Entrevista a la editora y periodista Gloria Leal - por William Navarrete

Entrevisto para Cubanet a la periodista y editora Gloria Leal, quien fue también la persona con quien empecé a colaborar para El Nuevo Herald en 1999. 

Enlace directo: Solo regresaría a Cuba si desaparecieran de allí los responsables del naufragio de la Isla / William Navarrete / Gloria Leal

Solo regresaría a Cuba si desaparecieran de allí los responsables del naufragio de la Isla

(El escritor William Navarrete entrevista a la editora y periodista cubanoamericana Gloria Leal)

Cuando en 1999 contacté a Gloria Leal para proponerle mi colaboración desde París para El Nuevo Herald no titubeó un instante en abrirme las puertas de la sección de Galería (Artes y Letras) que dirigía en aquel entonces. Quiere esto decir que a ella debo el hecho de que, desde hace 25 años, colaboro ininterrumpidamente para el que durante mucho tiempo fue el mayor periódico en español de Estados Unidos.

Gloria Leal, su hermana Silvia y su madre en su casa de El Nuevo Vedado, La Habana, 1953

A pesar de que Gloria tenía la responsabilidad de dirigir y asesorar todo lo que se publicaba en cuestiones relacionadas con el ámbito cultural, se tomaba el tiempo necesario para leer cada línea que publicaba con el objetivo de evitar gazapos y erratas que, una vez impresas, no tendrían solución. Aunque su relevo quedó garantizado felizmente con personas que trabajaron directamente con ella, sentimos que, al retirarse en 2012, nos dejaba un poco desamparados.

Desde entonces he seguido al tanto de sus publicaciones literarias y periodísticas y nunca hemos perdido el contacto. Un reciente encuentro en Miami, en casa de la periodista Olga Connor en que también se encontraban otros colaboradores del diario como Sarah Moreno y Daniel Fernández, fue el punto de partida de esta entrevista que comparto con los lectores pensando en que no siempre conocemos realmente a aquellos que durante años obraron en silencio para que nos mantuviéramos informados.

- ¿Puedes contarnos sobre tus orígenes familiares?

Nací en el barrio habanero del Vedado, el 1° de octubre de 1942, en el seno de una familia de clase media alta. Mi padre, Silvio Leal Díez-Argüelles, era contador y corredor de bienes raíces. Era hijo de Faustino Leal Iharagaray, nacido en Matanzas en 1865 y de Rosa Díez-Argüelles Armona, habanera. Mi abuelo paterno fue millonario dos veces y las dos veces perdió la fortuna. Fue propietario de ingenios y se casó con mi abuela que también descendía de una familia de propietarios de Cárdenas, en la provincia de Matanzas, con dos hermanos que pelearon en la guerra de independencia. Mi abuela, fallecida en su exilio puertorriqueño, en 1966, me contaba que, tras la independencia de la Isla, cuando Máximo Gómez pasó por Cárdenas, ella se paseó a su lado en su carruaje para la celebración. Cuando yo nací, ambos vivían en El Vedado, en la Avenida Paseo, N° 465, entre 19 y 21.

Por parte de mi madre, Olga Soley Márquez, fallecida en el exilio en Miami, en 2014, mi abuela era Raquel Márquez y su esposo, Enrique Soley, descendiente de catalanes.

La Casa de Gloria Leal, en la calle de La Torre, N. 70, del Nuevo Vedado, La Habana, Cuba

- ¿Qué recuerdos tienes de tu infancia en El Vedado?

Nuestra segunda casa se encontraba en El Nuevo Vedado, en la calle La Torre, N° 70 entre 35 y 37, y la parte trasera colindaba con el estacionamiento del cine Acapulco. Mi infancia fue muy feliz, sana y agradable. Pertenecíamos al Vedado Tennis Club e íbamos a las playas de Tarara y Varadero en lo veranos. Teníamos una familia extensa, de tíos y primos, con los que nos llevábamos muy bien. Todo aquello duró hasta que, cumplidos ya los 13 años de edad, mi padre decidió separarse de mi madre. Recuerdo que aquel suceso conmovió profundamente la vida familiar. Mi madre se encerró en su cuarto durante meses y yo, que de por sí era ya una niña introvertida, después de aquel divorcio ni siquiera hablaba con mis padres. A mi hermana Silvia también le afectó mucho la decisión de mi padre, quien se casó con su secretaria, mucho más joven que él. Recuerdo que no le dirigí la palabra a mi padre hasta 1968, cuando vivía ya exiliado en Puerto Rico.

- ¿Dónde cursaste tu escolaridad y cómo fue la enseñanza?

