Origen de dos refranes cubanos: “La culpa de todo la tiene el totí” y “Los cogieron asando maíz” / publicado en Cubanet
Aquí les dejo esta interesante historia sobre el origen de dos frases del acervo popular cubano que se remontan al siglo XIX. Surgió esta idea de una conversación con mi amigo el arquitecto Juan Luis Morales Menocal, quien vive en Paris en donde suele realizar tertulias literarias y musicales, junto a su esposa Teresa Ayuso, en su casa, un poco como en los viejos tiempos, haciéndole honor a esa vieja vocación parisina.
Les dejo el enlace e incluyo fotos que no salieron en la publicación de
Cubanet.
Enlace directo: Entrevista al arquitecto Juan Luis Morales Menocal, por William Navarrete (París)
El origen de dos refranes cubanos: “La
culpa de todo la tiene el totí” y “Los cogieron asando maíz”
(El escritor William Navarrete entrevista al arquitecto Juan Luis Morales Menocal)
Como casi siempre que visito el Atelier
Morales en París, de los artistas y arquitectos Juan Luis Morales Menocal y
Teresa Ayuso, un sitio en donde con frecuencia se celebran presentaciones,
conferencias y exposiciones, surgen durante nuestras conversaciones muchos temas
de interés relativos a la historia cubana. Durante nuestro último encuentro,
Juan Luis Morales anunció que dos de las frases más conocidas del catauro
cubano de voces populares nacieron en el seno de su propia familia.
La primera de estas frases: “La culpa de
todo la tiene el totí” se utiliza cuando nos referimos a alguien que, como
chivo expiatorio, carga siempre con la culpa de todo lo malo que ocurre; es
decir, la persona que siempre paga los platos rotos y sobre el que se descarga
la responsabilidad de cualquier trastada o, simplemente, molestia.
Fernando Ortiz, en la primera edición de
su Nuevo catauro de cubanismos, que data de 1923, afirma que la frase
surgió porque el totí era un ave que picoteaba las cosechas y como los esclavos
sustraían azúcares y otros granos para su subsistencia le echaban la culpa a
este plumífero tan abundante en los campos de Cuba para que nos los echaran la
culpa. Por supuesto, la connotación racista de la frase no deja duda alguna,
pero el uso en aquella época era frecuente y terminó extendiéndose a cualquier
individuo sobre el cayera la culpa de alguna fechoría. Lo que no encaja en la
afirmación de Ortiz es que la frase se utilizó siempre para señalar a alguien
que no era responsable de lo que se le achacaba, con lo cual en el caso de
aquellos esclavos lo cierto era que, evidentemente, sí eran ellos los que
sustraían para su sustento pequeñas cantidades de la cosecha.
En cambio, por transmisión oral y gracias
a la memoria familiar del entrevistado, la frase ha quedado, como consecuencia
de un hecho notorio, marcada por el lugar y la fecha exacta en que surgió, de
la misma manera que otra posterior sobre la que también hablaremos: “Los
cogieron asando maíz”, también parte de la tradición oral de esta familia
habanera.
- Cuéntanos los antecedentes del
momento en que “La culpa de todo la tiene el totí” irrumpe en tu entorno
familiar.
Para ubicar el contexto en que nace la
frase tengo que remontarme a un ancestro que era, como solemos decir, de armas
tomar. Se trata de Manuel José Recio Morales Armenteros, quien fue el III
marqués de la Real Proclamación, además de marqués de la Real Campiña, y cuyo
primogénito era Manuel Rafael Morales Sotolongo, nacido en La Habana 1799.
Al parecer Manuel José tenía ideas muy
conservadoras y exigía que sus hijos se casaran con
mujeres pertenecientes a la nobleza cubana o, al menos, directamente
emparentadas con ésta. Pero sucedió que su primogénito lo desoyó y se unió
extramatrimonialmente con María del Rosario Flores Valladares, descendiente de
una rica familia de terratenientes de Güines, probablemente mucho más pudiente
que la de Manuel José, pero desprovista de títulos nobiliarios. Fue ésta la
razón por la que el marqués amenazó a su hijo con desposeerlo de los dos títulos,
cosa que no logra, ya que su hijo Manuel Rafael continuó su relación con María
del Rosario y escribió al rey Fernando VII para
hacer valer en las Cortes su unión y el reconocimiento de sus hijos como herederos,
a pesar de los intentos del padre por impedirlo.
- ¿Fue entonces que organiza la
trama que cambia el destino de esa rama de la familia?
En efecto. Resulta que cuando el marqués
vio que su hijo se salía con la suya, se presentó en la Quinta La Aurora en
donde vivía la pareja con sus hijos, un cafetal de su propiedad en la zona del
Wajay, al suroeste de La Habana. En esta zona las familias adineradas tenían
fincas y cafetales, y La Aurora (también conocida como Finca Morales) era uno
de los primeros de su tipo fundados en Occidente hacia mediados del siglo XVIII.
