Entrevista a Jaime Suchlicki
Entrevisto a Jaime Suchlicki, director durante cinco décadas del Centro de Estudios Cubanos en la Universidad de Miami.
Enlace directo:
Cubaestá completamente destruida y el cambio será largo y difícil / William Navarrete / Cubanet
(El escritor
William Navarrete entrevista al politólogo Jaime Suchlicki, director del Centro
de Estudios Cubanos)
Conocí a Jaime
Suchlicki a principios de este siglo cuando me abrió las puertas del ICCAS (Centro
de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos), también llamado Casa Bacardí, de la
Universidad de Miami que dirigió por varias décadas. La institución se
encontraba en la calle Brescia de Coral Gables y durante mucho tiempo fue el
epicentro de encuentros, presentaciones, debates y otras actividades
relacionadas con el exilio cubano en el sur de la Florida. Allí ofrecí conferencias
(una de ellas sobre la música cubana en el exilio, en agosto de 2003), presenté
libros de autores (Oscar Espinosa Chepe, Néstor Rodríguez Lobaina, Janisset
Rivero, Eyda Machín), mis propios libros (Catalejo en lontananza o Visión
crítica de Humberto Calzada), estuve en enero de 2004 presentando a los
periodistas franceses de Reporters sans Frontières, dirigidos entonces
por Robert Ménard (actual alcalde de Béziers, ciudad meridional de Francia), asistí
a eventos organizados por diferentes organizaciones como NACAE y Herencia de la
Cultura Cubana, entre ellos un memorable encuentro con Waldo Balart y una
conferencia de Emilio Cueto.
La Casa Bacardí,
como corrientemente la llamábamos por haber sido esta empresa de origen cubano
la que mayor cantidad de fondos aportó para su rehabilitación y puesta en
marcha, dejó de funcionar cuando Jaime Suchlicki renunció a dirigirla, después
de 50 años al servicio como profesor e investigador de la Universidad de Miami.
En realidad, su partida en 2017 fue el pretexto ideal para acabar con uno de
los centros más importantes de la cultura cubana en el sur de la Florida.
Aunque se dijo que el ICCAS no se iba a cerrar, la realidad es que se echó nada
más sucedió en este lugar en que durante décadas se llevó a cabo una febril
actividad relacionada con Cuba y, hoy en día, sus puertas permanecen cerradas a
eventos como los que mencioné.
Jaime retomó
entonces el Cuban Studies Institute fuera de la Universidad de Miami y la labor de
publicación, recopilación de datos e investigaciones se mantiene viva, esta vez
a través de esta organización y sus diferentes colaboradores. Su vida, como la
de muchas de las familias judías que se instalaron en Cuba desde principios del
siglo XX hasta que el castrismo los obligó a continuar su éxodo, es también la
de una joven República exitosa en la que tenían cabida todos los que venían de
otras tierras buscando prosperidad y éxito.
- ¿Puedes
contarnos de tus orígenes familiares y de la manera en que Cuba aparece en la
vida de tus familiares allegados?
Nací en 1939 en
La Habana Vieja. Mi padre, Salomón Suchlicki, era un judío originario de un
pueblo en la frontera entre el imperio de Rusia y Polonia. En 1921 huyendo de
la situación política tras el triunfo de los bolcheviques en Rusia y de la
inestabilidad económica de la región llegó a España, cogió el primer barco que
pudo y así fue como desembarcó en La Habana. Hay que decir que inmediatamente
se sintió muy bien acogido y la población de la isla le pareció amistosa. De
modo que allí decidió establecerse y comenzar una nueva vida.