Toda mi escolaridad, desde preprimaria hasta bachillerato, del que me gradué en 1960, la hice en el Colegio del Sagrado Corazón del Country Club, en un edificio que luego el castrismo transformó en escuela de Medicina. Se decía que era el mejor colegio de niñas de Cuba. Recuerdo que nos llevaba y traía de vuelta a casa un chófer que recogía también por el camino a otras compañeras de clases. Había profesores laicos y 19 monjas. Las monjas que recuerdo son inolvidables: Manuela Valle, que era de Santiago de Cuba, Carmen Comella, Raquel Pérez, Matilde Bolívar, entre las cubanas, aunque también el plantel tenía a puertorriqueñas y españolas. Cuando el gobierno castrista las expulsó de Cuba y nacionalizó el colegio fui a al puerto de La Habana para despedirme de ellas y, desde el muelle, verlas partir de la isla en un barco rumbo a España.

La educación en el Sagrado Corazón, aunque excelente, era muy rígida. Quienes formábamos parte de nuestra clase y que vivimos todavía, nos hemos mantenido en contacto en el exilio, nos reunimos todas las semanas, nos ayudamos. El Sagrado Corazón tenía eso: creaba un sentimiento identitario y lazos de amistad para toda la vida.

Gloria Leal a los 16 años, La Habana, 1958

- ¿Cómo viviste los convulsos años que precedieron y siguieron al triunfo de la revolución de 1959?

Mi familia no era ni batistiana, ni revolucionaria. Es decir, no le interesaba la política. En casa la única que se entusiasmó con el triunfo revolucionario fui yo, e incluso fui a ver la caravana desfilar por la avenida 26 del Nuevo Vedado, cerca de mi casa. Pero inmediatamente se me quitó aquel entusiasmo pues sucedió que, cuando terminé el bachillerato, quise ingresar en la Universidad de La Habana para estudiar Psicología y me dijeron que la carrera que solo me dejaban estudiar era Trabajo Social. Les dije que eso a mí no me interesaba y di media vuelta.

Inmediatamente empecé a conspirar contra el gobierno castrista. Mi novio, Léster García Rosales, pertenecía al Directorio Revolucionario Estudiantil y comencé a vender bonos para esta organización anticastrista. Luego él estuvo preso en Cuba por 18 años. En una ocasión, mi tío político Jorge Fernández, casado con mi tía materna Bertha Soley, pidió a mi madre que me dejara manejar el coche de mi abuelo hasta Varadero para que, en el kilómetro 16 entre Matanzas y esta playa, llevarlos al lugar en donde iban a tomar el yate para salir del país rumbo a Miami. Con mi tío escaparon armados hacia Miami seis opositores al régimen.

- ¿Cómo y en qué condiciones tiene lugar tu salida definitiva de Cuba?

Salí el 5 de diciembre de 1961 con mi madre rumbo a Miami. Al principio, nos instalamos en una casa del South West cerca de los Roads. Allí llegamos a vivir hasta 10 familiares a medida que iban llegando de Cuba otros tíos, primos, mi abuelo paterno y hasta bebitos. Más tarde me matriculé en la Universidad, donde estudié dos años de Psicología, a la vez que trabajaba, primero para una compañía prestamista y, luego, en otra de venta de equipos médicos.

- ¿Te aclimataste inmediatamente a Miami? ¿Qué hiciste después?

Para nada. Nunca me gustó Miami. Me sentía que no pertenecía a esta ciudad y que nada en ella me recordaba a mi mundo. Todo me parecía desangelado, sin alma, no me relacionaba con casi nadie. Nos mudamos después para Westchester, pero en 1966 decidí irme a Puerto Rico, exactamente a Santurce, y allí me sentí como si renaciera, pues en cierta medida era como si hubiera recuperado a mi Cuba.

Además, en Puerto Rico, exactamente en Santurce, me matriculé en el Colegio Universitario del Sagrado Corazón, que llamaban “de las Madres” (ahora es Universidad), en donde estuve interna el primer semestre y cursé el resto de la carrera de Psicología. Cuando terminé los estudios en 1968 apliqué para hacer un máster relacionado con periodismo en Penn State University, en un pueblito de Pennsylvania llamado State College. Un sitio que me cambió la vida; en el campus universitario y tenía amigos checos, pakistaníes, indios, latinoamericanos, del mundo entero. ¡Aquello era el paraíso! Me gradué en 1970 con una tesis titulada “Los problemas de la comunicación internacional”.

Gloria Leal en El Nuevo Día de Puerto Rico, 1976

- ¿Fue en ese momento que comenzaste a trabajar en el ámbito del periodismo?

Casi, porque lo primero que hice al graduarme fue viajar a Europa, exactamente a París, con el objetivo de seguir hacia Lourdes, para visitar la gruta de la virgen, pues mi madre era muy devota de ella y me había regalado el viaje por el final de mi carrera para que cumpliera su promesa. En ese viaje sucedieron cosas inolvidables. Primero, porque iba con muy poco dinero y me hospedé en un hotelito parisino en el que vivían prostitutas. Saliendo un día del hotel, caminando por París, me secuestraron unos borrachos que me montaron en su auto y cuando pararon en un semáforo abrí la puerta, me lancé y salí corriendo. Luego, llegué a Lourdes en pleno invierno y solo había curas y monjas. Era la única turista. Como se me estaba acabando el dinero pasé 24 horas en la gruta tomando agua agua de la fuente milagrosa de la Virgen y rezando para no pagar hotel esa noche. Finalmente, fui a Suiza, donde vivía una amiga que me recibió y desde allí pude volver a Estados Unidos.

