El viñedo de La Toupie y el castillo de Quéribus, entre el Aude y los Pirineos franceses - El Nuevo Herald
Les dejo un poquito de mis últimas experiencias recorriendo el Aude francés, una región llena de historia y que el turismo de masas aún no ha pisoteado. Recorrí el sur de Carcasona, monasterios y abadías mítica, pueblos medievales impresionantes, viñedos y zonas vitícolas como Corbières inolvidables y, por supuesto, una gran cantidad de castillos cátaros.
Escogí para este artículo de viajes en El
Nuevo Herald: el castillo de Quéribus y el viñedo de La Toupie. Aquí lo dejo,
con otras fotos que no aparecen en el periódico.
Enlace directo (artículo copiado también al final).
La Toupie y Quéribus: un viñedo y un castillo franceses / William Navarrete / El Nuevo Herald
La Toupie y Quéribus:
un viñedo y un castillo franceses
William Navarrete*
Entre los
Pirineos Occidentales y el Aude, dos departamentos del sur de Francia a una
hora de la frontera española, un castillo legendario se alza sobre un peñón
escarpado y desafía desde hace 10 siglos la historia y el tiempo. A unos
minutos a vuelo de pájaro de los Pirineos, bajando la empinada carretera que
conduce al alto valle de Agly, el viñedo de La Toupie (Domaine de La Toupie),
fundado hace 10 años por el ingeniero agrónomo y enólogo francés Jérôme Collas,
nacido en 1968, ha sabido explotar esta tierra legendaria para ofrecer una
fabulosa gama de vinos elaborados con innegable savoir-faire y mucho esmero.
Visité ambos
sitios al mismo tiempo y comencé por el viñedo porque desde la bodega y los
balcones de su sede podemos contemplar el imponente torreón del castillo. Hace
20 años que Jérôme trabaja la viña, después de haberse graduado de ingeniero y
enólogo, haber residido un año en Estados Unidos, trabajado en la función
pública –justamente en las oficinas del INAO, el instituto francés al cargo de
las apelaciones de origen protegido (AOP) y las indicaciones geográficas
protegidas (IGP)– y en el seno de la cooperativa vitícola de Mount Tauch.
Deseoso de vivir su experiencia personal como fabricante decidió crear en 2012
su propia bodega.
La Toupie, que lleva
un nombre de giróscopo a la vez que de un objeto de juego infantil (peonza o trompo),
nació como hacienda gracias a Jérôme Collas. Se sitúa en la comarca de Maury, donde
se produce, desde el siglo XIII, uno de los vinos dulces naturales más
conocidos de la Occitania francesa. La apelación es una de las más antiguas y
se obtiene preferentemente de una cepa: la garnacha negra (grenache, en
francés), con sus variedades de blanco y gris. Se trata de una parra muy
antigua de orígenes sardos o aragoneses que no le teme a los suelos secos y
áridos de esquistos negros y que madura al sol, lentamente, almacenando los
azúcares necesarios para proporcionarle un sabor frutal y un aroma
característico, siempre fáciles de maridar.
Entre las 50,000
botellas anuales producidas en La Toupie, gracias a diferentes parcelas
situadas en el valle, también tenemos vinos secos y dulces de otras cepas como la
macabeu (igualmente utilizada para las cavas catalanas), la syrah y la mourvedre
o monastrell, de toques cálidos, correspondientes a diferentes apelaciones: IGP
Côtes Catalanas, AOP Côtes du Roussillon y Roussillon Villages, además de los Maury
Blanco (el Tertio), Maury Grenat (el vino Au Gré d’Eole) y Maury Seco (Sur 1
Fil Rouge). En total, 14 marcas de blancos, rojos y rosados, sin olvidar que
algunos tienen sus botellas Magnum para grandes ocasiones o eventos.
Son vinos que
viajan hasta Bélgica, Holanda y Alemania, y se exportan a China y Estados
Unidos. “La gente quiere conocer otra cosa que los clásicos burdeos o borgoña,
y es por eso que recibimos cada vez más pedidos de vinos del Languedoc y el Rosellón”,
comenta Jérôme mientras me muestra las cubas y las barricas de madera con el
vino de la cosecha de hace dos años esperando a que esté a punto para ser
embotellado. “Nadie se imagina el largo proceso que conduce a la obtención de
una botella, ni los riesgos diarios, a causa del clima, las plagas, las
inclemencias y otros imprevistos que el oficio acarrea”, añade.
Para un neófito
en materia de vinos salta a la vista que se requiere de mucha destreza,
conocimientos e inversión para llegar a obtener estos vinos. En mi caso,
disfruté por partida doble la cata porque vino acompañada de una visita al
mítico castillo de Quéribus, que como centinela legendario vela por los viñedos
del valle y permite extender la vista hasta los altos montes pirenaicos.
El castillo forma
parte de la llamada “Ruta Cátara” en recordación de los cátaros o perfectos
que, desde la ciudad de Albi, extendieron su dominio por la región del Mediodía
francés, y en particular, al sur de Carcasona, entre los siglos XI y XII.
Condenados como heréticos por la Iglesia Católica pues practicaban una teología
dualista del Bien y el Mal, fueron aniquilados tras la cruzada lanzada por el
papa Inocencio III y sus vasallos nobles. Corrió la sangre, fueron asediados en
sus castillos y latifundios, muchos terminaron en la hoguera, otros en el
exilio, y aunque muchos de los castillos que hoy se encuentran en el llamado
“País Cátaro” no formaban parte de sus propiedades, la mayoría sí sirvió de
refugio a muchos de ellos cuando trataron de ponerse a salvo de la persecución.
Quéribus fue
entonces uno de estos castillos, que podemos contemplar desde el valle en donde
crece el terruño vitícola de La Toupie. Se accede por una cuesta regular una
vez que dejamos el auto en el estacionamiento previsto cerca de la taquilla. Al
castillo se le mencionó por primera vez en el 1020 dC en el testamento del
conde Besalú hasta que pasó al Reino de Aragón y, más tarde, a partir de 1255
al de Francia cuando Chabert de Barbaria, uno de los últimos nobles fieles a la
causa cátara, fue sitiado y vencido detrás de sus murallas. Se convierte así en
parte del sistema defensivo francés bajo el reino de San Luis.
El castillo
conserva en perfecto estado sus murallas que se integran a las crestas
escarpadas del promontorio rocoso sobre el que fue erigido ofreciendo una vista
impresionante de los valles a ambos lados de la frontera entre el Aude y los
Pirineos Orientales. En el torreón se conserva una espectacular sala gótica que
da acceso a la plataforma superior, punto culminante de la fortaleza. Un
gigantesco pilar gótico sostiene las bóvedas nervadas de lo que se considera la
única capilla existente en el núcleo de un torreón defensivo.
Cuando la
frontera de Francia se desplazó hasta los Pirineos en 1659, Quéribus perdió su
función y se produjo su lenta decadencia hasta las primeras restauraciones
emprendidas en la década de 1950 y la posterior apertura a los visitantes.
En estas tierras
míticas, en las que el vino viaja desde la Antigüedad y desde la provincia
romana de la Galia Narbonense, el Domaine La Toupie y el castillo de Quéribus se
convierten en la primera escala de un viaje ideal desde España y en dirección del
País Cátaro y el departamento francés del Aude. Y desde hace poco, La Toupie
ofrece también tapas y de qué probar especialidades locales acompañando algunos
de los vinos de su propia cosecha.
* Escritor
franco-cubano establecido en París
Comentarios
Publicar un comentario