A la propiedad llegó entonces el marqués,
un día del año de 1832, con la intención de hacer las paces con la pareja. Y
como se solía hacer en aquel entonces, todos tomaron el chocolate al final de
la tarde en el portal de la casona, servidos por un esclavo a cargo del
servicio doméstico. Al rato de ingerir la bebida María del Rosario comenzó a
sentirse mal y, en poco tiempo, cayó fulminada y muere. Traen inmediatamente al
médico del Wajay quien no tarda en establecer el dictamen: “Muerte por
envenenamiento con arsénico”. Se congrega entonces a toda la servidumbre para
indagar quién había preparado la bebida y no tardan en señalar al mismo esclavo
que les había servido. Como es lógico éste comenzó por negar tal acto, pero
bajo tortura terminó confesando su responsabilidad. Todo parece indicar que el
viejo marqués utilizó métodos poco ortodoxos para arrancarle la confesión a
este hombre con quien, en realidad, se había confabulado antes para que echara
el producto fatal en la bebida de María del Rosario.
Desde ese dramático incidente, comenzó a
repetirse la frase de “la culpa de todo la tiene el totí”. Y sólo en el ámbito
familiar, sino entre la servidumbre y también los habitantes del poblado del
Wajay. Fernando Ortiz cuando incluye la frase en su “catauro” no precisa la fecha
ni la atribuye a ningún hecho específico. Sin embargo, los miembros de la
familia Morales tienen conocimiento de que la frase surgió a partir de aquel memorable
suceso del que toda La Habana se hizo eco rápidamente.
- ¿Y el viudo nunca tomo cartas en
el asunto? ¿No intentó esclarecer la verdad?
Hay hechos que demuestran hasta qué punto
el rechazo a María del Rosario era casi enfermizo. El viudo había tenido seis
hijos con ella, todos Morales Flores y, entre éstos, cuatro varones. El viejo
marqués muere en 1839, pero dos años antes de su fallecimiento Manuel Rafael,
el hijo, se casa con María Dolores Sotolongo Cabrera, emparentada por parte de
madre con los Morales y descendiente por parte de su padre de una vieja familia
aristocrática de La Habana.
En ese momento, Manuel Rafael no había logrado
todavía, mediante documento, que se reconociera legalmente el derecho de sus
hijos con María del Rosario a “heredar y gozar de apellidos y bienes”, algo que
llega mucho más tarde después de la muerte de Fernando VII, firmado por la niña
Reina Isabel II por mediación de su madre, la Regenta María Cristina de Borbón.
Manuel José sí puede heredar el título de IV marqués de la Real Proclamación y
II marqués de la Real Campiña, pero con el veto paterno de no poder transmitirlos
a ninguno de sus hijos con la envenenada.
Saltándose los derechos de sucesión que
le correspondían al primogénito de la rama de los Morales Flores, quien heredará
entonces ambos títulos es su único hijo con la Sotolongo (segunda esposa),
llamado José Sebastián Morales Sotolongo. Es una de las razones, aunque hay
otras, por las que estos marquesados permanecen todavía en esta rama y no en la
que más derechos tenía y tiene.
- ¿Los hijos de María del Rosario
tampoco hicieron nada?
Según las memorias de nuestra tía abuela
Caridad Morales Pedroso la dote que había dejado María del Rosario era importante,
así como la parte del mayorazgo no heredado. Po eso, su hijo Agustín,
estimulado por su esposa María de Jesús Martín de Medina Xenes, le pone un
pleito al padre y al abuelo ya fallecido reclamando la parte de la herencia que
le corresponde por su madre. Como la sentencia del caso termina reconociendo
sus derechos, obtiene 600,000 pesos y se convierte en el propietario, entre
otras, de la Quinta Lourdes, la Quinta La Aurora, así como de las 16
caballerías de tierra de la finca La Miranda. Las tierras de esta última correspondían
al actual reparto Miramar, desde el Almendares hasta la calle 42, y la casa
quinta se hallaba en Alturas de Miramar, muy cerca del actual Puente de Hierro
y de las márgenes del río.
Este hecho fue determinante para el
nacimiento, unas décadas, después de ese reparto, ya que la finca pasa de
Agustín a su hijo, Manuel José Morales Martín de
Medina, casado con María Caridad Pedroso Mantilla y, de éste, a sus hijos Luis
Morales Pedroso, mi abuelo, y a su hermano Leonardo, junto a sus dos hermanas
Estela y Caridad.
