La Catedral de Saint-Denis - El Nuevo Herald
Les dejo este texto sobre la Catedral de Saint-Denis, en la banlieue parisina, tras una reciente visita:
Enlace directo: La catedral francesa de San Dionisio, el nacimiento del gótico
La catedral francesa de San Dionisio,
nacimiento del gótico en el mundo
William Navarrete* / El Nuevo Herald / 3 de junio de 2023
La catedral de San Dionisio (Saint-Denis,
en francés) es probablemente la más importante de Francia y, sin lugar a dudas,
una de las más relevantes de Europa. Lo es porque con ella nació un estilo que
marcó el arte medieval europeo durante siglos por convertirse en la obra
experimental para el nacimiento del gótico, un estilo que terminará por
extenderse al resto del continente definiendo prácticamente la arquitectura, la
pintura y la escultura a partir del siglo XII.
También lo es porque ese templo mayor del cristianismo,
sito en las afueras de París, a unos 10 km del centro de la capital, fue la
necrópolis en que se enterraron 42 reyes de Francia, 32 reinas, 63 príncipes y
princesas, así como 10 personalidades del Reino. Fue Dagoberto, rey de los francos,
quien fundó la primera abadía de Saint-Denis, razón por la cual fue enterrado
allí tras su muerte en 639 d.C. Los monjes quisieron rendirle homenaje siglos
después y construyeron en el siglo XIII la tumba monumental que, en estilo
gótico, podemos ver hoy entre las de su esposa Nantilda y su hijo Clodoveo II.
A pesar de que la Catedral se encuentra a
poca distancia de la capital y de que la línea 13 del metro tiene una estación
a dos manzanas de donde se encuentra, hacía muchos años que no la visitaba. La
ciudad de Saint-Denis, limítrofe con París, es un municipio independiente de la
región de Ile-de-France (Isla de Francia).
Desde la década de 1920 el sitio se
convirtió en un barrio de emigrantes, siendo los españoles exiliados durante la
dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), los primeros en instalarse en la zona
que aún hoy se llama Cristino García o Pequeña España, muy cerca de donde se
construyó luego el Estadio de Francia. También llegan polacos, armenios, judíos
de Europa del Este, portugueses e italianos, todos entre las dos guerras
mundiales huyendo de dictaduras y persecuciones, y atraídos por el auge del
sector industrial en este suburbio de la megalópolis parisina. Luego, a partir
de 1964, tras los procesos de descolonización africana Saint-Denis se convirtió
en el sitio de mayor presencia de extranjeros en Francia, siendo hoy en día las
poblaciones africanas (tanto al norte como al sur del Sahara) y la portuguesa
las que predominan.
Saint-Denis ha ido adquiriendo con el
tiempo notoriedad como zona poco segura, de modo que, el parisino de hoy
considera que, exceptuando una rápida visita a la Catedral, no vale la pena
llegarse hasta allí. El municipio ha sido, además, desde hace más de cinco
décadas, uno de los bastiones electorales del casi extinto Partido Comunista
francés hasta que en 2020 un alcalde comunista dejara su puesto a otro
socialista.
El caso es que, recientemente, realizando
una investigación de terreno sobre la presencia de
portugueses en este municipio, visité la famosa Catedral. Lo primero que me llamó
la atención fueron las obras que se llevan a cabo en este momento en el lugar
de la torre campanario norte del edificio desmontada desde mediados del siglo
XIX cuando una tempestad fragilizó la estructura. Su reconstrucción total y de la flecha está prevista para el 2028,
pero las excavaciones arqueológicas realizadas para fijar sus cimientos dejaron
al descubierto más de 60 sarcófagos, la mayoría merovingios, que datan de los
siglos V al VII.
Se trata en muchos casos de sepulcros de
la primera iglesia fue dedicada a san Dionisio, un obispo misionario
martirizado en el año 250 y junto a Santa Genoveva, patrón de la capital francesa.