Viviendo ya en La
Habana, en donde a lo primero que se dedicó fue a la venta ambulante antes de
tener su propia tienda, mi padre conoció a Ana Greinstain, mi madre, también de
una familia judía originaria de Polonia y que se había establecido en Buenos
Aires (Argentina) y, luego en Cuba, en 1909, con la esperanza de llegar un día
a Estados Unidos. En la capital cubana se conocieron a través de amistades de
la colonia judía que frecuentaban y se casaron. Mi madre, su hermana y dos tíos
maternos nacieron en Cuba. Uno de estos, Jaime Greinstain, se implicó en las
luchas estudiantiles contra Gerardo Machado y empezó a militar con La Joven
Cuba, una organización clandestina fundada por Antonio Guitera Holmes. En 1934,
cuando Fulgencio Batista derrocó al gobierno democrático de Ramón Grau San
Martín, del que Guiteras era ministro y que se había instaurado tras la caída
de Machado, se convirtió en el militar con mayor poder en la Isla y en la
persona que gobernaba realmente. Mi tío Jaime, que militaba como dije desde la
clandestinidad bajo el nombre de Jaime Angulo Terry, fue fusilado por orden de
Batista el 11 de abril de 1935, en Santiago de Cuba, en donde fue capturado. Se
convirtió así en el primer joven revolucionario que terminó en un paredón por
orden de éste y en el primer judío cubano fusilado. ¡Tenía 19 años de edad!
Como es lógico, yo no lo conocí pues nací después, pero este trágico episodio familiar
marco mi vida futura y tiene relación directa con mis implicaciones en la lucha
contra la dictadura de Batista y mi primer exilio después del golpe de Estado
de 1952.
- ¿Cómo
fueron los primeros años de tu vida en La Habana?
Los primeros años
viví en las calles Sol y Aguiar, La Habana Vieja, en frente del antiguo
Ministerio de Obras Públicas. Mi padre, antes de montar su propia tienda de
souvenirs para turistas era, como ya dije, vendedor ambulante. La escuela
primaria la hice en el colegio judío del Centro Israelita de La Habana y los estudios secundarios y bachillerato
en el Instituto de La Habana, luego llamado José Martí, que ocupaba una manzana
cerca del Parque Central. Mi vida fue la de un joven estudiante que cuando
llega a la edad de entrar en la Universidad se da cuenta de que con la
inestabilidad política engendrada por las luchas estudiantiles contra la
dictadura de Fulgencio Batista nada va a ser fácil. Es por eso que intenté
estudiar Ciencias Sociales en la Universidad, en 1957, pero como me impliqué
inmediatamente en las luchas políticas tuve que exiliarme en 1958, en Nueva
York.
No hay que
olvidar que en la familia la memoria de mi tío materno fusilado estuvo siempre
presente. Durante las luchas contra Batista también perdí a amigos y fui parte
desde muy joven de grupos clandestinos.
- Cuando
sucede el golpe militar de 1952 ¿en qué estado consideras que se encontraba la
situación política de Cuba?
Ese golpe militar
tiene raíces muy profundas en la historia de Cuba. Las instituciones que se
crearon con la instauración de la República después de 1902 no estaban acordes
con la historia colonial de la Isla. En 1933, tras la revolución contra Gerardo
Machado, hubo cambios políticos profundos. La tradición presidencial del
control general del Estado persistió. El Ejército profesional se mantuvo al
margen de la política hasta 1934 en que se creó una nueva fuerza militar encabezada
por Batista y apoyada por la gente de su círculo estrecho. Y aunque los
partidos eran independientes no lograron dominar realmente al Ejército que
actuaba de manera bastante independiente. Desafortunadamente, el Partido
Ortodoxo que se convirtió en una fuerza política clave a fines de la década de
1940 pierde a su líder Eduardo Chibás y se crea un vacío difícil de cubrir.
Hubo una serie de factores que facilitaron el golpe de Estado, entre ellos el
desencanto popular. Es la razón por la que cuando Batista da el golpe la gente
no se lanza a la calle, excepto los estudiantes. Además, el discurso que
utilizó en 1952 auguraba la llegada del orden, el fin de la corrupción y la
realización de elecciones. Nada de esto lo cumplió, de modo que el resultado
fue lo que ocurrió después y que todavía padecemos. Todo esto,
independientemente de que después de la Segunda Guerra Mundial la economía cubana
era un renglón floreciente con una industria nacional descollante.