Fue Manuel José, mi bisabuelo, el que imaginó
y registró en el Ayuntamiento de Marianao el proyecto con el nombre de Miramar,
por el que se conoce hoy a todo este reparto habanero, cuyas tierras en aquel
entonces le pertenecían por completo, desde el río Almendares hasta la actual
calle 38. Toda esa extensión no era más que un terreno rocoso lleno de maleza y
marabú en el que solo existió hasta 1917 la mencionada finca La Miranda. Todos
esos documentos forman parte hoy del fondo de la Asociación Morales y compañía,
fundada en Paris junto a mis dos hermanas Alicia y Virginia Morales Menocal y
estamos preparando un libro para que, de alguna manera, no se pierdan la
memoria familiar y el rico patrimonio arquitectónico legado por la firma
Morales.
Como sabemos, después de que mi abuelo,
el urbanista Luis Morales traza los planos y prepara el terreno, fue mi
bisabuelo Manuel José quien vendió el terreno con el proyecto aprobado del
reparto de Miramar a José López Rodríguez, conocido
como “Pote”, y a Ramón González de Mendoza, pero quedó como propietario de
Censo con la renta de unas 14 manzanas hasta 1959.
- Llega entonces, años después, un
segundo episodio que implica también a los Morales y da nacimiento al segundo refrán:
“Los cogieron asando maíz”. ¿En qué momento y circunstancias aparece la frase?
Esto sucede ya muy entrada la guerra de
los Diez Años, exactamente en 1875. El relato de los sucesos los recoge en sus
memorias familiares Juan López de Oña Morales y tiene que ver exactamente con Agustín Morales Martín de Medina, hermano del
mencionado Manuel José, propietario de La Miranda y Miramar. Al parecer, un día
de San Juan, Agustín junto a otros 11 jóvenes cubanos de 16 a 20 años de edad,
se reunieron en una finca del ingenio Sandoval, cerca de Guanajay y fueron
detenidos por soldados españoles. Hubo una reyerta tras la que murieron tres
soldados españoles y otros cinco resultaron heridos. El gobernador local ordenó
entonces la persecución de los jóvenes y difundió el rumor de que formaban
parte de una expedición independentista. Todo parece indicar que lograron
capturar a ocho de ellos, mientras que cuatro permanecieron prófugos por un
tiempo. Pero sucedió que como no había mucho que comer, los jóvenes decidieron
reunir unas cuantas mazorcas de maíz y ponerlas al fuego para asarlas y comérselas.
El humo que desprendían las mazorcas al fuego fue lo que alertó a los esbirros
del gobernador que no tardaron en capturar a los cuatro que faltaban.
De ese modo fueron capturados y fusilados
el 23 de julio de 1875, Agustín
Morales Martín Medina (17 años), Julio Broderman
Morales, Antonio María Urbano Pedroso (estudiante de Medicina), Virgilio
Silva, Francisco Portocarrero, Alfredo Álvarez, Antonio
Aguirre y Manuel Vilauerbe, más los cuatro restantes capturados después.
De nada valieron las justificaciones ofrecidas por sus familiares tratando de
minimizar los hechos y afirmando que los jóvenes habían salido simplemente de cacería
y que, bajo los efectos del alcohol, se había producido aquel altercado.
Desde entonces circuló el rumor entre los habaneros que a aquellos jóvenes
pertenecientes a familias distinguidas los habían cogido “asando maíz”, una
frase que pasó al lenguaje coloquial cada vez que se quiere expresar que
alguien ha sido sorprendido cuando menos se lo esperaba.
- ¿Qué impacto tuvo el fusilamiento de este hermano de tu bisabuelo en la
familia?
Desde los tejemanejes y las intrigas del viejo marqués de la Real
Proclamación los miembros de esta rama de los Morales se convirtieron en fervientes
antimonárquicos. El fusilamiento de Agustín, a quien llamaban “Tintín” y cuyo
único retrato lo conservan Jacqueline Albarrán y Mario González de Mendoza en
Palm Beach, no hizo más que acrecentar el sentimiento independentista y
republicano de la familia. Al punto que, María del Rosario Morales Martín, una
de sus hermanas, a la que llamaban “Charito”, casada con Gustavo de los Reyes
Melo, se convirtió en una acérrima enemiga de la metrópoli y participó en las
dos guerras no solo conspirando, sino escondiendo y transportando armas y
municiones para los insurgentes. Su casa en la calle Luz n° 30 de La Habana
Vieja se convirtió en un foco revolucionario y todo su patrimonio, incluido lo
que sacaba del cafetal La Aurora, fue puesto al servicio de la lucha
independentista. Por supuesto, fue descubierta, detenida en la prisión de
Guanabacoa, interrogada, maltratada y deportada por Valeriano Weyler durante la
Guerra de 1895. Desde Nueva York, en donde se exilió con su familia, continuó
la lucha por la independencia de la Isla. Y con la instauración de la República
regresó a La Habana en donde recibió el grado de capitana del Ejército
Libertador y fundadora del Asilo de Huérfanos de la Patria, así como la cruz de
caballero de la Orden de Carlos Manuel de Céspedes.
París, abril de 2023
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