revoluciones, los muebles fueron vendidos en subastas y otros quemados o simplemente desarmados para recuperar las piezas de valor y metales preciosos con que se diseñaban.

El Ministerio se apropia entonces de lo que, hasta entonces, había sido, el Guardamuebles de la Corona. Y allí radicó por más de dos siglos, cerrado al público evidentemente, hasta que en 2015 deciden mudarlo hacia otro sitio y comenzar la restauración integral del conjunto.

Durante cinco años se restauró y privilegió el espíritu original del palacio, es decir, el del siglo XVIII y su función original. Una escalera monumental conduce a las numerosas piezas que formaban parte del Guardamuebles (en donde se exhibían ante visitantes extranjeros y huéspedes ilustres los objetos que amueblarían las residencias reales con el objetivo de mostrar la excelencia de la artesanía francesa), así como los salones de recepciones. En el ala este, otra escalera menos pomposa, conducía a los apartamentos privados del intendente y su esposa.

Como en todos los palacios y palacetes franceses, la sucesión de piezas era vertical, de modo que para penetrar en una se debía pasar por otra. El comedor, por ejemplo, permanecía abierto a todo comensal (a condición, por supuesto, de pertenecer a la élite parisina) que deseara hacer una pausa en su camino para “restaurarse” (o sea, comer), verbo francés del que proviene la palabra “restaurante” que todas las lenguas adoptaron con el tiempo. La esposa del intendente recibía en los salones destinados para hablar de poesía, música o literatura, mientras que el “maître d’hôtel” se ocupaba de los pormenores para que los participantes en las tertulias se sintieran a gusto, bebieran y comiesen, según la etiqueta del servicio a la francesa.

En el ala sur del palacio, la que da hacia la plaza de la Concordia (con vista hacia el obelisco traído de Luxor en 1836, el Sena y la Torre Eiffel a lo lejos), se encuentra el gran salón de recepción o Galería Dorada, separada de la plaza por una columnada o galería semiabierta de columnas clásicas que recuerda a la del Louvre. En ese salón se dieron fastuosos bailes no solo en época de los Luises, sino también durante la Restauración monárquica y los periodos imperiales de los Bonaparte.

De la época en que el Ministerio de la Marina ocupó las estancias sobrevivieron algunas decoraciones alegóricas a personajes relacionados con este ámbito como la del vicealmirante Tourville, del almirante Duquesne o del temible corsario Jean Bart. Lo curioso es que, en el momento de la restauración, aparecieron (y pudieron ser recuperados para el disfrute de hoy) los frescos originales del XVIII y buena parte de la decoración original de las piezas.

A partir de septiembre el gran chef francés Jean-François Piege abrirá en el palacio de La Marina su restaurante Mimosa, y actualmente, en la planta baja y con terrazas semicubiertas que dan hacia la plaza de la Concordia, se puede ir ya al café Lapérouse, decorado por Cordelia de Castellane, directora artística de Dior y quien, como nota curiosa, es descendiente directa por parte de su padre de la cubana Natividad Terry Sánchez, cienfueguera casada con el conde Stanislas de Castellane. El café Lapérouse es el primer local que abre este célebre restaurante del muelle de Saint-Augustin fuera de su bicentenario local de la otra orilla del Sena.

* Escritor franco-cubano residente en París


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