Las Terrenas, un edén en República Dominicana / El Nuevo Herald
Escribo sobre Las Terrenas, península de Samaná (República Dominicana), en donde tuve la dicha de pasar dos semanas antes de viajar a Miami. Las fotos las tomé durante esa estancia. Espero repetir, ya que el lugar me pareció mágico y lo disfruté muchísimo. Aquí mi artículo para El Nuevo Herald.
Las Terrenas, un edén en República Dominicana / El Nuevo Herald / WilliamNavarrete
Las Terrenas, un edén en República
Dominicana
William Navarrete*
Llegué a Las Terrenas como cuando en la
película Casablanca los personajes tenían que esperar, en épocas del
protectorado francés y la Segunda Guerra Mundial, un salvoconducto para entrar
en Estados Unidos. Tras la reciente pandemia, Washington cerró todas sus
fronteras a los europeos (excepto contadas excepciones), y la única manera de
entrar, por absurdo que parezca, era permaneciendo 14 días en un país de África
o América Latina. Entonces opté por la República Dominicana, pero cuando tenía
todo el viaje organizado quitaron la prohibición. Como no hay mal que por bien
no venga, mantuve mi viaje a Dominicana, país que no visitaba desde hacía 15
años, y no me arrepiento.
Se cuenta que, en 1824, naufragó cerca de
allí el Turtle Dove, un navío con esclavos liberados que iba rumbo a
Liberia. Los sobrevivientes nadaron hasta la orilla y se establecieron en
aquellos parajes. Dos siglos después, sus descendientes viven aún en la zona,
se les conoce como “cocolos” y todavía hablan inglés.
Las Terrenas nació como pueblo de pescadores,
y sus habitantes se dedicaron a pescar y recolectar cocos. Un año después de fundado,
la región padeció el terremoto más potente registrado en todo el país y, en
consecuencia, un tsunami arrasó con las pocas casas de su franja costera.
Desde el principio, los extranjeros se
instalaron a orillas del camino que conecta la punta Popy con la playa Las
Ballenas. El hotel Tropic Banana, el restaurante Pacocabana y el bar Siroz (hoy
en día modernizados) fueron los primeros establecimientos fundados por estos a escasos
metros de la playa. Los pioneros (un americano que construyó su casa detrás de
la actual Casa Nina y algunos franceses) se instalaron en 1977. Para
desarrollar el turismo tuvieron que esperar a que la antigua pista que
comunicaba al pueblo con Sánchez fuese reparada y asfaltada en 1989. Y no fue
hasta 1994 que tuvieron servicio eléctrico y en 1997 agua corriente.
Hoy en día, hay decenas de opciones para
disfrutar de la comida local y la internacional, y no pocas pizzerías, clubes,
e incluso tiendas especializadas en vinos y productos “gourmets” franceses e
italianos y una heladería italiana de helados artesanales.
En Las Terrenas hay dos calles
principales que discurren de sur a norte: Duarte y Nuestra Señora del Carmen. A
lo largo de estas se concentra la mayoría de los comercios locales (fruterías,
mercados, agencias de autos, tiendecitas), todo a escala humana y abiertos el
año entero.
Frente al cementerio marítimo, entre el
paseo del litoral y la playa, converge todo. Allí está el famoso centro
comercial “El Paseo” (con las tiendas y agencias de franceses), la panadería
también francesa con sillas idénticas a las de cualquier café de París, las
tiendas especializadas en tabaco y sus derivados. También paran las camionetas que
van al Portillo o Samaná, y es allí donde está la principal parada de
“motoconchos”, ingenioso medio de transporte en motos, corriente en toda Dominicana.
Al costado del cementerio, en el colmado
(bodega) Los Príncipes, se reúnen los amantes de la bohemia hasta tarde en la
noche. Compran allí mismo la bebida, y beben y bailan en la arena al son de
merengues y bachatas debajo de las uvas caletas. Justo detrás, se encuentra el
mercado de los pescadores y, entre el cementerio y el mar, hay una docena de
cabañas en donde se comen mariscos y pescado fresco en terracitas rústicas con la
playa como escenario. De estas fondas mi preferida es Zu, fundada por Alex, un
dominicano que tuvo un restaurante en Santiago de Chile y se instaló luego en
Las Terrenas. Especializado en ceviches y platos a base de camarones, de su
cocina salen los mejores tostones crujientes de plátano verde (tal vez los
únicos hechos debidamente) que comí durante todo el viaje.
La arquitectura de Las Terrenas es playera.
Algunas casas de madera con balcones y galerías, y entre lo más reciente, un
asombroso edificio en forma de barco que acoge un hotel, así como restaurantes,
tiendas y agencias en su planta baja.
Además de las habituales excursiones a
las cascadas del Limón y a los poblados de Samaná, Sánchez y Las Galeras, hay
muchas posibilidades de visitar playas vírgenes y desiertas en los alrededores.
A unos 5 km está Playa Cosón, un paraíso de mar turquesa y arenas doradas,
prácticamente virgen y con un único restaurante: Luis, una cabaña rústica en la
arena que es la referencia. Y entre Las Terrenas y Cosón, otro balneario
espectacular: Playa Bonita, que lamentablemente sufre de la subida del nivel
del mar que invade la arena con la marea alta.
Bañándome en la playa El Portillo, a 10 minutos de Las Terrenas.
Playas sin
nadie y paradisíacas.
Al este, El Portillo es otra estación a
unos 3 km de Las Terrenas. Sus arenas son blancas, los fondos bajos y hay un
manantial de aguas cristalinas que atraviesa la carretera y en donde los
locales suelen bañarse. Los que se queden allí deberán alquilar un auto (precio
bastante elevado, 50 dólares diarios) pues el sitio posee pocas
infraestructuras, y apenas un colmado y pocos restaurantes.
En Las Terrenas la dolce vita
ritma la jornada. Amaneceres espectaculares con el sol despuntando detrás de
las montañas, atardeceres de ensueño más allá de los extensos cocales, playas
solitarias, paisaje de uvas caletas y cocoteros, paseos a orillas del mar y habitantes
sonrientes y acogedores que, por una vez, no acosan al turista para venderle
algo y están siempre dispuestos a hacerle pasar unas vacaciones plácidas e
inolvidables.
* Escritor franco-cubano establecido en
París
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