Oporto, la ciudad invencible / Hoy en El Nuevo Herald

Aquí les dejo mis impresiones y recomendaciones sobre Oporto (Portugal), ciudad que visité a fines de agosto y principios de agosto. Aún no he terminado de postear en este blog todo lo que visité en el norte de Portugal, pero ya va quedando poco. Dejo el artículo de Oporto en El Nuevo Herald para quienes no tenga acceso al periódico

Oporto, la ciudad invencible / El Nuevo Herald / William Navarrete



Oporto, la ciudad invencible

Por William Navarrete*

A Oporto los portugueses la conocen como la “ciudad invencible”. Se cuenta que, en el momento de la invasión árabe, la población de la antigua villa no pudo ser vencida ni la ciudad conquistada. Influyó, al parecer, no solo la resistencia de sus habitantes sino también la topografía del terreno: Oporto se encuentra a orillas del Duero, poco antes de que el río desemboque en el océano Atlántico, y su relieve accidentado, rodeada de altos farallones, le sirvió siempre de protección natural.

Al centro antiguo de Oporto, llamado “la ribera”, es la parte donde convergen los turistas. De sus muelles zarpan los cruceros turísticos que surcan el río y en la calle peatonal a orillas del Duero hay gran variedad de restaurantes, casi todos de pésima calidad. Justo al final de esta ribera, se halla el imponente puente Dom Luiz, proeza de la ingeniería de finales del siglo XIX, construido en 1881 por Théophile Seyring, el asociado belga del francés Gustave Eiffel, quien construyó varias obras en esta región. 

Puente doble, el Dom Luiz tiene una parte alta que atraviesa el tranvía y se puede cruzar a pie; y otra baja, reservada a los autos y también peatonal. De la primera los muchachos de lanzan al agua por algunas monedas; y desde la alta, la vista es vertiginosa, y tal vez la mejor manera de entender la situación de la ciudad, sus colinas y cómo creció con el tiempo.

El Dom Luiz conduce a Vila Nova de Gaia, en la otra orilla del Duero, una municipalidad independiente y en donde encontraremos la mayor cantidad de bodegas de vino de Oporto: Kopke (la más antigua), Cálem, Vasconcelos, Sandeman, Porto Cruz, Ramos Pinto, Ferrera, entre otras. Los visitantes entran y salen de las fábricas de la deliciosa bebida por la que se conoce mundialmente a la ciudad. También hay un mercado muy pintoresco que acoge ahora varios puestos de comida, y a unos metros de este, el convento del Corpus Christi, admirablemente restaurado, gratuito y con espectaculares techos de artesonado.

Si volvemos al casco antiguo podemos visitar la catedral de Oporto (“la Sé”). Su fachada no denota la riqueza propia de este tipo de monumentos, sino más bien cierta austeridad debido a su función defensiva inicial. En cambio, el edificio atesora un claustro de gran belleza en el que los arquitectos desplegaron su talento en el arte de los azulejos, además de un hermoso museo con esculturas, lienzos y otros objetos religiosos de gran valor. Desde uno de los torreones (campanarios) del templo la vista del casco antiguo y las colinas que lo rodean es una de las más hermosas.

Recorrer Oporto es admirar la profusión de azulejos, distintivos de la arquitectura portuguesa. Vale la pena entrar a la estación de trenes Sao Bento, cuyo vestíbulo el artista Jorge Colaço recubrió en 1905 de azulejos con temas relativos a la historia local.  Y frente a ésta, la fabulosa iglesia de San Antonio de los Congregados (siglo XVII), con fachada enteramente recubierta con este tipo de cerámicas pintadas. En un perímetro de dos kilómetros a la redonda es posible admirar otras iglesias de fachadas recubiertas por paneles de azulejos: San Ildefonso, el Carmen o la capilla de las Almas, entre otras.

En el casco antiguo no debemos olvidar la fabulosa Bolsa de Comercio, edificio de principios del siglo XIX que da fe de la importancia de Oporto, que hasta hace poco fue el centro financiero de Portugal. Dentro, al salón árabe, inspirado de La Alhambra de Granada, es uno de los más hermosos y mejor decorados del país. No lejos de allí la Casa del Infante”, construida en 1325, acoge el archivo municipal, un museo con piezas provenientes del pasado romano, fruto de excavaciones arqueológicas, y se dice que fue allí en donde nació el príncipe Enrique el Navegante.

En otra de las colinas cercanas podemos ver la famosa Torre de los Clérigos (1735), uno de los monumentos más visitados de la ciudad y su edificio más alto (76 metros). Y no lejos de allí la antigua y conocida librería Lello, que atrae a los adoradores de la saga Harry Potter quienes hacen largas colas y pagan para entrar, creyendo que su famosa escalera de madera sirvió de inspiración para la ambientación de la biblioteca del colegio en esta novela, a pesar que su autora ha negado muchas veces la influencia. Lo lamentable, como casi siempre en estos casos en que el público quiere a toda costa creer lo que no es, es que la afluencia impide disfrutar la extraordinaria decoración del lugar y, lo peor, la mayoría sale sin comprar un libro.

Otro sitio de interés, en fase de restauración final, es el mercado de Bolhao, y frente a este la legendaria pastelería y salón de té Confeitaria do Bolhao, en donde se pueden degustar exquisitas brioches y pasteles de nata caseros, además de otras especialidades de la repostería local. Los amantes de comercios antiguos entrarán, unos metros más adelante y en la misma acera, a la maravillosa tienda Aperola de Bolhao, que muchos asociarán a las antiguas bodegas o abarrotes de nuestros abuelos.

En Oporto la cocina es de calidad. Los establecimientos compiten para ofrecer la mejor “francesinha”, una especie de sándwich típico, a partir de pan de molde, mortadela, salchichas, queso derretido y patatas. Las tripas, el caldo verde, las papas de sarrabulho, los buñuelos de bacalao y la aletría (un arroz con leche con fideos que se come en Navidad) son también típicos de la mesa de Oporto. Sin olvidar la excelente gama de pescados y mariscos, entre los que se destacan el pulpo con salsa verde, las sardinas asadas y los arroces marineros.

Uno de los restaurantes más auténticos es Adega Mercearia Bebe Se Mal, en la calle Belomonte, con excelentes platos y postres caseros, ideal para adentrarse luego en el barrio de la Judería y la calle de las Flores, una de las arterias más frecuentadas de la ciudad, en donde se encuentra la muy ricamente decorada iglesia de la Misericordia y numerosas tiendas.

* Escritor franco-cubano residente en París


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