Oporto - De puentes y azulejos (4)
Como en todo Portugal los azulejos forman parte del paisaje arquitectónico. Los hay de muchos motivos, pero la norma era hacerlos en blanco y azul, de ahí su nombre. Es realmente algo que forma parte de la imagen identitaria del país. En Oporto abundan, tanto en el interior de edificios públicos, viviendas y templos como en el exterior.
Tomemos como ejemplo la célebre Estación
de Trenes de Sao Bento. Allí, en el vestíbulo, dejó su impronta en 1905 el
artista Jorge Colaço, quien estuvo a cargo de recubrir las paredes de azulejos
alegóricos a la historia del país (la batalla de Vadevez, la entrada del rey
Juan I y Felipa de Lancaster a Oporto, la conquista de Ceuta en 1415, etc):
Ese mismo artista decoró la iglesia de
San Ildelfonso que se encuentra subiendo la pendiente por la calle Sa de
Bandeiras.
Otro buen ejemplo es el de la iglesia
de los Congregados (siglo XVII), a un lado de la Estación de Trenes:
O la del Carmen (todo el costado):
Incluso, en la calle Santa Catarina, que era donde se encontraba el hotel, había varios edificios que exhibían hermosos azulejos. Uno de ellos era la capilla de las Almas y el otro, lo que en su día fueron los almacenes Luiz Soarez, ya con azulejos de cierta sobriedad propios del siglo XX:
A pesar de ser un país pequeño a Portugal
lo atraviesan ríos bastante caudalosos. Tanto así que en ocasiones trazan
profundos cañones. El Duero (Douro) en portugués a Oporto lo que el Tajo a
Lisboa. Y para atravesarlos como es debido, incluso haciendo uso en el siglo
XIX del transporte ferroviario, llamaron a ingenieros franceses para que les
construyeran los puentes. Uno de ellos fue Gustavo Eiffel, quien se quedó en
esta región unos años construyendo puentes (e incluso, el ascensor de Lisboa).
En Oporto, Eiffel construyó uno de los tres puentes y un discípulo suyo el que
hoy es el más concurrido (por hallarse justo al lado del casco antiguo y por
comunicar el viejo Oporto con la localidad de Vila Nova de Gaia, que es donde
se hallan las fábricas y bodegas de vino de Oporto), llamado Puente Don Luiz. Lo
construyó el asociado belga de Eiffel, Théophile Seyrig, en 1881.
El caso es que ese puente doble, tiene un
primer nivel para trenes y peatones y otro vertiginoso para autos (y también
peatones). Me contó el vendedor de guarapo en los muelles de Vila Nova de Gaia
que desde el segundo nivel se tiran un promedio de 6 personas por año y, como
es lógico, se desnucan. Del primer nivel se tiran unos muchachones jóvenes y
esbeltos, a condición de recaudar una determinada cantidad de euros que colegas
de la misma banda recaudan entre los turistas que se impacientan desde el
parquecito a un costado del puente por verlos lanzarse al río. Es todo un
espectáculo pues los clavadistas (por llamarlos de algún modo) se encaraman en
la baranda del puente y hacen algunas acrobacias y amagos de tirarse al agua,
calentando así a los espectadores e incitándoles a echar un euro en el sombrero
que sus compinches van pasando entre el público. Hasta que los compinches no
estimen que han recaudado lo que vale el esfuerzo no dan la orden para que los
jovenzuelos se lancen al agua. En mi Facebook puse un vídeo de uno de estos
muchachos lanzándose al Duoro desde el famoso puente.
La última foto corresponde Monasterio de
la Sierra del Pilar, en Vila Nova de Gaia, visto desde la parte alta del puente,
espectacular por sus dimensiones y por la manera en que desciende hasta el
Duero en forma de terrazas escalonadas.
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