Pero ya en 1953, durante
el centenario del natalicio de José Martí, se sentía como un bochorno por parte
de los cubanos al constatar que lo que estaba sucediendo en la Isla no era lo
que había soñado el apóstol, sino un país militarizado, donde tenía cabida la
represión y el gansterismo militar. La repercusión psicológica de este golpe
fue muy profunda. Hasta 1956 la gente creía que la lucha violenta no era
necesaria, pues se pensaba que la vía pacífica era la correcta.
- ¿Sales al
exilio en 1958 y regresas a Cuba tras el triunfo insurreccional de 1959?
Como muchos.
Regresé en enero de 1959 esperanzado en el cambio. Tenía 20 años y me
propusieron trabajar en el Ministerio del Trabajo. Permanecí en la isla hasta
octubre de 1960 pues me di cuenta de que habíamos salido de una dictadura para
caer en otra. Desde las primeras manifestaciones contra Batista, el grupo
encabezado por Fidel Castro descollaba por ser el más violento, incluso antes
de que la lucha armada se viera como única manera de sacar a los golpistas del poder.
Ya le veía venir, pero en 1959 y 1960 todavía no tenía el poder absoluto.
De esta manera
Miami se convirtió, a donde llegué apenas dos años después de primer exilio y
aquí he vivido desde entonces. He dedicado gran parte de mi vida a combatir al
castrismo desde todas las tribunas en las que he podido manifestarme.
- ¿Qué
hiciste cuando llegaste a Miami?
Siempre digo en
broma, pero no es menos serio: pasar hambre. Al principio compartía un
apartamento con cuatro amigos pues mis padres habían permanecido en Cuba con la
esperanza de que las cosas se iban a arreglar y de que el gobierno castrista no
duraría. Me apunté como voluntario y me entrené para participar en el
desembarco de bahía de Cochinos, pero todo se precipitó y fue demasiado tarde
para que pudiera incorporarme realmente.
El caso fue que,
con el descalabro de bahía de Cochinos, me di cuenta de que tendríamos
dictadura para rato y fue entonces que, en junio de 1961, mis padres decidieron
salir también de Cuba, así como un medio hermano por parte de padre que era
médico.
Me inscribí en la
Universidad de Miami para estudiar Ciencias Sociales e Historia a fines de
1961. A los tres años terminé el bachelor y obtuve una beca para continuar
con una maestría en Historia de América Latina durante año y medio en la
Christian University de Texas. En ese entonces ya estaba casado con Carol, mi
esposa norteamericana, y pude terminar mi doctorado en esta institución. En
1964 regresé a Miami para trabajar en el departamento de Historia de la
Universidad de Miami, en donde permanecí ininterrumpidamente durante cinco
décadas y desde donde he realizado toda mi actividad académica, además de mis
investigaciones y escrito mis libros.
- Fuiste el
creador del Instituto de Estudios Cubanos en el seno de la Universidad de
Miami. ¿Puedes resumir sus inicios y la labor durante cinco décadas?
El Instituto, no
específicamente con las siglas de ICCAS, lo organicé en 1967 y desde entonces
comenzó a funcionar como una plataforma académica para estudiar la historia de
Cuba, del exilio y de las relaciones con Estados Unidos. Fue siempre un centro
prolífico en la publicación de libros, textos, en la creación de bases de
datos, la organización de conferencias, la elaboración de materiales fílmicos,
entre muchas actividades como simposios y eventos relacionados con la historia
cubana. El propio actor cubanoamericano Andy García hizo un documental sobre
este tema auspiciado por el Instituto.
También dirigí el
Instituto de Estudios Interamericanos, la cátedra de Estudios Latinoamericanos,
ambos en la Universidad de Miami, pues me especialicé en historia de México.
Edité el North-South Magazine de esta misma institución de 1991 a 1994,
el Journal of Interamerican Studies and World Affairs de 1983 a 1997 y
fui titular de la Cátedra Emilio Bacardí Moreau entre 1999 y 2017.
El ICCAS funcionó
hasta 2017 en que por desacuerdos con Julio Frenk, presidente de la Universidad
de Miami, renuncié. No fue una jubilación como se dijo, sino una renuncia. No deseaba que, con
el deshielo iniciado por el gobierno de Obama con respecto a las relaciones con
Cuba, el Instituto cambiara de dirección ni de enfoque político.
