Y con el "Tour du monde en 80 saveurs" llegamos al Beaujolais.

Uno nunca acaba de recorrer Francia y descubrir lugares maravillosos. La región del Beaujolais, que casi todos conocemos de nombre por su vino precoz (algo así como el Tempranillo de España que sale de las cubas antes que los otros), se extiende al norte de Lyon y a lo largo del río Saône. A su primera parte se le conoce como “Beaujolais des Pierres Dorées” (de las piedras doradas) porque las fachadas de las viejas casas, expuestas al sol crepuscular, se tornan de un ocre dorado espectacular. A ello hay que añadir que tuve la suerte de estar en el momento en que empieza a despuntar el otoño y las hojas de parra de los viñedos comienzan a adquirir una coloración violácea y amarillo gualda.










Estuve primero con los estudiantes de la Ecole Centrale de Lyon - Ecully (en donde se forman los ingenieros de Francia). Gracias a las profesoras Rosario Gómez Crocquevieille y Nathalie Pastor compartí con alumnos que habían leído y trabajado los cuentos del libro Le Tour du monde en 80 saveurs (Ed. Emmanuelle Collas, París, 2020) que escribí con Pierre Bignami. Estos alumnos son fabulosos. Yo que di clases en diferentes lugares de París y la región Ile-de-France lo digo con conocimiento de causa. Con alumnos como los de Centrale hubiera seguido dando clases (aunque tal vez no me hubiera convertido en escritor), pues una de las razones por las que abandoné tempranamente la enseñanza fue por la insoportable relación profesor/alumno en la época en que, hace 20 años, daba clases.




Al día siguiente por iniciativa de Rosario Gómez presentamos el libro ante los lectores de Morancé, uno de los pueblos del Beaujolais, en la Médiathèque local. Fue un intercambio agradable con lectores interesados en las aventuras culinarias que tanto Pierre como yo contamos en los 40 cuentos que conforman el libro. La gente de esta región me pareció amistosa, abierta, cordial. No en todas partes sucede lo mismo. Hay una suavidad en el aire, un relajamiento. Ni estrés, ni prisas. Agradecido quedo al personal de la Médiathèque y a la librería Develay (de Villefrance-sur-Saône) que encargó y trajo los libros para las firmas.





Y como en un Tour du monde no puede nunca faltar la nota gastronómica, degusté exquisitos platos elaborados por un chef en un restaurante espectacular en Marcy: Le Télégraphe, así llamado porque por allí pasaba la línea de telégrafo París-Marsella, el ancestro del telégrafo que todos conocemos porque no era mecánico, sino que alguien se encargaba de descifrar el mensaje en cada torre. Así, me cuenta Rosario, un mensaje demoraba 3 horas en recorrer la distancia entre las dos ciudades, muchísimos menos que los caballos de posta de entonces. Un auténtico adelanto, como adelanto es también elaborar todavía platos tan excelentes y sofisticados como los que allí degusté: foie-gras poêlé con un crumble de frutos rojos de estación y un filet de codorniz de heno / un delicioso ternero francés en salsa de girolles (hongo rebozuelo en español) y patatas grenailles y como postre una Dame Blanche con helado de vainilla, copos de merengue, chantilly y salsa de chocolate de Tanzania.  Todo acompañado por un delicioso Saint-Joseph, vino del Ródano. Y allí tuvimos una experiencia increíble, en el momento de pagar, que me la reservo para un cuento. Sin contar que por primera vez en mi vida probé las ancas de rana (que pidió mi anfitriona). Una hazaña.

Y los dejo porque ya me entró hambre y tengo que preparar una cena para amigos esta noche en la que no faltarán las charcuterías del Beaujolais que compré en un sitio maravilloso: Coeur de Ferme, en el pueblo de Lucenay.





 

Gracias Rosario por compartir tu tiempo, tus secretos, y el profesionalismo. 

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