En el nuevo año, en febrero de 1971, empecé a trabajar para el periódico El Nuevo Día de Puerto Rico, que habían inaugurado en mayo de 1970. Quiere decir, que estuve desde los inicios mismos del diario y bajo la dirección de Carlos Castañeda. En esa época Gustavo Cubas, un cubano exiliado que había sido el propietario de la pasta dental Gravi en Cuba, así como de la primera agencia de publicidad de Puerto Rico llamada Publicidad Siboney, junto con el puertorriqueño Antonio Luis Ferré, eran los asociados y administradores del periódico. Se trataba de un diario muy bien diseñado pues era muy visual. Empecé como reportera, pero enseguida Castañeda me ofreció la sección “Por Dentro” que se convirtió prácticamente en una revista diaria dentro del periódico. Estuve casi dos décadas trabajando en ella, hasta que me fui en 1990.

Gloria Leal dedicando uno de sus libros en el Centro Cultural Español de Miami

- ¿Fue entonces que empezaste en El Nuevo Herald?

No inmediatamente. Primero fui a España, y pasé un año en Soller, Mallorca, y desde allí seguía colaborando a mi aire para el periódico. Luego me fui a Madrid y, finalmente, regresé a Puerto Rico en donde quise fundar una revista, pero no fue posible. Fue entonces que me mudé para Miami, en donde di clases de cine, literatura y arte en la Universidad (FIU) en un programa especial para personas jubiladas. Luego fui a Panamá en 1992 con Carlos Castañeda para rehacer el periódico La Prensa y, luego, rediseñé otro en Ponce (Puerto Rico). Ya en esa época escribía reseñas culturales para El Nuevo Herald.

Fue en 1997, bajo la dirección de Alberto Ibargüen, que comencé a dirigir las secciones de Galería para El Nuevo Herald, y estuve dirigiéndolas y como directora asociada hasta 2012.

- ¿Como resumirías los años de trabajo en El Nuevo Herald?

Los inicios fueron muy duros. El ambiente era difícil y cada día bajaba las escaleras desde el sexto piso diciéndome que no regresaría más. La mezcla de perfiles entre el personal, las malas costumbres y la deficiente formación de algunos eran cosas con las que me costaba lidiar. Por suerte, tenía a Olga Connor, que irradiaba alegría y optimismo. Puedo decir que gracias a su presencia pude sobrevivir. A veces, iba a ver a Pilar Mateo, que era la contadora, para desahogarme y confesarle que no aguantaba más. Ella me consolaba y me decía que no me fuera. Yo tenía la costumbre de trabajar por mi propia cuenta y con Castañeda en El Nuevo Día siempre había tenido mucha libertad. Las formalidades burocráticas del Herald me ahogaban.

Poco a poco fui transformando el periódico según mis puntos de vista y, puedo decir, que viví la época de oro del periodismo en la ciudad, cuando llegamos a imprimir hasta 100.000 ejemplares diarios.

- Pero al final te retiraste en 2012, aunque has seguido con tus intereses literarios…

Me retiré realmente sin deseo de hacerlo, pero fue necesario porque no me entendía con la nueva dirección del periódico y, en realidad, tenía la impresión de que todo se hacía para que yo me cansara y me fuera. Yo había publicado algunos libros como Texto para un amante, mi preferido, que es una larga carta en primera persona, muy íntima, donde tal vez está toda mi esencia. Luego me publicaron en Colombia una serie de siete Cuadernos, basados en una idea y un dibujo míos. Recientemente me publicaron mi poemario Sombras y luces, también con dibujos míos en formato mayor. Durante años colaboré con la Fundación Educativa “Carlos Castañeda” y, en realidad, he seguido escribiendo columnas en la presna cada vez que considero que tengo algo importante que tratar.

Gloria Leal, Daniel Fernández y Olga Connor, Miami, diciembre 2023. Foto William Navarrete

- Alguna vez has vuelto a Cuba o, en caso de que no lo hayas hecho, ¿has pensado en volver?

Nunca regresé. Nunca quise hacerlo y en ningún momento me lo he planteado, al menos físicamente. Al principio, no quise regresar por temor; luego porque no tenía razón para ello y, por último, porque ya no valía la pena. Como único lo haría es que ocurriera un milagro y que desaparecieran de la Isla los responsables de su naufragio, que se largaran a cualquier otro sitio, a Rusia, por ejemplo, y tuviera lugar un cambio radical. Entonces, tomaría un auto y recorrería toda la isla hasta Oriente, para sentir bajo mis pies lo que en realidad es la única tierra que me pertenece, la que es mía y en la que pienso cada día de mi existencia. Tal vez me acercaría hasta el El Nuevo Vedado y, en la quietud de la noche tropical, me quedaría callada, a la espera de oír, como lo oía cuando vivía allí, el rugido de los leones desde el vecino Parque Zoológico.

París/Miami, febrero de 2024 

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