Dora Carbonnel, embajadora de la "chanson française" en Montmartre
Les dejo este texto sobre la cantante Dora Carbonnel, cantante de canciones francesas en Montmarte, hija de cubano y talentosa y maravillosa persona:
Enlace: Dora Carbonnel, embajadora de la canción francesa en Montmartre / El Nuevo Herald / William Navarrete
Dora Carbonnel, embajadora de la canción francesa en MontmartreMe encontré con la
cantante y compositora Dora Carbonnel hace ya más de 20 años, cuando cantaba en
el café Les Noctambules, en el barrio parisino de Pigalle. Recuerdo que lo
primero que me dijo fue “soy mitad cubana”. Desde entonces, nos hemos mantenido
en contacto y suelo estar al corriente de sus múltiples presentaciones en
Montmartre, uno de los pocos lugares, me dice, en los que todavía se puede
escuchar en vivo el cancionero francés de las décadas anteriores a la de 1970.
Nació en París,
de una relación que tuvo su madre corsa, descendiente de la familia Paoli, con
Walterio Carbonell, un intelectual cubano de paso por París a fines de la
década de 1950. Fue un romance juvenil cuando Carbonell estudiaba en La
Sorbona, y antes de regresar a Cuba, como muchos intelectuales, tras el llamado
del triunfo revolucionario de 1959. Su padre nunca más pudo volver a Francia.
Por razones artísticas, Dora añadió a su apellido dos enes y le quitó la doble
ele.
Su historia daría
para escribir una novela. “A los 30 años de edad me enteré de que mi padre era
cubano y como él hablaba perfectamente francés, incluso sin acento y con mejor
vocabulario literario que el mío, empezamos a escribirnos”, me cuenta. Cartas
iban y venían entre La Habana y París, y así pasó el tiempo hasta que un primo
mío, Danilo Batista Carbonell, sobrino de su padre y establecido en Murcia, la
incitó a hacer el viaje a La Habana para conocerlo. “Llegué a La Habana por
diez días, en 2005, y me encontré con mi padre por primera vez cuando él tenía
ya 85 años”.
Walterio
Carbonell falleció en 2008. Fruto de este primer y único encuentro entre ambos
fue la publicación en francés de un libro de su padre, titulado Cómo surgió
la cultura nacional, que Dora mandó a traducir al francés. Condenado al
ostracismo en 1961 tras la publicación de este mismo ensayo, después de haber
regresado a la isla tras sus estudios de sociología en la Escuela de Altos
Estudios de La Sorbona, fue considerado entonces como uno de los pocos
intelectuales negros cubanos. A Walterio lo expulsaron de la UNEAC y lo
enviaron a las UMAP (campos de trabajo forzado) por atreverse a decir que en
Cuba no había libertad.
Dora confiesa lo
muy raro que le parecía todo: “aquel país en ruinas, las condiciones limitadas
de la vida cotidiana, la reunión de más de 15 primos y primas alrededor de una
mesa, la fabulosa biblioteca de mi padre (llena de polvo) en la que no faltaba
ningún clásico francés, su historia llena de sinsabores que fui aprendiendo a
través de artículos, escritos y documentos que algunas personas me enviaban”.
A Dora Carbonnel
la música le ha servido de columna vertebral en su vida. “Después de una
infancia y adolescencia en varias provincias de Francia, me establecí en París a
los 18 años con el deseo de estudiar teatro. Me inscribí primero en los Cours
Simon y luego en la escuela de comedia musical de Michel Fugain que acababa de
dejar los estudios cinematográficos de La Victorine, en Niza. Estudié en el
conservatorio de Rueil-Malmaison, tomé otros cursillos en la escuela de jazz
IACP y en el estudio Pygmalion, actué y fundé en 1991 mi propia compañía que
llamé Compagnie du Regard, con la que comencé en una puesta de una pieza de
Jean-Claude Carrière llamada L’aide mémoire”, afirma.
La compañía se malogró
cuando estalló la guerra del Golfo, cuyos efectos se hicieron sentir en la vida
nocturna parisina. Pero como Dora tenía muchas ganas de cantar no vaciló en
consultar un ortofonista, el célebre Dr. Alfred Tomatis, especialista que había
tratado a muchos artistas, para que le ayudara a corregir el bloqueo vocal que
padecía, pues el padre de este especialista había sido cantante lírico y él
había inventado un método para remediar estos problemas.
“Fue así como
perdí el miedo, gané en seguridad y me vi cantando en la verdadera bohemia de
Montmartre antes de establecer un repertorio de cancionística francesa en el
que nunca faltan las piezas de Edith Piaf, Charles Aznavour, Barbara, Michel
Berger, Yves Montant, Charles Trenet, Georges Brassens, Patrick Brel, Françoise
Hardy y muchos más”.
Cantó durante años
para la Mère Catherine, el Abbé Constantin, La Crémaillère, Les Noctambules y,
sobre todo, en La Bonne Franquette, mítico cabaret y café de Montmartre en un
edificio en el que vivió, cuando pocos lo conocían, Charles Aznavour. “Imagínate
que en el pasillo de La Bonne Franquette está aún el buzón con el nombre de
Aznavour cuando él vivía en ese mismo edificio y que la panadera de la esquina
le guardaba la correspondencia”, revela. También trabajó para Olivier Raymond
el repertorio de Gilbert Bécaud, gran cantante, pianista y compositor francés
fallecido en 2001 y que se presentó unas 30 veces en el célebre teatro Olympia.
Ha publicado
varios discos (el primero de ellos Toi ma voix, en 2003), y acaba de
grabar Uni vers celles, un álbum con cuatro canciones junto a los
arreglistas Jean de Aguiar y Olivier Raymond de las cuales es ella quien
escribió los textos. Con Raymond, compositor, cantante y pianista, se ha
presentado en los escenarios del teatro de l’Archipel, Bois-Colombe, el
festival de Montluçon, entre muchos más.
Hoy en día vive, en
Saint-Calais-du Désert, un pueblo del departamento de Mayenne, pero viaja con
frecuencia a París y recorre con sus canciones todo el país, como en los
últimos tiempos en que ha formado parte del elenco de la comedia musical La
leyenda de Montmartre, montada por el cantante y compositor Alain Turban, y
en la que junto a unos 15 artistas recorre los diferentes escenarios de
Francia. Quien visite Montmartre puede siempre informarse porque es muy posible
que Dora Carbonnel esté anunciada en alguna cartelera de sus sitios musicales.
* Escritor
establecido en París
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