Fue el abate Suger quien, a partir de 1140,
lanzó las primeras grandes transformaciones de la antigua abadía que la dotaron
de su configuración actual. Las obras se extendieron hasta el 1144
convirtiéndola en obra maestra del primer gótico, completamente terminada ya
bajo el reinado de los Capetos, aunque no tuvo rango de Catedral hasta 1966.
La visita debe realizarse en dos tiempos.
Primero, concentrándose en los elementos propios del gótico a partir del
tímpano central que representa una escena del Juicio Final y el del pórtico Sur
la última comunión de san Dionisio. Apenas atravesamos el nártex observaremos
las estructuras de bóvedas de crucería típicas del gótico y, una vez frente a
la gran nave central la sensación de elevación que procura el estilo recién
estrenado y que servirá de inspiración para la construcción de las catedrales
de Chartres, Meaux y Senlís. El deambulatorio y las capillas radiantes del coro
datan de la época de Suger. Y los pórticos laterales también debe ser
visitados.
Por otra parte, es posible admirar los
vitrales góticos más antiguos del mundo, aunque solo hayan sobrevivido unos
diez, aunque incompletos ya que algunos paneles fueron desperdigados durante
las revueltas posteriores a 1789.
En un segundo tiempo, debemos focalizarnos
en la gran cantidad de tumbas y conjuntos funerarios, muchos de éstos con sus
esculturas de yacientes que representaban todo el cuerpo del difunto con los
ojos abiertos. Auténtico museo de la escultura, la abadía acogió todos estos sarcófagos
antes que la revolución de 1789 nacionalizara los bienes de la Iglesia, y los
revolucionarios provocaran verdaderos estragos en 1793 con la dispersión de
muchas de las osamentas de los nobles enterrados.
En total hay 79 yacientes repartidos entre
las naves laterales, el coro, el deambulatorio y la cripta. 14 de ellos fueron
encargados en el siglo XIII por San Luis, rey de Francia, con miras a realzar
la dinastía merovingia de la cual los Capetos se consideraban herederos.
Sobresalen los de Clodoveo (primer rey cristiano de Francia), Bertha (conocida
como “Pies Grandes”), Pepino el Breve, Luis VI el Gordo, entre otros. Le siguen
los de Felipe IV el Hermoso, Carlos VI, Isabeau de Baviera, Charles Martes, Carlos
de Anjou, Francisco I y muchos más, casi todos decorados a sus pies con leones
o perros de mármol, símbolos de fuerza y fidelidad.
Son también de exquisita factura las
tumbas renacentistas como las de Luis XII y Ana de Bretaña, Enrique II,
Catalina de Médicis o el caballero Du Guesclin, condestable de Francia quien
murió, dicen, por tomar agua muy fría en 1380. En la cripta puede verse la
capilla de los Borbones con cenotafios del siglo XIX, así como el corazón de
Luis XVII. Fue en 1817, con la Restauración, que Luis XVIII ordenó que se
trasladaran a este sitio los cuerpos de los desgraciados Luis XVI y María
Antonieta, guillotinados durante la Revolución. El último rey inhumado en la
basílica fue el propio Luis XVIII quien también creó el osario de los reyes,
para reunir todos los huesos dispersos y profanados por los revolucionarios en
1789.
Vale la pena visitar también el Tesoro, en
donde se conservan y exhiben piezas muy valiosas como el trono de Dagoberto, el
águila de Suger, un juego de ajedrez de Carlomagno, el cetro de Carlos V, entre
otras enseñas reales, piezas de orfebrería medieval, camafeos y ornamentos.
Saliendo de la Catedral, frente al Museo
de la Legión de Honor y un agradable parque, dos restaurantes (Les Arts y Le
Mets du Roy) ofrecen un menú de cocina francesa, ideal para completar la visita
al monumento, antes de tomar el metro que le llevará de regreso a París.
* Escritor franco-cubano establecido en
París
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