Toujours Madrid / Siempre Madrid

Diez días en Madrid, tan intensos que me parece que estuve un mes.

Lo primero, "Colografías", una exposición impresionante en el Museo Reina Sofía de la cubana Belkis Ayón, quien se suicidó en La Habana, en 1999, a los 32 años de edad. Auténtica artística de un admirable talento, Ayón se implicó en algo que en Cuba es mejor ni tocar: la secta Abakuá, prohibida a las mujeres, una especie de confradía secreta que nunca ha tenido muy buena prensa y que, al parecer, cualquier violación de sus códigos estrictos se paga con sangre, es decir, con la muerte del individuo. Recuerdo que, en mis tiempos de estudiante, cuando estudié Historia del Arte en la Universidad de La Habana, tenía a una profesora de Estudios Afrocubanos llamada Lázara Menéndez. Fue ella quien me contó que entre los Abakuás si uno de los miembros era sorprendido teniendo relaciones homosexuales los restantes miembros tenían la obligación de hacer que el individuo pagara con su propia vida la afrenta:

 












Otra de las fabulosas exposiciones de Madrid en estos momentos es la concebida por el modista francés Jean-Paul Gaultier sobre “Cine y moda” para La Caixa Forum. Un recorrido por aquellas piezas o escenas del cine internacional que han inspirado sus propios diseños, pero también los diseños que él mismo realizado para ciertas películas, como la muy conocida Querelle, de tema homoerótico, filme francés que marcó toda una época:

 












En otro momento nos fuimos a La Bola, célebre restaurante histórico de Madrid, a unos metros del Palacio de Oriente, en donde el verdadero cocido madrileño es el plato fetiche. Este cocido comienza con el delicioso caldo de fideos y luego, acabados de salir del puchero, vienen los garbanzos con pedazos de lacón y diferentes tipos de carnes, acompañados con papas y repollo. Para comerse todo un cocido hay que estar muy hambrientos. De exagerados pedimos uno cada uno y, al final, nadie pudo ir más allá de la mitad. Allí estuvimos con Ivelín, su hijo Marlon que es mi ahijado y compañeros de estudio es este último. Estos muchachos nacidos y criados en Estados Unidos hablan español perfectamente y se sienten como el pez en el agua en esta ciudad a donde han venido a estudiar:

 







En Madrid abundan los restaurantes cubanos y casi siempre descubro uno nuevo. Ahora descubrí al sur del barrio de Atocha Al son de Cuba, un restaurante en donde nos atendió un camarero de Santa Clara y en donde pedí una excelente ropa vieja que viene acompañada de arroz blanco, frijoles negros, plátanos fritos y tostones, amén de la bebida y una excelente crema de guayaba con queso por la módica suma de 11 euros:

 




Madrid de noche vibra y hay innumerables sitios cerca de casa. Alrededor del Mercado Antón Martín abundan bares y restaurantes. También está el cine Doré en donde hay en estos momentos un fabuloso ciclo con toda la filmografía de Marguerite Durás y de películas norteamericanas de 1955-1975 de John Schlesinger, Paul Mazursky, George Roy Hill, Sidney Pollack, entre otros. No hay viaje a Madrid sin dos o tres tandas en la Filmoteca, y algunas visitas a las galerías de la calle Doctor Fourquet:

 









De asombrosa puedo calificar la visita a la inauguración de varias exposiciones de arte en el periférico barrio popular de Carabanchel. Allí el pintor cubano René Francisco Rodríguez ha inaugurado, en donde antes había un almacén lleno de escombros, un fabuloso espacio en donde expuso su propia obra y la de otros artistas cubanos talentosísimos como Lorena Gutiérrez Camejo, Carlos Aires, Esterio Segura, Alejandro Campins, José Manuel Mesías, entre otros. La curadoría de Dayneris Brito, quien estudió Historia del Arte en la misma Facultad habanera que yo, pero diez años después. Y en la cuadra paralela, en los espacios Malafama y Nave Oporto, a lo largo de tres niveles de un edificio que sospecho fue una fábrica en otros tiempos, obras de Alejandro González, Gustavo Blanco-Uribe, Miki Leal, Sonia Navarro, Paula Anta y unos quince artistas más. Exposiciones llenas de dinamismo y obras, en general, muy interesantes. Inesperado que en un barrio gris y algo sórdido surjan espacios que recuerdan los primeros tiempos del SoHo de Nueva York o del Wynwood de Miami:

 

René Francisco, William Navarrete y Dayneris Brito, en el vernissage del Espacio René Francisco en Caranbanchel (Madrid)
René Francisco, William Navarrete y Dayneris Brito (curadora de la muestra) 
en el vernissage del Espacio René Francisco, en Caranbanchel (Madrid).

La artista cubana Lorena Gutiérrez Camejo, su hija Candela y William Navarrete 
en el Espacio Malafama, en Carabanchel (Madrid) delante de dos obras de la artista expuestas.


Dos obras del cubano Alejandro González representando lo que queda 
del antiguo cabaret Montmarte (en el barrio del Vedado, La Habana) y 
la célebre Ubre Blanca, la vaca fetiche del Innombrable.

Una obra del cubano José Manuel Mesías, que vive en Cuba, 
y que expone el Espacio René Francisco

Detalle de una obra del artista andaluz Carlos Aires, 
también expuesto en Malafama (donde tiene taller) y en el Espacio René Francisco




Una exposición sobre el Gusto francés que tanto influyó la manera española desde el siglo XVIII hasta finales del XIX. La exhibe la Fundación MAPFRE y los franceses pueden evitársela pues no verán nada que no se conozca por estas latitudes. Para los españoles pudiera resultar interesante, aunque no es imprescindible:








También la ocasión de reencontrar viejos amigos con los que siempre se comparte entre paseos y tapas. Silvia, Rita, Rafael y Javier, parte mermada de nuestro grupo de los Belenes, así llamado porque el grupo se inició con una expedición hace unos años al Escorial para ver los belenes, pero en realidad para comer más que otra cosa:


Madrid se ha vuelto una ciudad cosmopolita desde que Barcelona ha iniciado su largo descenso hacia la decadencia generada por el absurdo nacionalismo y la endogamia catalana. A mí hay que pagarme para pasar vacaciones en Barcelona y hace ya diez años, durante la última estancia en esa ciudad, tuve la impresión de que la gente estaba irascible, de mal carácter, molesta incluso de que se le hablara en castellano. Con lo cual y, habida cuenta de que sus monumentos principales los había visitado en diferentes épocas de mi vida en la década de 1990, decidí no volver nunca más a Barcelona, donde siempre todo me pareció una mala copia de lo peor de Francia mezclada con lo peor del resto de España. Siempre me pareció remilgada y recoleta, con esa burguesía pueblerina y pesetera, arañando siempre el último céntimo, acomplejada y de malas pulgas.


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