- Tus
libros e investigaciones han marcado pautas en cuanto a los estudios políticos
de América Latina en general. ¿Pudieras hablarnos de esta parte de tu labor?
Hasta la fecha
colaboro asiduamente con El Nuevo Herald y The Miami Herald, pero
he publicado numerosos ensayos sobre las relaciones de Cuba con el terrorismo,
con el Irán de los ayatolas, sobre temas relacionados con el embargo, las
condiciones laborales en la Isla, los intercambios académicos entre Estados
Unidos y Cuba, las cuestiones migratorias, la presencia rusa en la isla, el
tema venezolano, los vínculos de La Habana con la Unión Europea, la crisis de
los misiles y muchos más.
Por
otra parte, mi libro Breve Historia de Cuba ha sido reeditado varias
veces pues sirve de referencia en muchas escuelas. También publiqué Cuban
Communism (once ediciones ya), Cuba: From Columbus to Castro, Mexico:
From Montezuma to the Rise of the PAN (tres ediciones), The Cuban
Economy: Dependency and Development (junto a Antonio Jorge, en 1990), The
Cuban Military: Status and Outlooks, Cuban Foreign Policy: The New
Internationalism (junto a Damián J. Fernández), Los problemas de la
sucesión en Cuba y muchos más. El primero de todos data de 1968 y se titula
The Cuban Revolution: A Documentary Bibliography, 1952-1968, publicado
en 1968 por el Center for Advence International Studies.
He
contribuido en muchas enciclopedias publicadas, entre otras, por la Universidad
Oxford, y realizado varias investigaciones sobre las relaciones entre la Unión
Soviética y América Latina, así como la penetración de Moscú en el continente.
También obtuve subvenciones del gobierno norteamericano para estudiar la
transición en Cuba junto a destacados cubanólogos como Carmelo Mesa-Lago, Edward
González, Antonio Jorge, Ernesto F. Betancourt, Jorge I. Domínguez, Carlos
Alberto Montaner, entre otros.
Asimismo,
organicé varios eventos como el seminario “Transición o Sucesión en Cuba”
(Panamá, 2010), el de “Cuba Under Raul: Domestic and Foreing Policies” en
Bucarest (Rumania) y sobre este mismo tema en Madrid. Creé el seminario “La
experiencia de la transición checa” en colaboración con el Ministerio de
Relaciones Exteriores de la República Checa y la organización People in Need, y
otros de temas similares en Buenos Aires, Costa Rica, Guatemala, Jamaica,
Ecuador, República Dominicana y diferentes lugares de Estados Unidos como Fort
Lauderdale, Washington y, sobre todo, en la sede del ICCAS en Coral Gables.
-
¿Has vuelto a la Isla?
Nunca
volví desde mi salida en 1960 hace casi 64 años. Primero que todo porque no voy
a un sitio en donde existe una dictadura y en donde nunca se han ocurrido desde
hace más de seis décadas elecciones libres. Segundo, porque con mis
antecedentes probablemente no me dejen salir nunca más de allí. Ni mi esposa
Carol (nacida en Rhode Island) ni mis tres hijos nacidos en Miami (Michael,
Kevin y Joy) han ido nunca a Cuba. Eso no ha sido una razón para que en casa
todos hablen español corrientemente.
-
¿Qué piensas del futuro de Cuba?
El
futuro de la isla lo veo muy complicado a largo plazo. Cuba está completamente
destruida y el cambio será largo y difícil. En Miami hay una comunidad enorme,
cada día más numerosa, deseosa en que haya un cambio radical. Aunque ahora hay
menos interés por el tema de Cuba que durante las tres primeras décadas de
exilio, casi todos que viven en el sur de la Florida desean que ocurra un
cambio drástico y que el país se encamine hacia un sistema democrático.
¿Cuántas generaciones de cubanoamericanos hay ya en la Florida? Por lo menos
tres. Nuestra historia contemporánea ha sido muy lamentable y creo que esta
larga pesadilla debería terminar ya.
Niza –
Cocunut Grove, junio de 2024.
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