Loches y Beaulieu-lès-Loches - El Nuevo Herald
Con esta tercera entrega sobre la Turena del sur, en el Loira francés, termino mis reportajes de la región en la que estuve invitado por la Oficina de Turismo de Loches. Les dejo mis impresiones de la Ciudad Real de Loches y su vecina Beaulieu-lès-Loches, así como recomendaciones y otras propuestas de visitas.
Loches y Beaulieu-lès-Loches, dos joyas al sur del Loira / William Navarrete / El Nuevo Herald
Loches y
Beaulieu-lès-Loches, dos joyas al sur del Loira
* William
Navarrete
Llego a Loches,
pequeña ciudad de unos 7 000 habitantes en el sur de la Turena francesa y del
valle del Loira, en tren desde París. Desde la estación de Montparnasse varias salidas
garantizan la conexión ferroviaria con Saint-Pierre-des-Corps (barrio de la
ciudad de Tours) y, desde esta estación, seis trenes diarios la conectan con la
mencionada Loches, ciudad medieval coronada por su impresionante y bien
conservado recinto real.
Me acoge Olivier
Chable, responsable de la comunicación en la Oficina de Turismo de Loches quien,
en lo adelante, me hará descubrir los rincones y secretos de esta región con
identidad muy propia. En general, los visitantes se limitan a recorrer el
circuito clásico de algunos castillos del Loira (Chenonceau, Chambord,
Azay-le-Rideau, Amboise y Chinon) y descuidan otros sitios extraordinarios que
sobresalen por sus tesoros artísticos, historia y gastronomía de alta calidad.
Es el caso de Loches, al sur de Tours, que posee una de ciudadelas reales medievales
más fascinantes del Loira.
A la Ciudadela
Real se entra por la Puerta Real, de sólida presencia tras sucesivas
reconstrucciones, y que completa la tríada junto a las de Picois (primera mitad
del siglo XV) y de los Cordeliers (1498), ambas en el casco histórico. Una
muralla por momentos visible o integrada a las edificaciones del entorno, delimita
la Ciudadela, cuyo recinto fue erigido desde tiempos medievales en lo alto de
un promontorio rocoso para sacar provecho de la condición defensiva natural.
Fueron los condes de Anjou quienes, a partir del siglo X, construyeron su
inexpugnable fortaleza, comenzando por un macizo torreón (donjon), del
que se mantienen en pie su cuerpo principal y otras dependencias. Dicho
conjunto fue completado y reforzado por Foulques III Nerra, cuarto jefe de esta
casa dinástica. Sus habitaciones sirvieron de morada a muchos cautivoss, entre
ellos de Ludovico Sforza “El Moro”, duque de Milán y mecenas de Leonardo da
Vinci, quien falleció misteriosamente el día en que fue liberado.
Nos dirigimos al
castillo o residencia real (logis royal), construido en varias etapas y
ampliado a partir del siglo XIV. Ofrece desde su terraza vistas espectaculares
del valle y el poblado aledaño de Beaulieu-lès-Loches (solo separado por el río
Indre). Allí se alojaron en su tiempo Agnès Sorel (favorita de Charles
VII), así como Juana de Arco y la duquesa Ana de Bretaña. Una exposición
temporal (objetivo inicial de mi viaje) en homenaje al marino Louis Delaporte,
nativo de Loches y promotor del arte de Angkor, ocupa hasta fines de septiembre
tres salas del monumento.
A la salida del logis,
la Colegiata Saint-Ours, fundada en el siglo X, posee dos sorprendentes cúpulas
piramidales, un pórtico esculpido del siglo XII, protegido por un nártex y
acoge el yaciente de Agnès Sorel. Olivier Chable me explica que la porosidad de
la toba calcárea, la piedra local proclive a la erosión y utilizada en casi
todas las construcciones, fragiliza muchos de los monumentos de la región. A
pocos metros de la Colegiata, el Museo Lansyer, dedicado a la obra y vida de
este pintor paisajista nacido en Loches, se fundó en 1900 en la que fuera su
residencia, rindiendo tributo a este destacado lochense, gran coleccionista,
viajero y amigo de ilustres artistas franceses de finales del XIX. Desde el
bucólico y muy bien cuidado jardín del Museo se puede acceder a lo alto de la
Puerta Real para disfrutar del panorama de la otra parte de la ciudad y sus
alrededores.
Al salir de la
Ciudadela pasamos delante de la casa de la familia Delaporte (al pie del
torreón) y nos dirigimos a los fosos del lado sur. Luego visitamos la iglesia San
Antonio (frente a la gran explanada que sirve de parqueo público). Su galería
colindante exhibe entre otros lienzos y objetos de arte de calidad, dos cuadros
atribuidos a Caravaggio, que formaban parte de la colección de Philippe de
Béthune.
La gastronomía es
parte de la identidad de la Turena y, en Loches, su mercado (miércoles y
sábado) es uno de los más coloridos y admirables de Francia. Pero también vale
la pena almorzar o cenar en Le P’tit Restau (6, Grande Rue), en donde Marie y
Matthieu Bally se afanan entre la sala y la cocina para ofrecer exquisitos
platos elaborados exclusivamente con productos locales. A los quesos de cabra
propios de la Turena se añaden postres exquisitos y platos tan apetitosos como
originales, todos elaborados por la joven y encantadora pareja.
Ahora cruzamos el
río y recorremos el fabuloso y bien cuidado Jardín Publico con espectaculares
vistas de la Ciudadela Real, antesala de la municipalidad aledaña de
Beaulieu-lès-Loches que ha obtenido el título de “Ciudad de Oficios artísticos”.
Sobresale en ella
la iglesia de San Pedro y San Pablo, superviviente de la antigua abadía de la
Trinidad cuya construcción inició Foulques Nerra en el siglo XI tras su regreso
de una cruzada. Del antiguo edificio aún subsisten muros y, en el interior de
la iglesia de puntal elevadísimo, la tumba del príncipe Anjou. Otros construcciones
sobresalientes aportan un caché singular a esta pequeña localidad y, entre
estos sobresalen la Casa llamada “de Agnès Sorel”, la iglesia San Lorenzo, la
Casa del Prior (a orillas del canal), el antiguo Presbiterio, la Torre
Chevaleau (en las afueras) y la sorprendente Villa Saint-Pierre, una antigua
iglesia transformada en vivienda, desde cuyo patio trasero se perciben la
estructura del coro y otros elementos originales.
Pero es la vena
artística la que hace que Beaulieu-lès-Loches sobresalga y, de ello da prueba
el Taller Rue des Arts, establecido en la antigua Casa de los Templarios y
dirigido por la escultora Gaëlle Seillet quien posee su propia galería frente a
la explanada Saint-Pierre y cuya asociación organiza talleres de iniciación a
la cerámica, modelado y otras manualidades. Un festival en que exponen más de
60 artistas tiene lugar cada año durante todo un fin de semana de la segunda
quincena de agosto.
Un hermoso Jardín
llamado “des Viantaises” constituye otra de las atracciones del sitio y los
habitantes poseen sus propias parcelas que cultivan o decoran de forma creativa
dotándolo de innegable poesía. Del otro lado del canal y serpenteando el curso
del río Indre, podemos emprender el recorrido de las Praderas del Rey (Prairies
du Roy), cuyo sendero nos lleva de vuelta a Loches caminando y siguiendo un
trayecto del que afloran, entre árboles y jardines, numerosas esculturas y
piezas de arte público inteligentemente exhibidas.
* Escritor
establecido en París

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